Quique Peinado 15/09/2021
(...) De retocar el lenguaje, pervertirlo, resignificarlo y estrangularlo nacen algunas de las peores fechorías que se pueden cometer. En Madrid lo sabemos bien con la palabra libertad.
A aquello de que no se podía hacer nada respondió magistralmente Yolanda Díaz afirmando que eso era decirle a la gente que daba igual votar a un gobierno que a otro, y tan es así que el Gobierno de Teresa Ribera acabó tomando algunas medidas razonablemente ambiciosas (que se pueden y deben criticar, quizá, por coyunturales, pero ya veremos) y la ministra desapareció de la comunicación de esta cuestión de la luz. A lo de la empatía le respondieron las propias eléctricas, como si no lo hubieran hecho ya antes con toda su trayectoria, amenazando a un país entero con paralizar las centrales nucleares si el Gobierno no se aviene a cambiar su plan. Como si las centrales las hubieran construido estas eléctricas con sus propias manos y no se las hubiera regalado el Estado. Es bastante paradójico que el capital privado pueda amenazar a la ciudadanía con parar lo que la propia ciudadanía decidió regalarle. Pero bueno, qué sabré yo, si solo soy un titiritero (...)
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