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Una de las imágenes contenidas en el libro de Monserrat Llor recientemente publicado por Crítica: 'Atrapados'
Atrapados...
entre dos guerras, una que acabó y otra que estaba por empezar.
Atrapados entre muros, los de los penales y cárceles del franquismo. Atrapados.
Ese el título del libro en el que la periodista Monserrat Llor recoge
los últimos testimonios de personas que sufrieron en carne propia las
consecuencias de la derrota violenta de la Segunda República,
de cuya proclamación el 14 de abril se cumplieron 85 años, además de
los 80 del golpe de Estado militar (17-18 de julio de 1936) que quiso
derrocar al gobierno legítimo de la Segunda República y cuyo fracaso
supuso el inicio de la Guerra Civil en España.
Atrapados. Guerra Civil y represión. Hablan las víctimas de Franco (Crítica). Muchos de quienes participan en este libro eran todavía jóvenes, incluso apenas adolescentes, cuando empuñaron el fusil para alistarse voluntarios a la lucha. La entrevistada de mayor edad, una profesora de niños de la guerra en la Unión Soviética, nació en 1913; el más joven, en 1930. Hoy nonagenarios e incluso centenarios, ofrecen su vida, los recuerdos, los archivos, los documentos y las fotografías. El relato de una vida. La suya, pero también las de una España que vivió aquella guerra: aquella en la 114.000 personas desaparecidas no serán halladas y quedan aún 2.000 fosas comunes aún sin exhumar.
Monserrat Llor fue a buscar a los que todavía viven, a los que son capaces de guarecerse en un relato, a aquellos hombres y mujeres que dan narración a un episodio sin resolver. “Mientras existan muertos en las cunetas, la Guerra Civil será un relato inacabado”, dice Llor en esta entrevista. En 2014 publicó, también en Crítica, Vivos en el averno nazi, donde recopiló la dramática experiencia de los últimos españoles deportados a los campos de concentración nazis.
-Usted ya ha trabajado el tema. Por ejemplo: Vivos en el averno nazi. Con Atrapados retoma la recuperación de testimonios. ¿Su interés se centra en el superviviente o el poder de su relato oral?
-Son historia viva, el relato en primera persona, el testigo directo, el último que nos queda. ¿Cómo se recordará la Guerra Civil o la Segunda Guerra Mundial o la deportación de españoles a los campos nazis cuando no queden testigos? Sí, quedarán las investigaciones, el trabajo arduo de muchos historiadores, pero mientras vivan los protagonistas, hoy nonagenarios y centenarios, considero necesario que, en la medida de sus posibilidades, expresen su testimonio.
-Para ambos libros, Vivos y Atrapados, realicé más de cincuenta entrevistas, algunas aún no publicadas, con supervivientes de las guerras y torturas. Soldados y milicianas en la guerra civil, los últimos aviadores vivos de la II República, niños de la guerra atrapados en la URSS de Stalin durante la invasión de Hitler en la segunda guerra mundial, acorralados en la batalla de Stalingrado…
-Mencióneme una de esas historias, la que la haya marcado más.
-Es indescriptible sentarse frente a una mujer como Teresa Alonso que vivió tantas facetas: los bombardeos de la guerra civil, observó la destrucción de Guernika, fue niña de la guerra en la URSS, sobrevivió al Sitio de Leningrado cavando trincheras, levantando barricadas, rescatando a los muertos y heridos en labor humanitaria en las brigadas de jóvenes del Komsomol, huyó de las bombas nazis por las montañas del Cáucaso, adoptó durante veinte años la Unión Soviética como su segunda patria hasta regresar a una España franquista que la investigó. ¿Puede alguien permanecer indiferente a su descripción, a su vivencia? Estoy convencida de que no.
-¿Cuál es el rasgo más en común que halló en aquellos que sobrevivieron?
-Los que se quedaron en España durante la Guerra Civil, en muchos casos, eran jóvenes que fueron a la guerra con 16 años, fusil en mano. Esto hoy es impensable, pero ellos lo cuentan, cómo lucharon, cómo fueron presos, represaliados, cómo fue su paso por las cárceles franquistas, en condiciones inhumanas, durante largos años tras perder la guerra. Son una lección de vida y de supervivencia. Veo en cada uno de ellos a nuestros abuelos y veo también a muchos jóvenes impresionados y atentos cuando escuchan sus historias estremecedoras. Estamos llegando a la cuarta generación.
