martes, 16 de mayo de 2023

El Salto. Turquía. Derrocar a Erdogan: “Una cuestión de supervivencia” para las feministas turcas

Laurent Perpigna Iban    11 MAY 2023  

En solo unos días, el destino de Turquía se decidirá en unas elecciones presidenciales cruciales. Tras 20 años en el poder, es posible que el autócrata Recep Tayyip Erdogan tenga que renunciar a la jefatura del Estado. Al menos eso esperan las activistas feministas del país, marcado por dos décadas de represión y retrocesos en materia de derechos.



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A unos cientos de metros de los edificios aún en ruinas, en medio de una telaraña de improvisadas tiendas de colores blanquecinos, una pancarta toscamente erigida corta el paisaje. Alrededor del mensaje “Las mujeres organizan la solidaridad”, estampado con símbolos feministas, varias decenas de voluntarias se afanan en intentar llevar ayuda y consuelo a las mujeres cuyas vidas han quedado destrozadas por el doble terremoto del 6 de febrero.

Estamos en un rincón de un enorme campamento improvisado que ha surgido en las afueras de Adiyaman, ciudad enclavada en el corazón de la meseta de Anatolia y una de las más afectadas por el seísmo. Hemine, siria de 28 años, ha encontrado refugio junto a estas mujeres, agrupadas bajo el lema “Solidaridad feminista ante la catástrofe”. “Si no estuvieran allí para cuidarme, estaría en peligro de muerte”, afirma. Tras huir de su país en los primeros días de la guerra, de nuevo tuvo que abandonar su casa, dañada por el terremoto. Y esto mismo se repitió un mes después con su improvisada tienda de campaña, donde había recogido algunas cosas, después de que ésta fuera arrastrada por una inundación. “¿Qué he hecho yo para merecer esto? Y aun así, puede que haya evitado lo peor: ser una mujer soltera y refugiada podría haberme llevado a la tumba”.

“Si no nos ocupamos de las mujeres, ¿quién lo hará en este país?”, reacciona Ezgi, una de las voluntarias. “El Estado ha estado ausente desde el primer día”, continúa Nilgun, de 33 años. “Esto significa que la salud de las mujeres que viven aquí es la menor de las preocupaciones de las autoridades. Las ayudamos materialmente y también psicológicamente. Con nosotras se sienten seguras y libres, no tienen miedo de confiar en nosotras”.

Estamos ante una oleada de solidaridad espontánea y visible, testigo de la espectacular irrupción de los movimientos feministas en Turquía en los últimos años, fenómeno que no ha sido del agrado del Estado: “En lugar de venir a ayudar, la policía se dedicó a controlar a las voluntarias y a confiscar sus mercancías. Incluso el ejército agredió a algunas de nosotras. Al proporcionar protección sanitaria, artículos de primera necesidad, tiendas de campaña, estamos haciendo el trabajo del Estado, y el Estado nos cobra por ello”, afirma Gizem, una mujer de 30 años de Estambul.

Ataques a los derechos de las mujeres

Una hostilidad que estas jóvenes conocen bien: activistas, militantes, miembros de organizaciones, todas han tenido que enfrentarse, en un momento u otro, a la hostilidad del gobierno turco. Las dos décadas de gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Recep Tayyip Erdogan han sido, cuando menos, duras para los grupos y organizaciones feministas, así como para las mujeres en general.

Conocemos a Aysen Sahin en Estambul. Activista incansable y escritora, esta mujer de 53 años no tiene pelos en la lengua: “Hace veinte años me manifestaba por mis derechos. Hoy sigo manifestándome, pero para exigir el derecho a no ser asesinada”.

Porque en Turquía, los derechos duramente conquistados por las mujeres a finales del siglo XX se han convertido en los últimos años en el blanco de las franjas más reaccionarias del país integradas en el gobierno turco. Así ocurrió, concretamente a partir de marzo de 2021, cuando Turquía se retiró del tratado para la prevención de la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica, más conocido como Convenio de Estambul, que el país había sido el primero en ratificar en 2011. El momento era bien distinto en aquel entonces: “La retirada del convenio se produjo en un contexto nacional e internacional particular: Erdogan quería complacer a Europa en el momento de la firma, pero optó por retirarse cuando tuvo que relacionarse con los partidos de extrema derecha”, dice Aysen Sahin. Y continúa: “Aunque no se respetaba, aunque luchábamos por su plena aplicación, era como un seguro de vida para las mujeres en Turquía”.

La retirada, decidida unilateralmente por el presidente turco, ha envalentonado a varios grupos antifeministas y ha liberado el discurso misógino. ¿Cuáles son las consecuencias en lo que a la violencia contra las mujeres se refiere? A falta de datos del Estado en la materia, es difícil darse cuenta del impacto de este retroceso, existen sin embargo algunas cifras terribles: según la ONG “Detendremos los feminicidios”, en 2022, 392 mujeres fueron asesinadas por hombres en Turquía, cifra a la que hay que añadir 226 muertes consideradas “sospechosas”, así como los centenares de mujeres heridas, a veces de gravedad, por sus cónyuges. Estas cifras deben correlacionarse con otras igual de aterradoras: según una amplia encuesta de la Universidad Hacettepe, cuatro de cada diez mujeres turcas mayores de 15 años afirman haber sido víctimas de violencia física o sexual, y tres cuartas partes de ellas están divorciadas o separadas.

“Para la mayoría de las mujeres que quieren divorciarse, es 50-50: libertad o muerte”, dice Aysen Sahin. “Cuando una mujer pide el divorcio y su marido es violento, y acude a comisaría, la policía suele pedir a la víctima que dé otra oportunidad al marido. A veces incluso llaman al Ministerio de Asuntos Religiosos, y allí intervienen las mujeres para explicarles cómo deben comportarse con sus maridos para ser felices en sus hogares. Esta es la realidad de las mujeres turcas de hoy” (...)

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