Hemos visitado uno de los únicos viveros que trabajan en España con semillas libres, al margen de la industria de patentes.
La Almajara del Sur es un vivero murciano que trabaja con 
variedades tradicionales, que no están patentadas y no son híbridas; 
como su vivero, en España, hay pocos "se pueden contar los dedos de las 
manos"
Perder la posesión de las semillas, "que no deben tener un dueño físico, es grave para la consecución de nuestra soberanía alimentaria", se lamentan los creadores del proyecto
Su radio de acción va desde Almería a Alicante, pasando por Murcia, Albacete o Jaén
    Erena Calvo  http://www.eldiario.es/murcia/Oro-semillas-libres-huerta-Europa_0_681382629.htmlPerder la posesión de las semillas, "que no deben tener un dueño físico, es grave para la consecución de nuestra soberanía alimentaria", se lamentan los creadores del proyecto
Su radio de acción va desde Almería a Alicante, pasando por Murcia, Albacete o Jaén
 
    
Rafael García, ingeniero agrónomo, y
 Javier Cerezuela, biólogo, trabajan desde hace casi una década para 
frenar la desaparición de las variedades tradicionales hortícolas de la 
Región de Murcia; un 80 por ciento de ellas está en peligro de 
extinción. Estamos hablando de más de un millar de hortalizas 
autóctonas. Oro verde.
Hace cinco años que crearon 
sus propios viveros, La Almajara del Sur, en la huerta murciana de 
Cehegín, en el noroeste de la Comunidad.
Rafael y Javier trabajan con semillas de variedades 
tradicionales, pero también con semillas libres, que quedan fuera del 
sistema de las patentes. Es su compromiso ético. Como su vivero, en 
España, hay pocos. "Se pueden contar con los dedos de las manos los que 
tienen producción únicamente ecológica y que opten por este tipo de 
semillas, la mayoría de los viveros ecológicos a su vez producen en 
convencional.
En 2008 fue cuando comenzaron a 
interesarse por la producción de plantas y semillas tradicionales en 
ecológico y se unieron a un grupo de investigación de la Universidad de 
Murcia (UMU).
“Caracterizábamos semillas antiguas en 
un banco de la UMU donde trabajábamos con el catedrático José María 
Egea, muy conocido por sus proyectos de recuperación de variedades, un 
proceso de exploraciones que se llevó a cabo sobre todo en pueblos 
pequeños de interior”, porque en las zonas muy industriales como el 
Campo de Cartagena o el Valle del Guadalentín, cuenta Rafael, la gente 
ya no guarda las semillas. Las prospecciones de Egea se dirigieron más a
 la zona Noroeste, en la Serranía del Segura.
Rafael y
 Javier lo que hicieron fue “dinamizar” esos estudios. “Montamos una 
asociación para intercambiar las semillas”, que está dentro de la Red 
Estatal de Semillas. Y crearon también el vivero para divulgar las 
variedades sobre el terreno e introducirlas en la cadena de 
comercialización “aunque fuera a nivel local, a pequeña escala, con los 
agricultores ecológicos”, como una estrategia para la conservación in 
situ de las variedades.
Las semillas con las que 
trabajan además, son semillas libres, fuera del sistema de las grandes 
multinacionales que manejan las patentes. “Nuestra decisión fue no 
utilizar semillas patentadas ni híbridas; la mayoría están certificadas 
porque se las compramos a algunas empresas rebeldes que se dedican a ese
 tipo de semillas”
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En España solo hay una, “que nosotros 
conozcamos”, Les Refardes, de Cataluña. En Francia, donde hay mucho 
movimiento campesino, hay alguna más; y sobre todo compran a Austria, 
Alemania e Italia, “donde quedan empresas de semillas libres que no 
están metidas en el tema de los híbridos y las patentes”, explica Rafael
 mientras Javier se apresura en el vivero para preparar los próximos 
pedidos.
“A nivel ético, intentamos poner nuestro 
granito de arena para desmercantilizar este tema; perder la posesión de 
cosas como las semillas que no deben tener un dueño físico es grave para
 la consecución de nuestra soberanía alimentaria”.
Trabajan con muchas variedades de tomate, pimiento, berenjena, calabazas
 o judías, “ hay muchísimas variedades, aunque nosotros las hemos 
reducido a aquellas que productores y consumidores han valorado mejor”.
El “tirón” ecológico
Su público suelen ser pequeños o medianos agricultores; uno de los 
objetivos del vivero es que el productor y consumidor ecológico local 
tengan capacidad de distinguirse con variedades singulares que no se 
encuentran en el mercado convencional.
Un 60 por 
ciento de sus clientes son agricultores de cercanía, que producen para 
comercializar sus productos en el mercado local, y el resto,  amateur,
 que cultivan su propio huerto. “Ha habido un tirón muy fuerte en los 
últimos años en la puesta en marcha de huertos urbanos, o de terraza, 
por ejemplo”.
Pero, “de vez en cuando”, llegan hasta ellos grandes productores, “les da el subidón porque ahora se reclama mucho el producto  gourmet, está de moda”, dice Rafael.
“No es fácil para ellos porque las variedades tradicionales son muy 
peculiares, y no son como los híbridos, a los que les echas tres 
productos y salen perfectos; hay que tener en cuenta muchas cuestiones, 
ver cómo se adaptan al terreno, cómo responden, y los grandes 
agricultores no tienen tiempo; y no pueden introducirlas en sus sistemas
 productivos”.
“¿Que cómo se aprende a cultivar esas variedades?” Pues “como antaño”, cuenta Rafael, cultivando y probando. No hay otra.
Ellos tienen su propio campo de experimentación de 6.000 metros 
cuadrados, donde prueban todas las variedades que venden para poder 
asesorar luego a los agricultores que trabajan con ellos. Es su 
almajara, que significa tierra abonada con estiércol para que germinen 
pronto las semillas.
Como dice Rafael, aquí siempre 
hay mucho trabajo porque “todo lo hacemos nosotros de manera tradicional
 y lleva mucha mano de obra, no tenemos maquinaria”.
Las semillas tradicionales y libres, además, “son más caras” porque las 
empresas que las producen cuentan con poca mecanización y hacen un 
trabajo muy artesanal de selección.
El 80 por ciento 
de variedades que llegan a La Almajara del Sur se compran y “las locales
 de Murcia las tenemos que hacer nosotros porque si no, no las hace 
nadie; no las encuentras en ningún sitio”.
Habla 
mientras señala las estanterías de uno de sus almacenes, donde se 
acumulan decenas y decenas de botes de semillas que les han dado o 
intercambiado agricultores o la Red de Semillas “y todavía no hemos 
probado; cada año experimentamos con algunas y reproducimos las que ya 
tenemos”.
 