-Cierto, pero el relato, si no se expresa, si no se transmite, también desaparece, se extingue. En mi caso, todas las entrevistas son directas, frente a los protagonistas, grabadas y registradas, un trabajo de campo de muchas horas, días, semanas, incluso meses, que obliga a la recuperación y el análisis de los testimonios, de su entorno. La historia oral, como método de investigación histórica utilizable para el estudio de la historia contemporánea reciente, es un instrumento eficaz para dar la voz a los excluidos de las verdades oficiales de los vencedores, en este caso de la Guerra Civil, que ni la Transición, ni los pactos que condujeron a la Ley de Amnistía de 1977, ni los modernos avances historiográficos en el conocimiento de la Guerra Civil y la represión posterior han podido acallar.
-Los relatos de Atrapados están estructurados en tres bloques. Tierra (soldados y milicianas en el frente; presos en las cárceles franquistas), por Mar (niños de la guerra en la URSS) y por Aire (últimos aviadores de la II República). ¿Por qué?
-Son testimonios muy diferentes, pero les une la necesidad de contar, de recordar, están en una lucha permanente contra el tiempo porque saben que son los últimos de su generación. Antaño les unió su juventud, la lucha por unos ideales que hoy, consideran, no existen, se han transformado. Ninguno olvida su pasado, ni individual ni colectivamente; es más, desean contarlo, transmitirlo a los jóvenes, que su mensaje siga vivo. Conocerles en persona y abrir el baúl de sus recuerdos es una tarea apasionante tanto por lo que cuentan como por cómo lo cuentan: temor a los bombardeos, el miedo a los asaltos, a la requisa de su comercio, a las delaciones durante la posguerra pues un coche negro fue a buscar a mi abuelo acusado de comunista cuando no tenía militancia política ni sindical alguna.
-Atrapados… entre dos guerras. La segunda guerra mundial que sucedió a la Civil Española. De esos supervivientes, ¿cuáles han realmente cicatrizado la destrucción, la persecución política?
-Creo que la mejor respuesta a esta pregunta será recordar el pensamiento de la poetisa Ángeles García-Madrid, fallecida en Madrid a los 97 años, compañera de presidio de las Trece Rosas en la cárcel de mujeres de Ventas. Al respecto dijo algo sumamente significativo: ‘Con los años, todos aquellos horrores y miedos pueden llegar a superarse, pero sólo de forma relativa, porque el trauma, en el momento menos pensado, puede volver e invadir la mente, regresar súbitamente a un pasado estremecedor’. En las víctimas, en los represaliados durante el franquismo, se evidencia el dolor del recuerdo, ahogado por el paso de los años, que despierta, no tanto al hablar y revivir la guerra, puesto que entonces aún luchaban con esperanza, sino ante la derrota, la pérdida, la humillación, la impotencia.
-En las entrevistas he percibido que existe muchas veces el momento del llanto y de la rabia, las dos emociones más comunes, siempre contenidas, especialmente en aquellos que vivieron la muerte de compañeros o familiares durante el conflicto, o la represión en los años consecutivos a la derrota, en un ambiente hostil donde imperaba el miedo y la delación. Esta explosión de emociones me hizo ver que, a pesar de haber superado aparentemente el pasado, la destrucción y la persecución puesto que tenían que seguir adelante, las heridas siguen allí, invisibles, pero enquistadas.
-Los sentimientos del vencido son una herencia, sin duda: de padres a hijos. Tienen algo de aire de familia.
-El epílogo de Atrapados consulté con varios especialistas, médicos, psicoanalistas, docentes, psicobiólogos. Coinciden en la transmisión del trauma a los hijos, pero también en terceras y ya incluso en cuartas generaciones. El método de la Historia Oral ayuda también a entender algunos procesos traumáticos en estas personas. Coinciden en que, al contrario que los vencedores, que sí pudieron superar sus traumas y ensalzar a sus caídos, los vencidos de nuestra guerra civil no superaron estas experiencias porque se vieron inmersos en un ambiente hostil que les estigmatizó.
