AR DelasHeras · Con mucho gusto he participado en las cuestiones que Isabel Valdés plantea en este reportaje en El País sobre "¿Qué haremos con el tiempo libre que nos dejarán los robots?"
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A Elena no la levantaría ningún despertador, dejaría que su cuerpo
decidiese, haría café cada mañana y se sentaría a desayunar sin mirar
media docena de veces la hora. Manuela piensa y cree que moriría del
aburrimiento. Daniel pedalearía cada tarde, iría al mercado y no al
súper, terminaría una lista de pueblos que lleva intentando visitar ocho
años. Pilar se mudaría de piso, se tumbaría en el sofá durante la
siesta para ver series y aprendería a tocar el violín. Carolina se
prepararía para un Iron Man. Juanma y Sofía harían un calendario semanal
de teatro, cine y museos, pintarían las paredes del salón, serían
padres. Noelia entra en pánico ante la idea de no tener nada que hacer.
Alejandra cambiaría de trabajo o montaría una web de no sabe qué.
Ese extraño escenario, que ahora parece lejano y del que solo se pueden hacer conjeturas, podría materializarse en algún momento si las previsiones sobre la cuarta revolución industrial (o revolución robótica) se cumplen, si la tendencia continúa y los androides empiezan a hacerse cargo de algunos de los trabajos del ser humano, total o parcialmente, como ya ha empezado a ocurrir; el pasado enero, por ejemplo, la aseguradora japonesa Fukoku Mutual Life sustituyó a 34 de sus empleados en oficinas por un sistema de inteligencia artificial basado en el IBM Watson Explorer (una plataforma de análisis de contenido a partir de datos).
Empieza a haber muchas y muy variadas previsiones de cifras para los empleos que se destruirán o los que se crearán: el Foro de Davos calcula que esta cuarta revolución industrial acabará con más de 5 millones de puestos de trabajo en los 15 países más industrializados del mundo de aquí a 2020, la OCDE estima que solo en España, el 12% de los trabajadores podrían ser sustituidos a corto plazo por robots, mientras, la Unión Europea calcula que solo la Inteligencia Artificial hará nacer casi un millón de empleos nuevos.
PARTICIPA EN LA ENCUESTA
La iniciativa REIsearch, con apoyo de la Unión Europea, está realizando una encuesta a todos los ciudadanos europeos para conocer su opinión sobre el impacto de la tecnología en aspectos como la economía, el trabajo, las esfera pública y la vida privada. Puedes participar en esta iniciativa pinchando en este enlace. Los resultados de esta campaña de encuestas serán presentados a la Comisión Europea.
Antonio Rodríguez de las Heras, catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid y director del Instituto de Cultura y Tecnología de esa misma institución, reflexiona precisamente sobre cómo estamos observando ese cambio de paradigma desde un punto de vista puramente económico y de alteración en los puestos de trabajo y en el tipo de profesiones: “Pero lo que nos espera de la robotización es una agudización de la crisis cultural que ya estamos viviendo y que va a alterar profundamente las estructuras”.
Si cualquiera se frota las manos hoy cuando escucha la palabra "libranza" o "vacaciones" es porque la sociedad está siendo educada, desde hace décadas, para la producción, para ser rentable y para contribuir al statu quo del actual sistema capitalista. "Nadie sabe qué haría cada individuo con ese tiempo, pero la cuestión va más allá de ir tres días al cine en vez de uno", apunta Rodríguez de las Heras. Aquí, algunas de las claves de ese "más allá", que no forma parte por el momento del debate informativo, centrado en cifras, porcentajes y términos de coste y beneficio y que está lleno de incertidumbre. "Hay muy poca previsión y muy poca creatividad en cuanto a los escenarios posibles", puntualiza. Para él, no se trata de anunciar cual profetas o especular de forma apocalíptica, sino de reflexionar: "Estamos trivializando la robotización, que es un fenómeno capilar que va a ir entrando, a veces, de forma invisible, y que es mucho, mucho más profundo".
¿Estamos preparados para tener mucho más tiempo libre?
