5/11/22
Es preciso subrayar la victoria de la libertad, de la alegría, de la política hecha con afecto, de la preocupación por los excluidos, de la vuelta de los pobres al presupuesto, de la exaltación de la vida. Fue una victoria gigante y una derrota vergonzosa del gobierno nazifascista.
Fue una victoria contra el abuso de poder político, económico y religioso.
Fue una victoria contra el abuso de poder político, económico y religioso.
Contra el presupuesto secreto, contra el vertido de montañas de dinero en el 2º turno de las elecciones, contra la insurrección de la Policía Federal de Carreteras el día de las elecciones para entorpecer la elección en el Nordeste, contra el engaño a los ancianos que votaron pensando en la obligatoriedad prueba de vida al Instituto Nacional (INSS), contra el consignado abierto al público que recibe R$600,00 reales por mes creado hace 15 días antes de la elección, contra la ruptura del techo de gastos para comprar la elección, contra la mentira del baño unisex, contra el cerco y falta de respeto a las iglesias católicas, contra la coacción y miles de amenazas de patrones al voto de los trabajadores, contra millones de mensajes falsos (fake news) que abarrotaron los celulares, en Brasil y en el mundo, sí, estaban al mando de la extrema derecha internacional. Y, sobre todo, por la memoria de las 700.000 víctimas de Covid que el gobierno nazifascista despreció convirtiéndose en activista del virus. Miles fueron víctimas tempranas de esa máquina del odio.
Bolsonazi sufrió derrota electoral acachapante y al silenciar después de la derrota hizo justicia a su biografía de cobarde.
Bolsonazi no ve instituciones, solo personas, vasallos o enemigos.
La humillante derrota electoral del nazifascista es un paso modesto ante el desafío que ha puesto a la democracia. El líder del mayor programa de deliquencia política de la historia brasileña ganará si sale jurídicamente impune. Hay urgencia de responsabilización jurídica del presidente derrotado y sus agentes.
Son múltiples las frentes de defensa de la democracia que la figura derrotada ayuda a iluminar.
Foto: Ricardo Stuckert
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