Los defensores de las pseudoterapias y el curanderismo
están asustados. En las últimas semanas se suceden las malas noticias
para ellos: el Colegio de Médicos de Madrid ha excluido la homeopatía y la acupuntura de sus secciones y la Comunidad de Madrid ha prohibido la presencia del 'reiki' en sus hospitales públicos. Al mismo tiempo, los propios homeópatas se han desenmascarado tras la muerte de un niño de 7 años
en Italia al que sus padres trataron una otitis con productos placebo.
El jefe de la mayor red mundial de venta de agua con azúcar, Christian Boiron, aseguraba hace unos días en una entrevista que
él y su familia toman antibióticos cuando tienen un problema de salud
serio y que lo de las chuches homeopáticas que comercializa su
multinacional lo dejan para enfermedades menores o que se curan solas.
La propia Asamblea Nacional de Homeopatía (ANH) aseguraba en un sorprendente comunicado que “la homeopatía es una herramienta más” y que “no sustituye a otros tratamientos farmacológicos”, desmintiendo así todo lo que nos han dicho durante años sobre la perversa medicina “alopática” y los principios “hahnemannianos” de “lo similar cura lo similar” (Similia similibus curantur). Si se mueren niños por seguir los consejos homeopáticos al pie de la letra, vienen a decir, la culpa es de los demás, no nos tomen tan en serio.
Los propios homeópatas se han desenmascarado tras la muerte de un niño de 7 años en Italia
En este contexto, los foros en los que se mueven
homeópatas y hechiceros de otras especies bullen en teorías
conspiranoicas. “¿Quién está detrás de todo esto, quién orquesta la
campaña, quién la financia, quién es, en definitiva, la mano que mece la
cuna?”, se pregunta el homeópata Emilio Morales Prado en un artículo reciente que es pura poesía.
“La opinión más extendida es que se trata de la industria farmacéutica,
pero eso es algo que no está científicamente demostrado”, añade con
sorna. En este mismo artículo se queja con amargura de que la
multinacional Boiron ha contribuido a “domesticar la homeopatía” y a fastidiar el negocio a quienes llevaban en la noble tarea del engaño toda la vida. “Ya no es necesario el médico homeópata ortodoxo que cobra honorarios
y receta tan pocos gránulos como si los fuese a pagar él de su
bolsillo”, escribe. “Ahora, la homeopatía […] la prescriben
gratuitamente el farmacéutico, el auxiliar de farmacia, el entrenador
personal, la peluquera, la esteticien, el médico del seguro y, en último
extremo, se autoprescribe con la inestimable ayuda de internet”. ¡Nos están robando los clientes! - le falta gritar.
La última voz en sumarse a la rueda conspiranoica ha sido la de la periodista Rosa Montero este domingo en El País Semanal.
“¿No les choca la repentina obsesión científica que le ha entrado a
nuestra, en general, acientífica sociedad para denunciar la
homeopatía?”, se pregunta. “Llevamos meses de un machaque tan orquestado y pertinaz que no puede ser casual. Me parece bien advertir del peligro de usar sólo homeopatía, pero alucina ver tanta furia contra una práctica barata y desde luego inocua,
mientras que los muertos por efectos secundarios de las medicinas
alopáticas son un goteo constante: en España triplican a las víctimas de
tráfico”. La sucesión de datos erróneos y falacias en el artículo de
Montero produce sonrojo y quizá consiga el efecto contrario al que
buscaba la autora. Ni hubo “semillas transgénicas” en la Revolución Verde, como afirma, ni existe un nuevo gluten creado por los malvados científicos. Y, desde luego, la homeopatía ni es barata, ni es inocua ni funciona.
La sucesión de datos erróneos y falacias en el artículo de Rosa Montero produce sonrojo
No es barata porque
cualquier producto homeopático vale tanto o más que un medicamento de
verdad sin haber pasado ni la milésima parte de controles. No es inocua
- resulta terrible tener que insistir en esto con un muerto encima de
la mesa - porque ofrecerle un remedio falso a alguien que está enfermo
invita a abandonar los tratamientos y termina costando vidas. Y no funciona,
no porque un lobby superpoderoso compre la voluntad de millones de
científicos para ocultar la verdad, sino porque cuando se hacen pruebas
de doble ciego se observa que no tiene ningún efecto, incluso cuando el
paciente no sabe si lo que está tomando es homeopatía o solo un
sucedáneo que no ha pasado el proceso “mágico” de dilución-sucusión por el que pasa esta antigua superchería.
