Los debates epistemológicos de esta España culta y sosegada me tienen sorbido el entendimiento. Cuando todavía estoy clasificando los millardos de folios que hemos dedicado a discernir entre presos políticos y políticos presos, me viene ahora Pablo Iglesias y he de ponerme a calibrar las diferencias entre democracia pequeñita, democracia de medio pelo y democracia plena. Nuestros periódicos de derechas no hablan de otra cosa.
Dentro del gobierno ilegítimo que rige los desatinos de esta democracia plena también hay gran debate. La ministra de Defensa, no se sabe a santo de qué, nos asegura que "hay que sentirse orgullosos de España", y se queda uno pensando si Margarita Robles no estaría mejor situada como seleccionadora de la selección masculina de fútbol. Por su parte, la muy podemita Ione Belarra, a la sazón secretaria de Estado, contesta que "una democracia plena habría dejado de vender armas a Arabia Saudí". Y todo en este plan. El debate es de tan hondo calado filosófico que tenemos a Kierkegaard llorando por las esquinas (...)
En todo caso, si nuestro actual jefe de Estado ha sido traicionado por nuestro anterior jefe de Estado, y aquí no pasa nada, es que no vivimos en una democracia plena. Eso sí que es sedición. Pero no se os ocurra debatir sobre el asunto, pues es algo que no es muy conveniente en una democracia plena. Preguntádselo a Pablo Hasél antes de que lo metan en la cárcel.
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