Toni Alvaro 14/10/21
'El comandante del campo, cuando iba borracho, desenfundaba la pistola y disparaba en la cabeza del primero que pasaba. Así vi morir a muchos. No los perdono, pero aún menos al régimen franquista que me envió a aquel infierno.
Seguir dando testimonio no es valentía, es dignidad. Por nosotros y por los que no pueden hacerlo. Hay cosas que no se pueden perdonar'.
Hace 5 años se nos moría Marcial Mayans i Costa. Había venido al mundo en la calle Aurora, en El Raval y ya lucía bigote con 14 años. Ese bigote le permitió mentir convincentemente sobre su edad al cumplir los 16 para marcharse voluntario al frente con las Juventudes Libertarias y la CNT, a hacer la Revolución y ganar la guerra. Marcial dejaba su trabajo como aprendiz en una librería y sus estudios de inglés comercial para combatir al fascismo.
Herido en batalla y con una medalla al valor vuelve a Barcelona, ciudad ya con el ánimo quebrado por las bombas y el hambre. Ante la próxima entrada de los fascistas huye a Francia. En el camino de la retirada conoce a Olga, una muchacha que huye con su madre. Se separan al poco de cruzar la frontera.
Marcial va a parar al campo de concentración de la playa de Argelès. Se escapa. La Gendarmerie lo detiene en Perpignan. Se escapa. Lo vuelven a detener y lo mandan al campo de concentración de Barcarès.
La puerta de salida le lleva a alistarse en el ejército francés para combatir a los alemanes. No tiene oportunidad, su unidad cae con todo el equipo a las primeras de cambio y Marcial va preso al stalag IX-B Wegscheide/Bad Orb. Aprovecha el tiempo de reclusión para aprender alemán con un libro de gramática germana. Y se escapa.
Marcial Mayans es detenido por la Gestapo y lo mandan a Mauthausen. Deja de ser Marcial y se convierte en el número 9.057. O eso creen los matarifes. Trabaja un año en la cantera, hasta su traslado al kommando de Ebensee. Los aliados están destruyendo la industria del III Reich y Hitler ha decidido producir bajo tierra. Perforan y vuelan túneles, construyendo una gran mina en la que seguir fabricando muerte.
Marcial, además del catalán, su lengua materna, habla español, francés, alemán, italiano y algo de ruso, así que lo utilizan de traductor. Los aliados están ya muy cerca y el comandante de Ebensee, Anton Ganz, tiene una brillante idea: meter a todos los prisioneros en los túneles y dinamitarlos con ellos dentro para hacer desaparecer su rastro. Gracias a la red de resistencia del campo, el plan llega a oídos de los traductores.
Ganz ordena a los traductores que digan a los presos que toca ir a los túneles a trabajar. Los traductores deciden jugársela y comunican a sus compañeros que vuelvan a los barracones hasta nueva orden. Todos obedecen. Los alemanes no entienden qué está pasando y no reaccionan.
Marcial y los otros traductores marchan también hacia los barracones agachando la cabeza esperando a que les empiecen a ametrallar en cualquier momento. Pero no suena ni un disparo, las SS en pleno ya han empezado a abandonar el campo a toda prisa, no los vayan a pillar los americanos.
A algunos, efectivamente, no los pillan nunca. Anton Ganz, 20.000 muertos bajo su mando, vivió bajo nombre falso hasta su detención en 1967. Sólo pasó ocho meses en prisión y fue eludiendo juicios hasta morir plácidamente en su cama. Pero vamos al lado positivo. El 6 de mayo de 1945, Ebensee es el último campo de concentración liberado. Marcial Mayans y sus compañeros traductores han salvado con su gesto 18.000 vidas.
De vuelta a Francia se reencuentra con Olga, la muchacha a la que conoció mientras la II República se desmoronaba sepultando sueños. Deciden vivir juntos y amarse. Así lo hicieron, y eso que Marcial se la volvió a jugar yéndose con el maquis a luchar contra Franco, pasando armas por la frontera y realizando algún sabotaje hasta acabar rendido a la evidencia. Marcial instala definitivamente su vida en Perpignan, mientras en España es juzgado en ausencia y condenado a 20 años de prisión.
Marcial Mayans, determinante en el descubrimiento de la impostura de Enric Marco, continuó dando testimonio en escuelas e institutos. En 2009 vería publicadas sus memorias en catalán tras dos ediciones en francés, ‘Testimoniatges i memòries (1936-1945): una nit tan llarga’ (Memòria del segle XX). Dos años antes de su muerte, el Gobierno francés le concedía la Legión de Honor, la más alta condecoración del Estado, y colocaba una estela de memoria frente en su casa para recordar su lucha y sacrificio por la Humanidad. Aquí abajo los buhoneros de la transición gasearon su memoria y a menudo pareciera que el Gobierno del Reino preferiría mandar los ideales de esos viejos combatientes al fondo de un túnel y dinamitarlo para sepultarlos en el olvido.
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