    
 
    
Las que ya saben que funcionan las guardan en una
 nevera “normal”. “Antes secamos artesanalmente las semillas y les 
bajamos la humedad a un 5 por ciento para meterlas en tarros herméticos,
 así reducimos la degeneración de la semilla”.
Los 
planteles también los siembran a mano, cuenta mientras nos enseña uno 
que tiene encima de la mesa de coliflor morada y otro de pak choi, “una 
col china que tiene mucho hierro y nos reclaman mucho últimamente”.
Como fertilizante, utilizan turba ecológica, que no está fertilizada 
con productos químicos, con hummus de lombriz y fibra de coco. “Este es 
el reto más grande para el viverismo ecológico porque pensamos que el 
utilizar turba no es un recurso tan sostenible, aunque se regenera 
naturalmente se utiliza mucho más rápido de lo que se regeneran las 
turberas”.
 
    
Su radio de acción va desde Almería a Alicante, 
pasando por Murcia, “y a veces llega gente también de Albacete o Jaén”. 
En Alicante es donde más éxito tienen. “Hay mucha población extranjera y
 quizás existe una mayor sensibilidad hacia estos temas”. En Murcia hay 
muchas hectáreas de agricultura ecológica, confirma, “de arbolado y 
hortaliza, pero la mayoría es para exportar”.
Rafael 
insiste. “Nos dirigimos más a los pequeños agricultores que quieren 
consumir variedades de la zona, o saber que la planta la hace una 
empresa de la zona y formar parte de alguna manera de esa cadena de 
valor”.
Lo compara con la gastronomía. “Nuestros 
productos están hechos poco a poco, a fuego lento; es como hacer un 
puchero en una olla rápida, la comida puede que sea igual de nutritiva 
pero pierde sabor”. Por eso, dice, muchos de los clientes que vienen por
 aquí son gente mayor, “los que al final más valoran lo auténtico del 
sabor”.
 
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