-Para algunos, este tema resulta excesivo. ¿Hablamos lo suficiente de la Guerra Civil?
-Y yo pregunto ¿hablamos lo suficiente del padecimiento de los vencidos de la guerra? Atrapados no contiene meras biografías, sino experiencias, sentimientos y opiniones de otros acontecimientos actuales como la situación de los refugiados sirios en la actualidad. Los entrevistados también huyeron de una guerra, se identifican y opinan. Mujeres como Ángeles Flórez Peón, conocida como Maricuela, después de años de presidio, libertad condicional, destierro fuera de su ciudad de residencia habitual, huyó a Francia con su bebé en brazos. Ahora existe un claro empuje mediático sobre la Guerra Civil, se cumplen los 80 años del inicio del conflicto y los 85 de la proclamación de la segunda República. ¿Perdurará en el tiempo este interés? ¿Ocurrirá lo mismo cuando no exista una efeméride?
-Para muchos españoles la Guerra Civil ha pasado a la historia. Permanece el recuerdo de la gran deshumanización por parte del contrario, de la violencia del vencedor. Pero mientras existan muertos en las cunetas, silencio en las familias y no se hable directamente sobre lo que fue la feroz represión franquista, sobre lo que aconteció en el seno de las familias, será un relato inacabado. Alguien me dijo “nos han hurtado la historia”. No ha habido jamás perdón ni reparación. Tampoco el proceso democratizador ayudó a cerrar las heridas, la élite política procedente de la dictadura se esforzó por olvidar los crímenes y la represión en aras de la construcción de una nueva España. No se exigieron responsabilidades por los más de 114.000 personas desaparecidas, ni los más de 30.000 niños robados, ni por las más de 2.000 fosas comunes aún sin exhumar. De ello dio cuenta un informe emitido por la Organización de las Naciones Unidas, el grupo de trabajo sobre las Desapariciones Forzadas e Involuntarias que ha recordado que los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles. Hoy, se sigue reclamando la restitución, el reconocimiento de las víctimas y la recuperación de la memoria histórica.
-Las mujeres, ¿padecieron más crueldad tanto en las cárceles como en la guerra por su condición? ¿Qué fue peor, la tortura franquista o la guerra? ¿Es cierto que poquísimas contaron lo ocurrido porque no se les creía? ¿Cómo afectó esto unas posibles denuncias al respecto?
Todos sufrieron ante tanta crueldad. Pero dentro de los penales, las mujeres tuvieron que soportar el dolor por los hijos, a veces arrancados de su lado, otras enfermando o falleciendo a consecuencia de la miseria en que se encontraban. Este fue el gran drama para las que fueron madres. Una Orden de 30 de marzo de 1940 permitía a las reclusas el derecho a amamantar a sus hijos en las prisiones hasta cumplir los tres años, después serían separados. Muchos fueron dados en adopciones irregulares de las cuales no quedan más que algunos testimonios orales; otros, serían carne de hospicio, irían a algunas de las escuelas religiosas, hospicios o asilos bajo la tutela del Estado. Otro aspecto sería el escaso apoyo masculino que las presas recibieron desde el exterior porque los hombres, por lo general maridos o hermanos, se encontraban presos, fusilados o exiliados.
-¿Qué aprendió España del franquismo? (Se lo pregunto en lo que a la producción de un relato colectivo supone)
-Por lo general, todos los entrevistados coinciden en la necesidad de que los jóvenes sepan que fue un régimen criminal, que fue aliado con el nazismo hasta el final de la segunda guerra mundial, cuando fueron derrotadas las fuerzas del Eje. Insisten en la necesidad de un proceso de reparación y reconocimiento por los crímenes de lesa humanidad que se cometieron. Por lo general brotan cuatro palabras necesarias en sus discursos: democracia, libertad, respeto y dignidad. Abogan por no olvidar algo de nuestra historia que, a pesar de hundir sus raíces ochenta años atrás, perdura en nuestras familias como algo reciente. Es preciso no olvidar.
