Agosto se nos tiñó de
nazi. Se desparramó el depósito que a duras penas lo contenía. Y se
plasmó el sábado 12 de agosto en la ciudad universitaria de
Charlottesville, en el Estado de Virginia que albergó la capital de los
Confederados en la Guerra de Secesión norteamericana. Una nutrida
representación, masculina, blanca, violenta, irracional, fascista,
armada hasta con fusiles de asalto, sembró de odio y sangre las calles
para hacer alarde de la superioridad que creen ostentar. Una mujer
–Heather Heyer, 32 años– asesinada, una veintena de heridos, múltiples
apaleados, una sociedad con una profunda brecha en el corazón. Las impactantes imágenes grabadas por HBO dejan poco lugar a la imaginación para saber la dimensión de lo qué está ocurriendo.
"Una injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia en
todas partes", decía Martin Luther King, el líder de los derechos
civiles que caería abatido por esta misma intolerancia en 1968. El
despertar del nazismo latente en un país es una amenaza para todo el
mundo libre, podríamos parafrasear. No es insignificante lugar los
Estados Unidos de América, lo que le añade gravedad. Y no cabe tregua.
El sábado en Charlottesville emergió cuanto se venía gestando, lo que
llevó a Donald Trump al poder. El presidente que tardaría 48 horas en
condenar la violencia de los partidarios de la supremacía blanca,
obligado por una intensa condena a su reacción inicial. Cuando, hablando
de "distintas fuentes", enarboló la bandera de la falsa equidistancia
siempre, siempre, culpable. Este martes recuperó la versión de "las dos
partes", culpables ambas y con buena gente ambas
en su interior, y dijo que la prensa había tratado injustamente a los
manifestantes neonazis a los que justificó. Trump no abandona a los
suyos. Las felicitaciones más efusivas -dentro de un clima de
desolación- han sido las de un par de líderes del KuKluxKlan agradeciendo a Trump "la condena a los matones de izquierda que nos atacaron".
El brote estadounidense se produce en la sociedad de la
confusión, donde voces insistentes tratarán de minimizar y establecer
paralelismos con cualquier otra tendencia. No la hay. El fascismo
destruye la sociedad. Basado en la idea de la supremacía, de la
superioridad de la raza blanca sobre las demás, buscan imponer su
dominio por la fuerza. Tras la raza superior van los hombres superiores
sobre las mujeres inferiores, y todas las "perfecciones" que se
atribuyen. Salen al calor de Trump, sin duda. Muchos lo han señalado.
Los nazis precisan un líder y el tosco personaje que ocupa la Casa
Blanca jugó todos los números para serlo.
Vean el
equipo de Trump en la presidencia. La ultraderecha extrema, enmascarada
como Alt-Right, con Steve Bannon y similares. Vean de quién se nutre y a quién sigue el twittero compulsivo que
calló precisamente el sábado como señalaría la escritora J. K. Rowling.
Un escueto número que copa su familia, sus colaboradores, sus empresas,
líderes religiosos y Fox. Fox&Friends, el programa favorito del hoy
presidente de EEUU que en la misma noche del sábado defendía la
supremacía blanca. " Trump era esto: el terrorismo nazi de Charlottesville", escribía aquí Ruth Toledano, pues claro que sí.
La historia se repite. Una crisis económica por abusos del sistema
financiero –no de los ciudadanos– desencadena precariedad para la
mayoría. La derecha más radical, el fascismo en todas sus vertientes, la
aprovecha a su favor. Cuantos callaron por su auge en los años 30
ofrecían como excusa el temor a caer en manos del comunismo que se había
ido extendiendo desde la Revolución de 1917. Pensado que, tras
utilizarlo, en último extremo lograrían contener al nazismo. Ahora
cuentan como enemigos a ofrecer con Corea del Norte y Venezuela y a
Trump como exaltado a moderar. Y cuela aún menos.
La
gran diferencia hoy es la manipulación masiva y la deseducación que deja
inermes a millones de ciudadanos, de todos los países. El abandono de
grandes capas de la sociedad. El embrutecimiento que viene a recordar a
los epsilones de Aldous Huxley creados en Un mundo feliz (1958)
para ser usados en trabajos arduos. La casta inferior del sistema. De
un sistema de castas explícitamente, en efecto. De la desigualdad como
sistema. En donde los implicados la acatan encantados. "Nada en el mundo
es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda",
advirtió Martin Luther King.