Un sí al unísono podría esperarse como respuesta obvia a esta pregunta. El tiempo es, probablemente, la magnitud de la que cualquiera quiere más, la que la humanidad siempre ha ansiado (y ansía) con más fuerza. En la realidad que Andrew Niccol dibujó en In Time, la película protagonizada por Justin Timberlake en 2011, los seres humanos han dejado de envejecer, sin embargo, cuando cumplen 25 años se activa una cuenta atrás que les dará un año más de vida; durante esos 12 meses, deben empezar a ganar tiempo: si el reloj digital que se dibuja en sus antebrazos llega al cero, mueren. Luchan, sudan, sufren y matan por conseguir segundos en lo que podría ser una metáfora distópica del mundo occidental.Como en aquel filme, el concepto de ocio, y por tanto el de trabajo, se alterarían mucho bajo esta hipótesis. Aunque antes de eso, el historiador Rutger Bregman (Westerschouwen, Holanda, 1988), cree necesario "repensar qué es trabajo": "Hoy, millones de personas hacen trabajos que creen que carecen de sentido —están enviando correos electrónicos o escribiendo informes que nadie lee—. Creo que debemos trabajar menos, para que podamos hacer más , para vivir una vida rica y significativa". Una idea que enlaza con una idea que también da Rodríguez de las Heras: "El trabajo se consideró un castigo hasta que el sistema económico consiguió darle la vuelta y sublimarlo hasta el punto de reclamarlo. Trabajo y más trabajo para que el sistema siga funcionando como buenos consumidores".
Y el horizonte de ocio trastocaría el modelo actual por completo, según el catedrático: "Actualmente se nos quita lo único que somos, tiempo, hay una alienación tan sublimada por la hiperactividad que podría decirse que vacía a las personas, las deja sin capacidad reflexiva. ¿Cómo vamos a enfrentarnos a ocho horas libres diariamente?". Para Bregman, viendo el contexto actual, se puede: "Si comparamos diferentes países, en realidad son aquellos con las semanas de trabajo más cortas donde la gente dedica más tiempo a cuidar a los ancianos, los voluntarios trabajan y participan en sus comunidades locales. Son los países con las semanas de trabajo más largas donde la gente ve más televisión, no se puede hacer mucho más si estás cansado después de horas y horas en una oficina aburrida".
La sociedad está educada para la producción, para ser rentable y para contribuir al statu quo del actual sistema capitalista
¿Y las estructuras?
Los poderes públicos, que viven pegados a la solución inmediata de los problemas inmediatos, no se han parado a pensar en el problema del tiempo más allá de las consecuencias en sus estadísticas de población activa. Codina cree que solo adoptarán medidas en el momento en el que se manifiesten problemas sociales: "Problemas que pueden venir por parte de aquellos que no sepan qué hacer con su tiempo".Para Bregman, la disposición o no de las grandes estructuras para este cambio no es del todo importante: "El cambio real nunca comienza con las grandes potencias políticas o económicas, comienza en los márgenes de la sociedad". El historiador recuerda cómo cada hito de la civilización (la democracia, el fin de la esclavitud, el estado de bienestar) fue alguna vez una fantasía utópica. "Siempre comienza con alguien que es desechado (por las grandes potencias) como irracional y poco realista. La tarea de los intelectuales es hacer realista lo irreal, hacer inevitable lo imposible". Y añade una frase de Óscar Wilde: "El progreso es la realización de utopía".
Más tiempo, más reflexión, más revolución contra lo establecido. Algo que, por otra parte y según Gabriela Vargas-Cetina, profesora de Antropología en la Universidad Autónoma de Yucatán (México) y autora del artículo Tiempo y poder: la antropología del tiempo, el poder intentará coartar: "Son ellos (poderes políticos y económicos) quienes están promoviendo los cambios en las formas de empleo y trabajo que nos llevarán a un mundo cada vez más desigual en términos del disfrute del tiempo libre".
