Pedro Medina: «Los modelos locales son muy valiosos y hay que trabajarlos más»
El empresario dejó su lujoso piso de Bogotá para vivir con lo mínimo en un pequeño pueblo de Colombia
El empresario dejó su lujoso piso de Bogotá para vivir con lo mínimo en un pequeño pueblo de Colombia
Desde luego, todo esto (sobre todo esto último), tiene muy poco que ver con McDonald’s, gigante indiscutible mundial de comida cárnica y rápida. ¿Qué le puede provocar a una persona dar semejante giro a su vida y dejar las comodidades de la clase más alta colombiana para arrojarse a los estratos más bajos? Pues perder un tornillo. O casi. Medina había sido operado de una aneurisma y, después de abrirle la cabeza y sellársela de nuevo, los médicos dejaron un tornillo mal fijado. Eso le provocó un agudo dolor de cabeza durante un estresante viaje de negocios en avión, y lo puso a las puertas de la muerte. Una situación en la que uno suele hacer balance de su vida. Ahí se dio cuenta, el empresario, de que lo que hacía no le motivaba lo más mínimo.
Poco antes del percance, había impartido clase de estrategia a futuros administradores de empresas y economistas, en la Universidad de los Andes. Corría 1999, cinco años después de expandir MacDonad’s por su país. Colombia atravesaba una de sus mayores recesiones económicas, el narcotráfico campaba a sus anchas, las guerrillas de los paramilitares tenían a la sociedad en un vilo constante. Hace poco describía aquella escena a la cadena CNN: «Les pregunté a mis estudiantes cuántos de ellos se veían en Colombia en cinco años. Eran casi 40 y solo 12 contestaron afirmativamente. Le pregunté al resto qué era lo que pasaba, me respondieron con otra pregunta: qué razones había para quedarse en el país. No supe qué responderles».
En 2001 se propuso por fin cambiar de vida. Renunció un año después a la dirección de McDonald’s en Colombia, y tuvo la suerte de que la empresa le prolongó dos años más como consultor externo, lo que palió su aterrizaje en una vida totalmente distinta y, sobre todo, más difícil. En ese tiempo, montó una fundación, y ahora se dedica a dar charlas por todo el mundo, en las que plantea otro significado para la palabra éxito y, sobre todo, enseña a creer en Colombia, en sus valores intrínsecos, fuera de las multinacionales extranjeras que allí se implantan.
Sus declaraciones a CNN dejan claras las motivaciones de su ruptura con su vida anterior, y dan que pensar sobre lo que, en la sociedad actual, hemos decidido (o más bien, nos han impuesto) lo que significa la felicidad: «Los modelos locales son muy valiosos y hay que trabajarlos más. Ya no como carne roja, ni siquiera tomo gaseosa. Y vivo una vida muy rica, vivo una vida muy diferente en la que ya no pienso que el modelo foráneo sea lo máximo». Y remata: «Creo que hoy la palabra éxito está demasiado trillada, muchas veces implica competir con otros, mi éxito a costa de tu fracaso, pero el planeta está demasiado recalentado para seguir buscando más y más éxito, todo el tiempo. La gente me pregunta cuántas hectáreas tengo acá y cuando les digo que solo una me dice que compre más. Pero no quiero. Una es más que suficiente».
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OTRA COSA: Las vírgenes, la avioneta y el pazo de Meirás, de #MariaToca
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