Atrapados. Guerra Civil y represión. Hablan las víctimas de Franco (Crítica). Muchos de quienes participan en este libro eran todavía jóvenes, incluso apenas adolescentes, cuando empuñaron el fusil para alistarse voluntarios a la lucha. La entrevistada de mayor edad, una profesora de niños de la guerra en la Unión Soviética, nació en 1913; el más joven, en 1930. Hoy nonagenarios e incluso centenarios, ofrecen su vida, los recuerdos, los archivos, los documentos y las fotografías. El relato de una vida. La suya, pero también las de una España que vivió aquella guerra: aquella en la 114.000 personas desaparecidas no serán halladas y quedan aún 2.000 fosas comunes aún sin exhumar.
Monserrat Llor fue a buscar a los que todavía viven, a los que son capaces de guarecerse en un relato, a aquellos hombres y mujeres que dan narración a un episodio sin resolver. “Mientras existan muertos en las cunetas, la Guerra Civil será un relato inacabado”, dice Llor en esta entrevista. En 2014 publicó, también en Crítica, Vivos en el averno nazi, donde recopiló la dramática experiencia de los últimos españoles deportados a los campos de concentración nazis.
-Usted ya ha trabajado el tema. Por ejemplo: Vivos en el averno nazi. Con Atrapados retoma la recuperación de testimonios. ¿Su interés se centra en el superviviente o el poder de su relato oral?
-Son historia viva, el relato en primera persona, el testigo directo, el último que nos queda. ¿Cómo se recordará la Guerra Civil o la Segunda Guerra Mundial o la deportación de españoles a los campos nazis cuando no queden testigos? Sí, quedarán las investigaciones, el trabajo arduo de muchos historiadores, pero mientras vivan los protagonistas, hoy nonagenarios y centenarios, considero necesario que, en la medida de sus posibilidades, expresen su testimonio.
"Para ambos libros, Vivos y Atrapados, realicé más de cincuenta entrevistas, algunas aún no publicadas, con supervivientes de las guerras y torturas"-¿Con cuántas personas ha conversado a lo largo de las dos investigaciones, la del libro anterior y esta?
-Para ambos libros, Vivos y Atrapados, realicé más de cincuenta entrevistas, algunas aún no publicadas, con supervivientes de las guerras y torturas. Soldados y milicianas en la guerra civil, los últimos aviadores vivos de la II República, niños de la guerra atrapados en la URSS de Stalin durante la invasión de Hitler en la segunda guerra mundial, acorralados en la batalla de Stalingrado…
-Mencióneme una de esas historias, la que la haya marcado más.
-Es indescriptible sentarse frente a una mujer como Teresa Alonso que vivió tantas facetas: los bombardeos de la guerra civil, observó la destrucción de Guernika, fue niña de la guerra en la URSS, sobrevivió al Sitio de Leningrado cavando trincheras, levantando barricadas, rescatando a los muertos y heridos en labor humanitaria en las brigadas de jóvenes del Komsomol, huyó de las bombas nazis por las montañas del Cáucaso, adoptó durante veinte años la Unión Soviética como su segunda patria hasta regresar a una España franquista que la investigó. ¿Puede alguien permanecer indiferente a su descripción, a su vivencia? Estoy convencida de que no.
-¿Cuál es el rasgo más en común que halló en aquellos que sobrevivieron?
-Los que se quedaron en España durante la Guerra Civil, en muchos casos, eran jóvenes que fueron a la guerra con 16 años, fusil en mano. Esto hoy es impensable, pero ellos lo cuentan, cómo lucharon, cómo fueron presos, represaliados, cómo fue su paso por las cárceles franquistas, en condiciones inhumanas, durante largos años tras perder la guerra. Son una lección de vida y de supervivencia. Veo en cada uno de ellos a nuestros abuelos y veo también a muchos jóvenes impresionados y atentos cuando escuchan sus historias estremecedoras. Estamos llegando a la cuarta generación.
"El relato, si no se expresa, si no se transmite, también desaparece, se extingue", explica la periodista-Lo anterior conecta con la capacidad de la historia oral como documento. Los relatos, a diferencia de los documentos oficiales, no se pueden hacer desaparecer, ni borrar, ni destruir. Hábleme de ello.