Estados Unidos se ha
sobrecogido con la explosión de odio que vieron, ven y saben existe en
las raíces de su historia. El periódico británico The Guardian recordaba
en su editorial del lunes ( El fracaso moral que avergüenza a América)
que, "escribiendo Mein Kampf en la década de 1920, Adolf Hitler elogió
el racismo institucional de Estados Unidos como un modelo del que la
Alemania nazi podía aprender". El tiempo ha pasado, con avances de
desarrollo, pero quedan raíces irreductibles que germinan en huecos
seres susceptibles de interpretar en ese sentido el "América, grande
otra vez". No por casualidad como se ve en su propio inspirador, Donald
Trump.
La preocupación es intensa en quienes son
capaces de entender lo que hay tras esa explosión de odio y elogio de la
desigualdad. Lo que se palpa en las calles de muchas ciudades y pueblos
de Estados Unidos con su rechazo al extranjero, al diferente. Se nota
en el ambiente. En miradas y en gestos, como cuentan los residentes. "En
zonas donde tu color de piel y tu acento te delata como no bienvenido.
En ataques racistas en los lugares más insospechados, como la cola de un
supermercado", relata entre otros muchos detalles de alta significación
Diego E. Barros en Ctxt.es. Allí están los votantes que encontraron en Trump el líder a medida que les llovió del cielo. El que dice las cosas como son.
Mayor peligro aún ofrecen quienes, en favor de los más espurios
intereses, se apuntan a amparar el fascismo norteamericano y cuantos
están floreciendo en Europa. España incluida. Las reacciones tibias a
los terribles sucesos de Charlottesville han sido muy significativas en
la prensa tradicional española. Incluso han compartido el "distintas
fuentes" de Trump, y han hablado de altercados entre radicales de distinto signo. Fascistas y luchadores por la igualdad en el mismo plano. Delirante. Preocupante.
Y la complicidad con la profunda inclinación autoritaria exhibida por
el PP. Su ideología que ya no se priva ni de abstenerse cuando Sada,
donde se ubica el muy regalado Pazo de Meirás, declaró persona "Non
grata" a la familia Franco. Realmente hay lugar a poca duda, hace años
Mariano Rajoy proclamó por escrito en el Faro de Vigo su creencia en la
superioridad por estirpe, que, al parecer él mismo personifica con su
brillante inteligencia.
Fox News se reencarna en
13TV. Con más medios, sin duda. O en Intereconomía y la COPE. TVE se ha
convertido en otra 13tv o Fox News, sin que una dirección que acabe con
las prácticas manipuladoras termine de llegar como se prometió. Y se
encuentra también en tertulianos que participan en los llamados debates
de otras cadenas. Los que enarbolan más que nadie "la libertad de
expresión" pero solo del discurso que les gusta, como dice esta columna de The New York Times. Cristina
Cifuentes nació al estrellato político en 13TV y similares. En pareja
línea ideológica, Albert Rivera o Begoña Villacís, también. Y no es
difícil atragantarse en un zapping con la presencia de altos cargos del
Gobierno e incluso el presidente en las cadenas de ultraderecha. Así se
van sembrando los Charlottesville.
Martin Luther
King señaló en todos los tonos la enorme complicidad del silencio. En
todos los conflictos. "Llega la hora en que el silencio es traición",
"al final, recordaremos no las palabras de nuestros enemigos, sino el
silencio de nuestros amigos" o "no nos parecerá lo más grave las
fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas
personas", "el estremecedor silencio de los bondadosos".
Ahí estamos. El fascismo se ha plantado en nuestras caras en pleno
agosto. Cuanto se veía venir llegó y con creces, por muchas risas que
provocaran las advertencias. Va a más. Pero no es irremediable si se
ponen los medios. Muchos están hablando hoy, muchos que no lo hacían en
EEUU. La indignación y el valor han vencido al miedo y el silencio.
Martin Luther King consciente de las dificultades dijo también: "Si
ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano". Y,
no, podemos asegurar que no vivió en vano. Y que el fascismo se
destierra con la justicia social, la verdad y la cordura.
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MÁS EN. NAZIS SIN FRONTERAS, de Ana Cuevas Pascual
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