BLOGS.PUBLICO.ES JUAN TORTOSA 29/5/21
(...) Recapitulemos: con un incendio de dos pares de narices, el vecino país dando suelta a adolescentes engañados que atravesaban la frontera a nado, guardias civiles salvando bebés y voluntarios de Cruz Roja consolando a quienes llegaban exhaustos, vas tú y te pones a hablar de invasión y de muros infranqueables ¿Invasión? Es decir, ¿que Interior tendría que haberse comportado como en tiempos del PP, a balazos en el Tarajal contra ocho mil personas, era eso? En un momento de crisis así, por muy facha que seas y por muy en desacuerdo que estés con el gobierno de tu país, ¿qué demonios haces tú, patriota de pacotilla, echando más leña al fuego?
Esto pone sobre la mesa, una vez más, un tedioso debate del que convendría extraer conclusiones cuanto antes: ¿los medios de comunicación han de aceptar ser instrumentos al servicio de mensajes de odio, de declaraciones que destruyen la convivencia y amenazan el trabajo humanitario, político y diplomático? ¿los medios han de proporcionar voz a quienes se empeñan en violentar la convivencia?
La respuesta es un no como una casa. La respuesta, inequívoca y rotunda, es que los medios no pueden ser altavoces del odio. Quienes para propagarlo invocan la libertad de expresión están prostituyendo el concepto, el espíritu de lo que realmente es la libertad. No puede ser libertad lo que se hace para acabar con ella, ¿o es que nos hemos vuelto todos locos?
No hay que tener miedo a las críticas de los intolerantes. Abascal y su peligrosa cohorte, como demostraron el pasado lunes regresando a Ceuta y volviendo a provocar a pesar de la prohibición expresa de la delegación del Gobierno, están utilizando las reglas del juego democrático para acabar con la democracia y eso ha de tener un tratamiento informativo a la altura del desafío.
No son un partido democrático sino un partido dentro de las reglas de juego de la democracia a la que quieren subvertir, lo que es muy distinto. Por eso no podemos ejercer por más tiempo de tontos útiles ni de altavoces generosos a sus gratuitas invectivas. Ni con canutazos en la calle, ni con los tiempos que se les dedica en las televisiones, ya sea en informativos o en debates, tertulias o programas de entretenimiento. Las consignas frentistas y los mensajes de odio no pueden tener barra libre. Hasta los responsables de redes como twitter y facebook le cortaron las alas al mismísimo Donald Trump cuando este se pasó varios pueblos utilizando sus canales para difundir mentiras, odio y frentismo.
A quienes creemos firmemente en el derecho a una información plural y contrastada no tiene que seguir dándonos miedo decir a los fascistas que hasta aquí hemos llegado. No hay ninguna duda de que somos mayoría. Pero ninguna sociedad es inmune al contagio de las canalladas administradas tacita a tacita, al incesante goteo de mensajes racistas, xenófobos, machistas, violentos e insolidarios.
Como se preguntaba hace unos días en redes Óscar Camps, fundador de Open Arms, "si se podía ejercer la objeción de conciencia para no ir a la mili, bien se podría objetar cubrir los discursos de odio." Se podría, se puede y se debe objetar, añado yo. Ya estamos tardando.
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OTRA COSA: Perderán la vida y perderán el conocimiento entre tanta información, de Fernando Broncano
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