En España también ocurre, desde luego. El mismo Steve Bannon, soporte de Donald Trump en su ascenso a la Casa Blanca, pasó a asesorar a los ultraderechistas españoles en alianzas y estrategias. Bannon, terminó siendo, lo era ya, un timador condenado por aprovecharse de los embaucados. Y Trump, en su último día al mando, le concedió el indulto. Steve Bannon se vino a Europa a montar una red internacional ultra –con éxito menor del que esperaba- e invitó a Pablo Casado, no solo a los obvios. El presidente del PP ha sido soporte del húngaro Orbán y se codea con la extrema derecha europea. Los sesgos ideológicos de Isabel Díaz Ayuso al frente de Madrid, materializados en hechos, tampoco dejan lugar a dudas. Les recuerdo a modo de ejemplo que Ayuso rechazó en noviembre dos millones de euros del Ministerio de Educación para alumnos vulnerables. Y que ha destinado solo un 0,5% del fondo COVID-19 a residencias y pobreza. De los 3.300 millones de euros que recibió del Gobierno, ha consignado a ese fin 17 millones. Estas cosas hay que saberlas para estar bien situado en el suelo que se pisa y para ello al menos hay que contar la verdad. La infodemia, la pandemia de infofalsedades en definición de la OMS, está alterando gravísimamente a la sociedad.
Gracias a la estrategia de declaraciones escándalo y promoción de Ayuso, hay multitud de personas en España convencidas de que existe una campaña contra ella, que es una brillante gestora y hasta de que su hospital Zendal de los horrores funciona. Que a Madrid el malvado gobierno "socialcomunista" no le da vacunas por pura rabia. Sí, existen seres capaces de creerlo, porque confían en quienes se lo cuentan, en los medios de la desinformación y en las cadenas de WhatsApp de sus amigos. Se apuntan hasta a insultar a los sanitarios que protestan en Madrid, enardecidos por los presentadores que cada día dan "repasos" y "zascas" al Gobierno. Lo mismo ha ocurrido con Trump y seguramente con los húngaros o polacos de los fascismos del siglo XXI. Hay que tener una pasta proclive, especialmente en la cabeza, pero ocurre (...)
La tolerancia con los fascismos tiene consecuencias. Nada se construye sobre el barro de la mentira. Y menos de las labradas a conciencia para derruir y sacar provecho. A la libertad de expresión de la que goza el fascismo para promocionar la destrucción, debemos oponer y exigir el derecho de los ciudadanos a que los poderes democráticos nos defiendan.
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OTRA COSA: Terminar un año, empezar un año, de Marisa Peña y+
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