-Cierto, pero el relato, si no se expresa, si no se transmite, también desaparece, se extingue. En mi caso, todas las entrevistas son directas, frente a los protagonistas, grabadas y registradas, un trabajo de campo de muchas horas, días, semanas, incluso meses, que obliga a la recuperación y el análisis de los testimonios, de su entorno. La historia oral, como método de investigación histórica utilizable para el estudio de la historia contemporánea reciente, es un instrumento eficaz para dar la voz a los excluidos de las verdades oficiales de los vencedores, en este caso de la Guerra Civil, que ni la Transición, ni los pactos que condujeron a la Ley de Amnistía de 1977, ni los modernos avances historiográficos en el conocimiento de la Guerra Civil y la represión posterior han podido acallar.
-Los relatos de Atrapados están estructurados en tres bloques. Tierra (soldados y milicianas en el frente; presos en las cárceles franquistas), por Mar (niños de la guerra en la URSS) y por Aire (últimos aviadores de la II República). ¿Por qué?
-Son testimonios muy diferentes, pero les une la necesidad de contar, de recordar, están en una lucha permanente contra el tiempo porque saben que son los últimos de su generación. Antaño les unió su juventud, la lucha por unos ideales que hoy, consideran, no existen, se han transformado. Ninguno olvida su pasado, ni individual ni colectivamente; es más, desean contarlo, transmitirlo a los jóvenes, que su mensaje siga vivo. Conocerles en persona y abrir el baúl de sus recuerdos es una tarea apasionante tanto por lo que cuentan como por cómo lo cuentan: temor a los bombardeos, el miedo a los asaltos, a la requisa de su comercio, a las delaciones durante la posguerra pues un coche negro fue a buscar a mi abuelo acusado de comunista cuando no tenía militancia política ni sindical alguna.
-Atrapados… entre dos guerras. La segunda guerra mundial que sucedió a la Civil Española. De esos supervivientes, ¿cuáles han realmente cicatrizado la destrucción, la persecución política?
-Creo que la mejor respuesta a esta pregunta será recordar el pensamiento de la poetisa Ángeles García-Madrid, fallecida en Madrid a los 97 años, compañera de presidio de las Trece Rosas en la cárcel de mujeres de Ventas. Al respecto dijo algo sumamente significativo: ‘Con los años, todos aquellos horrores y miedos pueden llegar a superarse, pero sólo de forma relativa, porque el trauma, en el momento menos pensado, puede volver e invadir la mente, regresar súbitamente a un pasado estremecedor’. En las víctimas, en los represaliados durante el franquismo, se evidencia el dolor del recuerdo, ahogado por el paso de los años, que despierta, no tanto al hablar y revivir la guerra, puesto que entonces aún luchaban con esperanza, sino ante la derrota, la pérdida, la humillación, la impotencia.
"Existe el dolor del recuerdo, que despierta, no tanto al hablar de la guerra, sino ante la derrota, la pérdida, la humillación, la impotencia"- ¿Las heridas de la memoria no se curan?
-En las entrevistas he percibido que existe muchas veces el momento del llanto y de la rabia, las dos emociones más comunes, siempre contenidas, especialmente en aquellos que vivieron la muerte de compañeros o familiares durante el conflicto, o la represión en los años consecutivos a la derrota, en un ambiente hostil donde imperaba el miedo y la delación. Esta explosión de emociones me hizo ver que, a pesar de haber superado aparentemente el pasado, la destrucción y la persecución puesto que tenían que seguir adelante, las heridas siguen allí, invisibles, pero enquistadas.
-Los sentimientos del vencido son una herencia, sin duda: de padres a hijos. Tienen algo de aire de familia.
-El epílogo de Atrapados consulté con varios especialistas, médicos, psicoanalistas, docentes, psicobiólogos. Coinciden en la transmisión del trauma a los hijos, pero también en terceras y ya incluso en cuartas generaciones. El método de la Historia Oral ayuda también a entender algunos procesos traumáticos en estas personas. Coinciden en que, al contrario que los vencedores, que sí pudieron superar sus traumas y ensalzar a sus caídos, los vencidos de nuestra guerra civil no superaron estas experiencias porque se vieron inmersos en un ambiente hostil que les estigmatizó.
-Para algunos, este tema resulta excesivo. ¿Hablamos lo suficiente de la Guerra Civil?