En
su texto Montero hace acusaciones muy graves a varios colectivos, desde
los científicos que trabajan en materia de salud hasta los
profesionales que nos dedicamos a informar de ciencia. Habla de
“compradores cautivos”, de “estudios sesgados” y de “publicidad
encubierta”. Las campañas “más repugnantes”, escribe, son las que
“abusan de la necesidad de la gente” y son “promovidas por la industria
farmacéutica, un megagigante del poder”. ¿Hay algo más repugnante y que abuse más de la gente que ofrecerle agua con azúcar a un enfermo a precio de oro? Que la industria farmacéutica ha cometido y comete tropelías - que son denunciadas desde hace años por periodistas y divulgadores,
por cierto- tampoco cambia nada respecto a la naturaleza de la
homeopatía ni le da ninguna validez como tratamiento. Desacreditar las
medicinas porque tienen efectos secundarios es como rechazar la
democracia porque ha ganado Donald Trump o no montar en tren porque un día hubo un descarrilamiento. O como dice Mauricio-José Schwarz,
“equivalente a derribar en vuelo un avión lleno de gente porque Boeing
es una industria imperfecta”. De la misma manera, el hecho de que la
ciencia “no lo sepa todo” no legitima que cualquiera pueda sacarse
remedios de la chistera cual vendedor de crecepelo.
¿Hay algo más repugnante que ofrecerle agua con azúcar a un enfermo y cobrárselo a precio de oro?
Porque la homeopatía no está basada en remedios naturales
y brebajes misteriosos que la industria no quiere reconocer, sino que
es una vieja patraña basada en supersticiones y la base de un negocio muy lucrativo. Si el principal argumento de Rosa Montero contra la industria farmacéutica es que “tienen más beneficios que los bancos”,
conviene recordarle que el objetivo de los buenos samaritanos que
abogan por la pseudociencia no es otro que enriquecerse a costa de la
salud de los demás, como lo hacen quienes venden “plantitas” contra el
cáncer o dietas milagrosas contra los tumores que otorgan pingües
beneficios. La multinacional Boiron, sin ir más lejos, factura más de 600 millones de euros al año
y financia a decenas de asociaciones y páginas web de homeopatía para
difundir sus engañosos mensajes. ¿Quién paga a quién en este caso?
Si de lo que se trata de buscar intereses oscuros, Montero solo tiene que fijarse en la legislación
española diseñada para permitir que los caramelos homeopáticos se
vendan en las farmacias al lado de los medicamentos sin tener que pasar
los controles que pasan estos y sin indicaciones terapéuticas aprobadas.
Si quiere hablar de opacidad, conviene recordar que recientemente el
Grupo Parlamentario del PP se reunía en secreto con miembros de la Asamblea Nacional de la Homeopatía sin revelar el contenido de los encuentros. Y si las farmacéuticas dedican el 13% de su presupuesto a investigar, resulta que Boiron solo invierte un el 0,6% en investigación, aunque en su caso quizá tiene sentido, por lo barato que sale el Hocus Pocus.
En la última Encuesta de Percepción Social de la Ciencia realizada por la FECYT, se recoge que un 52'7 por ciento de los españoles confía en los productos homeopáticos.
“¿Y esa aceptación por parte del público qué significa?”, se preguntaba
el homeópata Morales Prado en su artículo de marras. Y se respondía a
sí mismo: “Negocio”. Creer que estas terapias sin base científica, basadas en la locura transitoria de un personaje del siglo XIX,
son prístinas y sin interés económico alguno es un ejercicio de
ingenuidad bastante impropio. Estoy seguro de que en las encuestas de dentro de unos años la homeopatía tendrá el nivel de credibilidad del que gozan ahora los horóscopos (16%)
y es probable que Rosa Montero - a quien tengo por cabal - se sienta
como alguien que hubiera defendido en su día el influjo de los astros.
Si le entra la curiosidad también le recomiendo que haga una búsqueda en
Google sobre el término “homeopatía” y piense si lo rentable es
dedicarse a hablar de pseudoterapias o hacer periodismo denunciándolo.
Yo llevo años oyendo hablar del cheque de las farmacéuticas y Monsanto
pero resulta que no llega. Me da que lo que sale más rentable es el ‘periodismo placebo’,
ese que sabe tan dulce para algunas conciencias pero en el que los
hechos están infinitamente diluidos. Espero que para eso también haya
una cura.
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OTRA COSA: SI llego hasta el ocaso indiferente, si me deshago en barro o penitencia, de Amelia Díaz Benlliure
OTRA COSA: SI llego hasta el ocaso indiferente, si me deshago en barro o penitencia, de Amelia Díaz Benlliure
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