En otro futuro no muy lejano, en un dos mil veintipico en el que todo lo digital está mediado por Google, incluido el acceso al trabajo, Olga y Mateo deciden escribir una carta a modo de solicitud de empleo para tratar de hackear, mediante el uso del lenguaje filosófico y literario, apelando a la ‘humanidad’ de la máquina, a las inteligencias artificiales supeditadas a Google que median entre las personas y el mundo laboral. Esta carta es, en realidad el cuerpo de la novela Quédate este día y esta noche conmigo, publicada por Belén Gopegui en 2017.
Estos dos ejemplos de ficción no están tan lejos de la realidad que plantean los sistemas basados en aprendizaje automático aplicados a distintas esferas del mundo laboral, que van desde la selección de perfiles para la contratación hasta el control y la organización de la plantilla. Desde 2017 Facebook ha permitido a las empresas dirigir anuncios de ofertas de empleo a determinados perfiles permitiendo elegir entre variables como la edad, el género o la etnia. Existen modelos predictivos dedicados a ‘cazar talentos’, como el del software Entelo, que calculan la probabilidad de que alguien abandone su puesto de trabajo actual en base a una nueva oferta o cómo podría encajar en la compañía con base en su actividad en redes sociales. A través de encuestas o examinando el tipo de lenguaje y expresión en las comunicaciones internas, hay programas que elaboran perfiles emocionales de los empleados. Como el protagonista del relato de Kwame Adjei-Brenyah, hay teleoperadoras que tienen que controlar su tono de voz y su expresión, ya que a través de un sistema de reconocimiento de voz, un algoritmo contratado por su empresa evalúa estos y otros parámetros. Son solo algunos de los ejemplos que se recogen en The datafication of workplace (La datificación del entorno laboral), un exhaustivo informe publicado en 2019 por Lina Dencik, catedrática en la Universidad de Cardiff y cofundadora del grupo de investigación Data Justice Lab. (...)
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