Bernardo Gutiérrez Río de Janeiro , 7/09/2024
Las denuncias de censura del magnate en el país sudamericano son una cortina de humo. En realidad, reflejan el malestar de Musk con el gobierno de Lula, que acabó con el trato de favor de Bolsonaro hacia sus empresas Starlink, Tesla y SpaceX
Lula da Silva y Elon Musk. / Luis Grañena
El pasado 1 de septiembre, dos días después del bloqueo de X (antiguo Twitter) en Brasil, el senador Flávio Bolsonaro desobedeció la orden judicial. El hijo de Jair Bolsonaro arremetió en dicha red social contra Alexandre de Moraes, el ministro del Supremo Tribunal Federal (STF) que ha puesto contra las cuerdas al millonario Elon Musk: “¡Es el gran cáncer de la democracia brasileña y el STF no puede seguir apoyando sus delirios vengativos!”. Al final de su mensaje, Flávio Bolsonaro pedía el impeachment contra Alexandre de Moraes.
El mensaje del senador no era el único. A pesar de la prohibición, pesos pesados de la extrema derecha brasileña desobedecieron a la justicia con entusiasmo. Del general en la reserva Hamilton Mourão (exvicepresidente de Jair Bolsonaro) al juez justiciero Sergio Moro que impidió a Lula ser candidato presidencial en 2018, pasando por Níkolas Ferreira (el niño mimado del bolsonarismo) o Carla Zambelli (la diputada que persiguió con un arma a un ciudadano negro al final de la campaña electoral de 2022), el bolsonarismo hacía la ola en X. En sus declaraciones, los desobedientes asocian la supuesta censura de Alexandre de Moraes a un régimen tiránico (el de Lula da Silva) donde no existe la libertad. E intentaban canalizar el malestar hacia la convocatoria del 7 de septiembre, día de la independencia nacional, que Jair Bolsonaro secuestró hace años para la causa ultra.
En realidad, el tuit de Flávio Bolsonaro era un cruce entre lo que queda del bolsonarismo (que no es poco) y las interferencias geopolíticas de Elon Musk en Brasil. Las pataletas digitales del magnate tras el bloqueo de X –acusó en su perfil de X a Alexandre de Moraes de ser “un dictador malvado disfrazado de juez” y al presidente Lula de “perrito faldero”– son un verdadero balón de oxígeno para un bolsonarismo acorralado por la justicia que ya no controla el relato a su antojo.
El cierre de la oficina de X en Brasil, anunciado el 17 de agosto, no fue siquiera un intento de huir de la justicia brasileña. Con ese movimiento, Musk arrastraba a Alexandre de Moraes a una batalla de mayor escala. En realidad, el ring de la libertad de expresión es una tupida cortina de humo que esconde otros intereses de Elon Musk: silicio de Minas Gerais para su empresa de coches eléctricos Tesla, la posibilidad de usar la base de lanzamientos espaciales del gobierno de Alcântara para SpaceX, la obtención de los contratos públicos necesarios para que Starlink, su servicio de internet por satélite, siga siendo líder del mercado en Brasil... Las arremetidas del magnate, disfrazadas de elogio desmedido a la libertad, están relacionadas directamente con una cuestión: Jair Bolsonaro abrió las puertas a las empresas de Elon Musk, pero el Gobierno Lula está intentando revertir ese trato de privilegio lleno de irregularidades.
Jair Bolsonaro loves Elon Musk
A finales de enero de 2022, Starlink consiguió la licencia de la Agencia Nacional de Telecomunicaciones (Anatel), a pesar de que la empresa no cumplía las normas de la agencia ni el Código de Defensa del Consumidor de Brasil. Mientras Elon Musk lanzaba la promesa de ofrecer internet por vía satélite a 19.000 escuelas ubicadas en regiones remotas, algo que nunca llegaría a ocurrir, Bolsonaro redondeaba su actitud vendepatrias. “La base de lanzamiento de Alcântara (situada en el estado de Maranhão) está disponible. Musk ya ha conversado con el comandante de la Fuerza Aérea”, dijo Bolsonaro entonces.
Starlink creció como la espuma. De ayuntamientos a hospitales, de estaciones de bomberos a las fuerzas armadas, los tentáculos vía satélite de Musk crecieron en todos los niveles del sector público, especialmente donde gobernaba la extrema derecha. En algunos casos, los contratos se cerraron ilegalmente, eliminando a las empresas de la competencia en las licitaciones, como hizo el Comando Militar da Amazônia. A su vez, la llegada de Starlink fue recibida como un bálsamo por el crimen organizado. La Policía Federal (PF) encontró recientemente antenas de Starlink de garimpeiros ilegales en la Tierra Indígena Yanomami. Mientras los garimpeiros, narcotraficantes y aliados de la deforestación se organizaban en grupos de WhatsApp gracias al internet caído del cielo satelital de Musk, Starlink torpedeaba la acción de quienes intentan fiscalizar acciones ilícitas.
La empresa no solo no controla la veracidad de los datos de quienes contratan sus servicios, sino que no colabora con el Instituto Nacional Medioambiental (IBAMA) o con las fuerzas policiales. “Todas las antenas poseen número de serie. Sin embargo, el acceso a los datos catastrales a partir del número de serie no están disponibles para el Ibama, lo que imposibilita constatar la autoría de las infracciones”, declaró recientemente Rodrigo Agostinho, presidente del IBAMA (Instituto del Medio Ambiente y Recursos Naturales) al Ministerio Público Federal (fiscalía).
