CTXT.ES Jacques Rancière 22/01/2021
La obstinación en negar no es la seña distintiva de las mentes atrasadas, sino una variante de la racionalidad dominante. La cultura del odio no es el efecto de capas sociales desheredadas, sino un producto del funcionamiento de nuestras instituciones
Reflexiones sobre el final de la presidencia de Donald TrumpTras el asalto al Capitolio, puede resultar sorprendente ver cómo los seguidores de Trump se empeñan en negar los hechos hasta el punto de sumirse en una violencia fanática. Algunos los perciben como mentes crédulas engañadas por fake news. Pero ¿cómo es posible seguir creyendo en esta fábula cuando vivimos en un mundo en el que sobreabundan la información y los comentarios que ‘desencriptan’ la información? En realidad, nadie rechaza la evidencia porque sea estúpido, sino para demostrar que es inteligente. Es el signo de una perversión inscrita en la estructura misma de nuestra razón.
Algunos querrían seguir aferrados a la vieja tabla de salvación: quienes no quieren reconocer los hechos serían ignorantes mal informados o mentes crédulas engañadas por fake news. Es la visión idílica clásica de un pueblo cándido que se dejaría engañar por simpleza intelectual y al que solamente habría que enseñar a informarse sobre los hechos y a juzgarlos con espíritu crítico. Pero ¿cómo es posible seguir creyendo en esta fábula de la ingenuidad popular cuando vivimos en un mundo en el que abundan y sobreabundan, al alcance de cualquiera, los medios de información, los medios para verificar la información y los comentarios que ‘desencriptan’ la información?
Conviene, pues, invertir el argumento: nadie rechaza la evidencia porque sea estúpido, sino para demostrar que es inteligente. Y la inteligencia, como se sabe, consiste en desconfiar de los hechos y en preguntarse para qué sirve esa enorme masa de información que cada día se descarga sobre nosotros. A lo que se responde diciendo que sirve evidentemente para engañar a la gente, pues lo que se muestra a la vista de todo el mundo suele estar ahí para encubrir la verdad, que hay que saber descubrir oculta bajo la apariencia falaz de los hechos dados
La fuerza de esta respuesta estriba en que satisface al mismo tiempo a los más fanáticos y a los más escépticos. Uno de los rasgos destacables de la nueva extrema derecha es el lugar que ocupan en ella las teorías conspiratorias y negacionistas, que presentan aspectos delirantes, como la teoría del gran complot internacional de pedófilos. Pero, en última instancia, este delirio no es sino la forma extrema de un tipo de racionalidad generalmente valorado en nuestras sociedades: aquel que exhorta a ver en cada hecho particular la consecuencia de un orden global y a resituarlo en la red causal de conjunto que lo explica y lo acaba revelando como algo muy diferente de lo que parecía ser en un principio.(...)
La pasión a la que apela Trump no tiene nada de misterioso: es la pasión de la desigualdad, que permite tanto a los ricos como a los pobres encontrar una multitud de inferiores sobre los que afirmar su superioridad a cualquier precio. En efecto, siempre existe una superioridad de la que participar: la superioridad de los hombres sobre las mujeres, de las mujeres blancas sobre las mujeres negras, de los trabajadores sobre los parados, de aquellos que trabajan en los empleos del futuro sobre los demás, de quienes tienen un buen seguro sobre quienes dependen de la solidaridad pública, de los autóctonos sobre los migrantes, de los nacionales sobre los extranjeros y de los ciudadanos de la nación-madre de la democracia sobre el resto de la humanidad.(...)
Este artículo se publicó originalmente en francés en AOC.
Traducción de Alfredo Sánchez Santiago.
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OTRA COSA: José Luis Sampedro. Aniversario 104 de su nacimiento
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