domingo, 18 de julio de 2021

La patria y la quijada perdida de Caín, de José Manuel Rambla

INFOLIBRE.ES   José Manuel Rambla   13/06/2021

Salvador Garcia GarciaExprésate ✊(ExS)


En las novelas de Galdós los niños madrileños jugaban a la guerra civil. Y en esas seguimos. No hay espacio a salvo de esta afición, que Goya tan bien supo inmortalizar, por transformar los debates nacionales en garrotazos. La tortilla de patatas, propuesta gastronómica que con más consenso asume el adjetivo de española, desatará el más despiadado San Quintín con tan solo nombrar a la cebolla. De los desencuentros por la receta de la paella, ya ni les cuento. Tal es la interiorización de estas actitudes que a nadie le sorprendería si mañana los arqueólogos descubrieran en Atapuerca la quijada perdida de Caín.


España parece como esos archipiélagos condenados a estar separados por lo que les une, en lugar de alegrarse de estar unidos por lo que les separa. O al menos esa es la tradición a la que se aferra con más fuerza la derecha española.👈
Cuanto más confirman la diversidad de sensibilidades que componen la realidad plural de este país, más se empecinan los conservadores en la inamovible defensa de su unidad de destino en lo universal.

Así es desde que el término España comenzó a desplazar ese otro preferido por los antiguos de 'las Españas'. Aquel mismo día irrumpió en el pensamiento conservador la idea de la antiEspaña, que desde Fernando VII no ha dejado de inspirar justificaciones para el palo y tentetieso.

El espíritu de los estatutos de limpieza de sangre fue de este modo asimilado como quintaesencia de una quimérica noción de patria incapaz de asumir otra reacción ante la diversidad que no pase por la amputación de la parte considerada corrupta. Sefarditas y moriscos serían los primeros en sufrirlo, antes incluso de que la patria misma empezara a imaginarse. Desde entonces la obsesión por salvar a España de la antiEspaña ha sido una constante: ”A cualquier precio”, contestó sin vacilar Franco cuando en 1936 le preguntó el periodista norteamericano Jay Allen si eso implicaba fusilar a media España; “no queda más remedio que empezar a fusilar a 26 millones de hijos de puta”, replicará por whatsapp en 2020, como un eco grotesco, el general retirado Francisco Beca.

Este afán por monopolizar las esencias patrias no es, claro, un fenómeno exclusivo de la derecha española. En 1914 los internacionalistas europeos comprobaron trágicamente la facilidad con que las clases trabajadoras asumían el discurso patriótico conservador mientras eran conducidas, animadas por la socialdemocracia establecida, al matadero de la Gran Guerra. Incluso hace pocas semanas hemos visto con estupor cómo cientos de militares franceses hacían velados llamamientos al golpe de estado para frenar a las “hordas” de inmigrantes y pobres. Sin embargo, lo que hace peculiar al caso español es la perseverancia del pensamiento conservador en reservar toda su inquina en exclusiva contra el imaginario enemigo interior (...)

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OTRA COSA: Un día sugiere comer mejor y al siguiente leer más, esto es provocar por provocar

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