La llegada de Lula al poder fue un jarro de agua fría para Elon Musk. A finales de 2023, su Gobierno vetó una propuesta para contratar a Starlink en su Administración. El presidente empezaba a mover fichas para contrarrestar el poder de Elon Musk. Ya tenía en mente un plan para recuperar la soberanía de Brasil, InternetBras, una iniciativa para que la empresa estatal Telebras ofrezca internet por satélite a escuelas en regiones remotas que el gobierno acaba de anunciar. Si durante los primeros meses de 2023 Musk flirteó con el nuevo gobierno, cuando reparó en que no iba a continuar la inercia del trato de favor de Bolsonaro, Musk empezó a tensar la cuerda. Tras los incidentes antidemocráticos del 8 de enero, tomó una clara postura por el lado golpista.
Los incidentes antidemocráticos de Brasilia del 8 de enero de 2023 fueron un verdadero parteaguas en la relación de Musk con Brasil. El Supremo Tribunal Federal (STF) juzgó con mano firme a los implicados en unos altercados que el tiempo demostró que estaban asociados a un intento de golpe de Estado en toda regla. X no colaboró con la justicia. Elon Musk, simplemente, se lavó las manos. Se negó en banda a bloquear las cuentas con contenido golpista. La reacción del ministro Alexandre de Moraes no se hizo esperar: incluyó a X en la comisión de investigación de las “milicias digitales”. Musk pasó a ser reo de la justicia, acusado de “obstrucción a la justicia, organización criminal e incitación al crimen”.
El magnate Musk comenzó entonces su performance. Despotricó en X contra Alexandre de Moraes, a quien calificó de “dictador brutal”, atizando a Lula con frecuencia. En el planeta Musk no existe la división de poderes y el responsable final por la supuesta falta de libertad en la “dictadura brasileña” es siempre Lula da Silva. La espiral rabiosa del magnate activó “casualmente” la filtración Twitter Files. El gran escándalo de dicha filtración era que un juez (Alexandre de Moraes) había solicitado mensajes privados de Twitter de antiguos funcionarios de dicha red, algo que según Musk es un atentado contra la privacidad y la libertad. No contento con el efecto de sus ataques, el magnate se lanzó, a partir de abril, a desestabilizar al Gobierno de Lula. Y la tomó con un proyecto de ley que ya gozaba de consenso en el Congreso, tras la mediación del Ejecutivo con las más diversas fuerzas políticas: el proyecto de ley de las fake news. Lo criticó durante días, insistiendo en la tesis de la censura y elogiando de forma hipócrita la libertad de expresión. Justo cuando la ley más sofisticada del mundo en la regulación de fake news estaba a punto de ser aprobada, Artur Lira, presidente de la mesa del Congreso, antiguo aliado de Jair Bolsonaro y nuevo amigo de Musk, aparcó el proyecto.
Amigo litio
Professor Matheus, vicegobernador del estado de Minas Gerais, fue uno de los primeros desobedientes de peso en X. El 31 de agosto publicó un tuit afirmando que estaba usando VPN (Virtual Private Network, una de las muchas herramientas para conectarse a Internet a través de servidores de otro país) y criticaba la censura. El propio Musk elogió su actitud. De Romeu Zema, gobernador de dicho estado, alineado con el bolsonarismo, dependen las concesiones de explotación de la región más rica en minerales de Brasil. Especialmente relevantes son los nuevos yacimientos de litio, encontrados en el valle de Jequitinhonha, bautizado ya como “valle del litio”. A pesar de que el gobernador Zema ha vendido acciones que el estado de Minas Gerais tenía de la Companhia Brasileira de Lítio, también ha canalizado inversiones públicas para incentivar la extracción de dicho mineral. El litio de Minas Gerais tiene una ventaja frente al de otros países: es de fácil y barata extracción. Hasta el momento, BYD, el fabricante de coches eléctricos chino, que ya cuenta con factorías en Brasil, es el principal beneficiario del litio de Minas Gerais. Esto contraría la ambición de Elon Musk, que también sueña con el desembarco de su empresa de coches eléctricos Tesla en el gigante sudamericano. Cuando Musk elogia en X la postura de Professor Matheus contra la censura, en realidad está queriendo abrir horizontes extractivistas e industriales en Minas Gerais.
De hecho, el cierre de la oficina de X en Brasil, justificado como una reacción a la persecución judicial, tiene más que ver con motivos económicos que con la presunta censura. X Brasil era una empresa deficitaria. Elon Musk cerró la flamante oficina que Twitter inauguró en São Paulo en 2014 y abrió una modesta sede en Brasilia. Si en São Paulo Twitter contaba con un equipo grande de investigadores, analistas, especialistas de marketing y moderadores de contenido, el nuevo X de Musk se quedó apenas con cuarenta empleados. “Musk ya había dicho que no quería mantener la oficina de Brasilia abierta porque no generaba suficiente renta. Musk aprovecha la presión del sistema judicial brasileño para justificar el cierre”, aseguró David Nemer, del Departamento de Estudios de Medios de la Universidad de Virginia, en una entrevista reciente con la Agência Pública.
Las denuncias de censura son humo made in Musk. La verdadera hoguera es otra: un entramado de intereses económicos, repletos de ilegalidades, de un magnate que se comporta geopolíticamente como si fuera un nuevo país.
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