ELPAIS.CR Allen Pérez - 15 Junio, 2021
Rogelio Cedeño CastroAmérica en Resistencia
Fue a finales del siglo pasado y a principios del presente que trabajé en
el Perú, formando parte de un equipo estadounidense en derechos
humanos y que evaluaba las secuelas dejadas por el terrorismo insurgente
y el terrorismo de Estado fujimorista. Recuerdo no solamente las conversaciones
tenidas con las víctimas, también las obtenidas con elementos de la clase
empresarial y del gobierno. Fue en Ayacucho donde contribuí a la
investigación citada.
Recuerdo el calor seco, polvoriento, junto al color ladrillo claro
de las edificaciones, que al recorrerlas o al mirarlas desde un área
distancia suscitaban en mí una fantasmagórica ausencia.
No recuerdo la razón por la cual un individuo que se llama Juan
Luis Cipriani Thorne estuvo de primero en mi lista de personajes
a entrevistar. Cuando lo llame para concertar la reunión me dijo:
<<mire, en la curia no, pero vaya a mi casa para la cena,
no se va a perder, ahí donde veas una tanqueta apostada
es donde vivo.>>
Cipriani era a la sazón el arzobispo de Ayacucho (después arzobispo de Lima
y cardenal por obra y gracia de Juan Pablo II), y nunca imaginé siquiera
conocer a un clérigo de contornos decididamente fascistas. Fue su imagen
el contrapunto clásico de un Opus Deis que despreciaba al indígena
y al campesino desde la más ramplona e impúdica condescendencia.
Por otra parte, Cipriani era la alfombra de gala de la dictadura fujimorista.
Jamás podré olvidar el desdén y hasta el encono con el que las élites
limeñas siguen juzgando a los indígenas y a todo lo que oliera a
pueblo, a serranía, a cordillera y a selva. Los burgueses del Perú
nunca salieron, mentalmente, del virreinato, de la memoria esclavista
y del abolengo semifeudal. Para un costarricense de mi generación
este paisaje resultaba chocante, formado uno en una cierta
noción de igualitarismo propio de la tiquicia de entonces y no sé si de hoy.
El desenfreno obsceno, impúdico, que sigue desatándose contra el grito
de millones de peruanos olvidados, arrinconados en el desamparo y el
estigma, hizo que mi memoria de dos décadas atrás constatara hoy
que nada fundamental haya cambiado, para bien del marginado, en
la jurásica sociedad peruana. ¿Podía quedarme indiferente ante tanta
escabrosidad? Y es que esta bronca fue de pe a pa totalmente
desigual, suciamente asimétrica, por temer la oligarquía limeña
perder su privilegiado teléfono con directo acceso a los tentáculos
del poder en la Casa de Gobierno (oficial) o, Casa de Pizarro,
como vergonzantemente podría decirse, para que la gente no olvide
sus abolengos y destierros. Cipriani todavía así lo piensa:
<<todos tenemos el destino marcado>>.
Coincido con el ducho periodista peruano Cesar Hildebrandt que su país
podría partirse en dos (las serranías y amazonias frente al Pacífico
costeño), cada uno con su Estado y su bandera. Hablamos de dos
mundos en extremo diferentes y enfrentados. El costero hegemónico
y excluido el otro. En otras palabras, sobre el tablero la batalla del
momento es entre Lima y las regiones. Ninguna conspiración
“castrochavista” produjo el inesperado fenómeno de don Pedro Castillo.
De hecho esta elección no fue solo para elegir nuevas autoridades,
sino que deberá consignarse como un referéndum donde el Perú
profundo exigió ser partícipe de su propia inclusión en una democracia
que sea real, equitativa, y no tan solo nominal.
Todo apunta a que el maestro don Pedro Castillo Terrones será
oficialmente declarado presidente del Perú. Pero su victoria empieza
cuesta arriba, con un crucigrama político sin resolver, con un Perú
que demanda inclusión y justicia frente al otro Perú que afincado
frente al Pacífico le teme. Empecemos con la composición
del próximo Congreso: Perú Libre, la tolda de don Pedro, tendrá
37 escaños de 130 y su aliado de izquierda, Juntos por el Perú,
contabilizará 5, en un legislativo compuesto por 10 formaciones
políticas. La mayoría relativa de don Pedro no llega siquiera a una
tercera parte del total de representantes. La realidad sobre el campo
de batalla le impone a don Pedro mesura, tacto y prudencia, tejer
hilos para aprobar leyes que honren sus promesas. Don Pedro
ganó las elecciones mas no el poder; sus enemigos le serán rudos
y peligrosos (...)
+ 11 de julio de 2021 Puño en alto
Perú es uno de los países sudamericanos potencialmente más rico y paradójicamente es esa potencialidad la que está haciendo temblar la simiente como país, hasta el punto de estar cerca de convertirlo en un estado fallido. El país que comparte con Chile las principales reservas de cobre del mundo es también el lugar donde un 30,1% de la población, más de tres millones de personas, no llega a tener unos ingresos de 100 dólares por mes. El auge de los motores eléctricos ha puesto el cobre en el primer orden económico mundial y las multinacionales del sector están haciendo su trabajo para desestabilizar a los países como Perú para conseguir esa materia prima al menor coste posible. A rio revuelto, ganancia de pescadores.
Más allá de los atávicos problemas de discriminación y de una inconclusa reconciliación que se están aprovechando para desestabilizar la sociedad peruana, es la pobreza, la exclusión y la desigualdad social los principales problemas con los que se va a tener que enfrentar Pedro Castillo cuando le dejen gobernar. Un presidente electo cuyo nombramiento tiene paralizado una oligarquía lugareña decidida a no aceptar el resultado de las elecciones al estilo Trump en EE.UU., oligarquía que actúa como mano ejecutora de los intereses económicos que tienen en su punto de mira las materias primas que atesora Perú. Atenuar la excesiva economía informal y proceder a una redistribución de la riqueza mediante una verdadera y justa reforma fiscal son tareas prioritarias. “La política tributaria no tiene como único fin recaudar, sino dar señales de justicia redistributiva”, decía Castillo durante la campaña electoral, ingente tarea dada la situación inestable del país (...)
2+ América en Resistencia 22 Julio, 2021
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