David Sirota
8/07/2021
Esta sabiduría convencional – descrita como hecho incuestionable en todos los medios de comunicación privados – se muestra como prueba al estilo del “odia el delito y compadece al delincuente” de que deberíamos enojarnos sólo con el sistema fiscal, pero no necesariamente con que los oligarcas se enriquezcan gracias a ello. De hecho, la la única persona a la que hasta ahora se supone digna de investigación por parte de los cuerpos de seguridad no es inguno de los multimillonarios que evaden impuestos, sino la fuente que está en el origen de la filtración del IRS [Internal Revenue Service], la Hacienda pública norteamericana.
Pero hagámonos la pregunta: ¿por qué será que se establecen esos caritativos supuestos acerca de la presunta legalidad de las tácticas fiscales de los multimillonarios? Esos supuestos reflejan, de hecho, los profundos sesgos y privilegios de quienes los establecen.
Convengamos en que buena parte de lo que es legal – agujeros fiscales, deducciones y otras turbias argucias – constituye un problema inmenso, escandaloso.
Démonos cuenta asimismo de que los multimillonarios tienen legiones de abogados y contables para concebir planes destinados a eludir impuestos que se ciñen a la letra (aunque no al espíritu) de la ley, permitiéndoles pagar una miseria en tributos comparado con las fortunas que están cosechando, tal como documentaba ProPublica.
Y es absolutamente cierto que, hasta ahora, no se ha presentado evidencia alguna de que ninguno de los multimillonarios concretos del informe de ProPublica violaran la legislación fiscal norteamericana (...)
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OTRA COSA: Bibliotecas en las playas
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