3/05/2023
Las comunidades resisten a la amenaza de la multinacional sudafricana AngloGold Ashanti de convertir su territorio en un distrito megaminero |
Por María Fernanda Montoya “Yo defiendo mi Suroeste porque es la tierra que vio nacer a mis abuelos, a mis padres y a mis hijos. Defiendo la tierra. Debemos cuidarla porque es la que nos da nuestra alimentación. No conozco a la primera persona que diga que se va a comer un pedacito de celular, o que se va a comer un pedacito de carro. Necesitamos la tierra, necesitamos nuestras aguas, defendamos la Naturaleza”. Ella es Marleny Tamayo, campesina de la vereda La Soledad, ubicada en el municipio de Jericó, Suroeste Antioqueño, Colombia. Habla en uno de los cientos de videos que recogimos y publicamos en el año 2020, como parte de la campaña Salvemos al Suroeste. Hace más de una década la minera sudafricana AngloGold Ashanti llegó a este territorio. Sobrevoló la región diciendo que realizaban estudios para mejorar las prácticas agrícolas. Mentían. Buscaban oro y lo encontraron: cinco yacimientos. El primero en el que se concentraron fue Nuevo Chaquiro, su intención: desarrollar el proyecto minero Quebradona, que tendría un radio de afectación que se extendería por los municipios cafeteros de Jericó y Támesis, en la Cordillera Occidental de los Andes colombianos. En diciembre de 2018 la Corte Constitucional, en su sentencia SU-095, invalidó las consultas populares, mecanismos de participación que tenían las comunidades para decidir si querían o no actividades como la explotación de hidrocarburos en sus territorios. Entre 2013 y 2018 se realizaron diez consultas populares en el país, 150 quedaron pendientes. El 26 de marzo de 2017, 6.165 personas del municipio de Cajamarca, en el Tolima, respondieron que no querían la minería a gran escala en su territorio, solo 76 respondieron que sí. La empresa multinacional que rechazaron era la misma que hoy pretende explotar el subsuelo de Jericó. Sin esta herramienta de participación, las comunidades del Suroeste Antioqueño solo tenían su voz para proteger sus vocaciones. A inicios de 2019 y sin tener idea de lo que significaba hacer activismo, nos sumamos a la causa de la defensa y a quienes llevaban años cuidando las montañas. Tres años antes habíamos hecho la película Jericó, el infinito vuelo de los días (Catalina Mesa, 2016), que retrataba el femenino íntimo de seis encantadoras mujeres del pueblo. Lo que fueron aplausos, festivales, sonrisas y canciones de abuelos, se convirtieron en cifras de amenazas al paisaje: 38 años de explotación minera, un hundimiento de 73 hectáreas de tierra (algo así como 90 canchas de fútbol), extracción de 130 millones de toneladas de material, 17.000 por día, que contendrían oro, plata, cobre y molibdeno. Picar montañas con el argumento de la transición energética y las regalías. Despertar a la bella para luchar contra la bestia Aceptamos el llamado de las familias campesinas, vecinas de las protagonistas de la película, para movilizar a la opinión pública y sumar fuerza para tratar de frenar la posible devastación. Nos juntamos a conversar y a entender la amenaza: indígenas, campesinxs, empresarixs, gobernantes, jóvenes, emprendedorxs, científicxs, artistas, querientes y amigxs del Suroeste. La balanza se inclinó hacia la vida. Organizamos la primera campaña de comunicación que articuló todas estas voces, apoyada en argumentos técnicos sobre la inconveniencia del proyecto y en los principios de la no violencia. Videos como el de Marleny empezaron a circular por las redes de Salvemos al Suroeste para exigirle al Gobierno una revisión exhaustiva del estudio de impacto ambiental de la minera, que para ese entonces ya había solicitado su licencia de explotación, ante la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA). Nos hicimos terceros intervinientes del proceso, desarrollamos estudios independientes para cotejar la información de la minera, hablamos en medios de comunicación locales y nacionales, buscamos a la comunidad internacional y, cuando nos sentimos más tristes, desprotegidas y agotadas, decidimos que nuestra energía también debía gestar una propuesta: despertar a la bella para enfrentar a la bestia. Si la minería a gran escala era lo que NO queríamos para nuestro territorio, qué era lo que SÍ queríamos: la regeneración. Transitar hacia modelos de desarrollo que pongan la Vida en el centro. Dar un salto de conciencia, preguntarnos por nuestra relación con la Naturaleza, la que habitamos y la que somos, pulir esa relación, cuidarla y contagiar de ese espíritu a nuestros círculos de influencia. Entonces fundamos un movimiento: Visión Suroeste y su Red de Regeneradorxs, 45 proyectos productivos que caminan hacia la regeneración (...) |
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