Pararse y darse cuenta o la crisis de identidad
Como cada periodo de cambio en la historia, las preguntas se acumulan respecto al futuro y a veces se repiten. La filósofa y política Hannah Arendt, en los años 50, ya se preguntaba qué ocurriría si el trabajo diese tanto tiempo libre como para que la gente se dedicase a otras actividades. "Y decía que no hay ninguna que cree tanta identidad como el trabajo", arguye José Francisco Durán, profesor de sociología de la Universidad de Vigo. En aquel momento, las horas que el periodo laboral dejaban vacías la sociedad las dedicaba a realizarse, sobre todo, socialmente.A lo largo de la historia, los cambios han generado las mismas dudas, y las mismas preguntas en una sociedad que siempre se ve amenazada ante la incertidumbre. Lewis Hine Archivo Nacional de Estados Unidos
La vacuidad a la que alude Durán puede derivar, a veces, en supuestos negativos. Gabriela Vargas-Cetina alude a las situaciones de "reconocimiento interno y exclusión" que pueden darse alrededor de esa creación de identidad: "Muchas veces quedan en el borde del totalitarismo". En un mundo como el actual, con repuntes de los movimientos ultraderechistas, ese tiempo libre podría acabar usándose, según Vargas-Cetina, en expresar ese resentimiento. "Nos estamos enfrentando a una crisis identitaria en el sentido de un reforzamiento de las identidades grupales como formas totalitarias de identidad".
Todos los que que renunciaron a sus sueños porque pensaban que tenían que ganarse la vida, podrían lanzarse a cumplirlos. Rutger Bregman
Apunta el historiador holandés a que cerca de un tercio de la mano de obra moderna está actualmente atrapada en un trabajo que encuentra inútil. Y asegura que no habla de agricultores, enfermeras o profesores, sino de abogados, banqueros y consultores: "Todos los que que renunciaron a sus sueños porque pensaban que tenían que ganarse la vida. Es una de las grandes tragedias de nuestro tiempo: estamos desperdiciando una cantidad increíble de energía, ambición e inteligencia con todas esas personas inteligentes que trabajan en algo que no aporta nada de valor. O incluso peor (en el caso del sector financiero) que lo destruyen". Para Bregman no es una coincidencia que los que trabajan en este área, a menudo, terminen con agotamiento o depresión: "La verdadera crisis de identidad de nuestros tiempos".
Adiós, educación actual
Para que ese cambio de paradigma tenga lugar, todos coinciden en un punto clave: la educación, ahora enrocada en el afán por alienar y adoctrinar en los valores de la productividad, la rentabilidad y el futuro económico sostenible bajo los criterios de la jerarquía de la oferta y la demanda. Para la antropóloga Vargas-Cetina, desde las estructuras hegemónicas de poder y el status quo, los cambios nos están llevando de una educación más crítica a una más técnica, donde las ciencias sociales, las artes y las humanidades son relegadas. "Visto desde un futuro mejor para todos, deberíamos tener más arte, más crítica, más ciencias sociales y más herramientas que nos ayuden a entender por qué la técnica nunca es 'solamente' una aplicación de las cosas, sino la implementación de una cierta filosofía".Hacerse con el control de la educación es formar el mundo que tú quieres. Antonio Rodríguez de las Heras
Rodríguez de las Heras también se encamina hacia ahí: "La educación siempre es revolucionaria o contrarrevolucionaria, por eso se disputa continuamente. Todos queremos en nuestra mano el mando para mover o contener el mundo y hacerse con la educación es formar el mundo que tú quieres". El catedrático coloca la educación como la protagonista única de un cambio que habrá de darse en cada individuo y que lo prepare frente a la indefensión y la vulnerabilidad que supondría este futurible. "Disponer de tiempo, al principio, nos deja indefensos frente a la invasión que supone el entretenimiento, una especie de sonajero sin trasfondo".
Los grandes poderes, tanto nacionales como supranacionales, fomentan una educación vinculada directamente al trabajo. José Francisco Durán
Nùria Codina suma una arista más a las hipótesis que podrían darse: no solo un cambio educativo es "esencial", sino que habría que introducir expertos en gestión del tiempo y el ocio. "No se trata solo de ocupar el tiempo, lo óptimo es invertirlo en aquello que realmente aporte el desarrollo psicosocial de la persona. Y aquí es importante destacar que algunas escuelas desarrollan experiencias piloto en las que el contenido académico se imparte a partir del ocio; unas experiencias que aportan innovación y nos preparan para otro modelo de enseñanza".