-Y yo pregunto ¿hablamos lo suficiente del padecimiento de los vencidos de la guerra? Atrapados no contiene meras biografías, sino experiencias, sentimientos y opiniones de otros acontecimientos actuales como la situación de los refugiados sirios en la actualidad. Los entrevistados también huyeron de una guerra, se identifican y opinan. Mujeres como Ángeles Flórez Peón, conocida como Maricuela, después de años de presidio, libertad condicional, destierro fuera de su ciudad de residencia habitual, huyó a Francia con su bebé en brazos. Ahora existe un claro empuje mediático sobre la Guerra Civil, se cumplen los 80 años del inicio del conflicto y los 85 de la proclamación de la segunda República. ¿Perdurará en el tiempo este interés? ¿Ocurrirá lo mismo cuando no exista una efeméride?
"Y yo pregunto ¿hablamos lo suficiente del padecimiento de los vencidos de la guerra? Atrapados no contiene meras biografías"-¿Está archivada y enterrada la Guerra Civil? Usted asegura que no tras hablar con estas personas. La pregunta es, ¿por qué?
-Para muchos españoles la Guerra Civil ha pasado a la historia. Permanece el recuerdo de la gran deshumanización por parte del contrario, de la violencia del vencedor. Pero mientras existan muertos en las cunetas, silencio en las familias y no se hable directamente sobre lo que fue la feroz represión franquista, sobre lo que aconteció en el seno de las familias, será un relato inacabado. Alguien me dijo “nos han hurtado la historia”. No ha habido jamás perdón ni reparación. Tampoco el proceso democratizador ayudó a cerrar las heridas, la élite política procedente de la dictadura se esforzó por olvidar los crímenes y la represión en aras de la construcción de una nueva España. No se exigieron responsabilidades por los más de 114.000 personas desaparecidas, ni los más de 30.000 niños robados, ni por las más de 2.000 fosas comunes aún sin exhumar. De ello dio cuenta un informe emitido por la Organización de las Naciones Unidas, el grupo de trabajo sobre las Desapariciones Forzadas e Involuntarias que ha recordado que los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles. Hoy, se sigue reclamando la restitución, el reconocimiento de las víctimas y la recuperación de la memoria histórica.
-Las mujeres, ¿padecieron más crueldad tanto en las cárceles como en la guerra por su condición? ¿Qué fue peor, la tortura franquista o la guerra? ¿Es cierto que poquísimas contaron lo ocurrido porque no se les creía? ¿Cómo afectó esto unas posibles denuncias al respecto?
Todos sufrieron ante tanta crueldad. Pero dentro de los penales, las mujeres tuvieron que soportar el dolor por los hijos, a veces arrancados de su lado, otras enfermando o falleciendo a consecuencia de la miseria en que se encontraban. Este fue el gran drama para las que fueron madres. Una Orden de 30 de marzo de 1940 permitía a las reclusas el derecho a amamantar a sus hijos en las prisiones hasta cumplir los tres años, después serían separados. Muchos fueron dados en adopciones irregulares de las cuales no quedan más que algunos testimonios orales; otros, serían carne de hospicio, irían a algunas de las escuelas religiosas, hospicios o asilos bajo la tutela del Estado. Otro aspecto sería el escaso apoyo masculino que las presas recibieron desde el exterior porque los hombres, por lo general maridos o hermanos, se encontraban presos, fusilados o exiliados.
-¿Qué aprendió España del franquismo? (Se lo pregunto en lo que a la producción de un relato colectivo supone)
-Por lo general, todos los entrevistados coinciden en la necesidad de que los jóvenes sepan que fue un régimen criminal, que fue aliado con el nazismo hasta el final de la segunda guerra mundial, cuando fueron derrotadas las fuerzas del Eje. Insisten en la necesidad de un proceso de reparación y reconocimiento por los crímenes de lesa humanidad que se cometieron. Por lo general brotan cuatro palabras necesarias en sus discursos: democracia, libertad, respeto y dignidad. Abogan por no olvidar algo de nuestra historia que, a pesar de hundir sus raíces ochenta años atrás, perdura en nuestras familias como algo reciente. Es preciso no olvidar.
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