Poderoso caballero es Don dinero
Para asegurar un cambio positivo en lo que podrían ser las escuelas del futuro, Bregman, autor de Utopía para realistas, apunta hacia la renta básica garantizada como puntal para que las nuevas generaciones se dediquen más a seguir lo que desean y no lo que deben: "Los padres a menudo dicen a sus hijos 'aseguraos de estudiar algo que tenga un buen sueldo'. El resultado es que muchos jóvenes no estudian artes, música, danza, historia o filosofía, porque tienen miedo de no ganar suficiente". Si supieran que esa parte está cubierta, las decisiones de millones de personas, según el historiador, empezarían a ser otras.Con una renta básica garantizada, por primera vez en la historia, todos serían verdaderamente libres. Rutger Bregman
Bienvenida de nuevo, cultura
Dentro de esa educación renovada, sin duda para los expertos, la cultura se posicionaría en cabeza. "La educación y la cultura se desmembraron la una de la otra hace tiempo y eso creó una anomalía en el cociente educativo y cultural", anota Rodríguez de las Heras, aludiendo a una divergencia que ha generado carencias inmensas en el desarrollo de las personas. "Si vuelven a integrarse, aquellas cosas que ahora pueden incluso molestar, como la pintura o la escritura creativa, se recuperarán". El catedrático está convencido de que este tipo de habilidades, ahora pertenecientes al mundo del tiempo libre de cada uno, tendrán un renacimiento: "Ese ocio llevará a aquello que te han robado porque no cabía durante el tiempo laboral impuesto".Aunque, como en el resto de sectores, la cultura deberá atravesar un proceso de cambio que ofrezca respuestas y satisfaga las necesidades (que se antojan más profundas) del nuevo público. Unos espectadores que, en su mayoría y por el momento, "consumen cultura". El profesor Durán explica que, aunque ahora existe un afán cultural enorme, es solo un especie de espejismo del afán por el entretenimiento "enfocado a recuperar fuerzas para volver a trabajar". Sin embargo, afirma, debería ser algo que permitiese ser mejor moralmente, tener más capacidad y mejores herramientas para comprender el mundo: "El entretenimiento convierte a las personas en la masa, mientras que la cultura pasa por apreciar lo que se experimenta, por cultivarlo. Solo entonces se es más libre".
Por el momento, es difícil hacerse a la idea de un mundo en el que trabajar ocupara una parte mínima del tiempo; por el momento hay que volar, tener cinco brazos y dos agendas, rezar porque el transporte público sea puntual o no haya atasco, porque no se bloquee el ordenador o no caiga ninguna de las redes que son el puente de contacto con el resto del mundo; por el momento, el mundo es una carrerita en bucle entre el coyote y el correcaminos. El tiempo, claro, es el coyote y nosotros el correcaminos.
Pistas para el futuro incierto
Incertidumbre
Hacer
previsiones es siempre complicado desde el punto de vista sociológico.
Los efectos de ese posible escenario son, según los expertos, poco
predecibles y podrían dar sorpresas.
Educación
En
un mundo en el que el trabajo no fuera el punto central de la rutina
sería necesario un cambio educativo que acentuara la filosofía, la ética
y las disciplinas creativas.
Reflexión
Una sociedad con más tiempo para la reflexión podría producir cambios profundos en los ámbitos de poder, políticos o económicos.
Trabajo
Algunos
expertos hablan de casi un tercio de trabajadores en empleos que les
parecen inútiles. Este nuevo escenario podría acarrear un aumento de
profesiones vocacionales, relacionadas sobre todo con las artes y la
creatividad.
Cultura
La cultura deberá atravesar un proceso de cambio que ofrezca respuestas y
satisfaga las necesidades (que se antojan más profundas) del nuevo
público.
Renta básica
Expertos como Rutger Bregman, autor de Utopía para realistas,
apunta hacia la renta básica garantizada como puntal para que las
nuevas generaciones se dediquen más a seguir lo que desean.
Ocio
Podría tomar fuerza una modalidad de ocio, conocida entre los
especialistas como 'ocio serio', que es aquello a lo que la persona se
dedica procurando realizar la actividad cada vez mejor (idiomas,
aprendizaje de instrumentos, disciplinas que requieren horas de práctica
para desarrollarse bien...).
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OTRA COSA: Teleoperadora, por Joaquín Ortega Herrera -
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OTRA COSA: Teleoperadora, por Joaquín Ortega Herrera -
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