 
    
En España hay sitios donde todavía mandan los curas y
 no deberían. Por ejemplo, en los despachos del Ministerio de Educación.
 Presionaron para que Religión (católica) se metiera en cuña como 
asignatura que computa para nota y la Lomce de Wert abrazó 
fraternalmente al lobby de los obispos. Las reformas de Méndez de Vigo 
no contemplan ni de lejos quitarles este privilegio educativo.
  
 La mayoría de los colegios concertados en España son católicos (6 de 
cada 10), así que las plazas subvencionadas con dinero público incluyen 
rezos y crucifijos en el lote. Esos alumnos de lo público serán educados
 en lo católico. 
Los curas (nunca las monjas) también deciden sobre las 
vacunas, la vida y la muerte en los comités bioéticos de los hospitales 
públicos en Madrid, gracias a una idea de Gallardón. Quizás los eligió 
por su conexión directa con el otro mundo o porque es el mismo 
exministro que quiso devolver el aborto al siglo pasado.
  
 Además, la Conferencia Episcopal tiene muchos infiltrados en la cúpula.
 Como reciente exponente, el exministro de Interior Jorge Fernández 
Díaz, que de tanta fe se desparramó y acabó por tomar decisiones tan 
rídículas como darle una medalla al mérito policial a una virgen. 
  
 Quizás se lo sugirió al oído su ángel de la guardia Marcelo. O quizás 
quiso complacer sus intereses privados desde su puesto público. Ahora se
 ha llevado el caso al Supremo, a ver si entiende que la Virgen del Amor
 merece la medalla pública tanto como un policía muerto en acto de 
servicio. 
  
 Los obispos, los más radicales, salen con su filosofía de puño y 
candado a acuñar "imperio gay" o "ideología de género" y les ponemos un 
manto de flores y unos micros, y su mensaje vuela y se escucha allá 
donde jamás habría llegado. Aún influyen demasiado. 
  
 La Iglesia manda de más hasta en el IRPF. Cada año, por el mes de mayo o
 junio, nos la topamos en la declaración de la renta. Gracias a la 
casilla recaudaron 249 millones el año pasado –y aún así les pagamos 
aparte los profesores de Religión y las capillas de cuarteles y 
hospitales–. 
  
 Hemos acordado con el Vaticano que les vamos a financiar, sí, pero 
además que estarán libres de pies y manos. El Gobierno les han eximido 
de rendir cuentas. En qué gastan ese dinero sigue siendo un misterio 
mariano.
  
 Los privilegios de la Iglesia en España son tantos y tan variados que 
es difícil decir de carrerilla "estado aconfesional" sin sonreírse. 
Pero  la definición en la Constitución es tan abierta que permite primar a la Iglesia católica tanto como quieran los dirigentes del momento. 
  
 Ese desbordamiento de privilegios políticos y económicos, y no las 
misas de La 2, es el hueso que hay que morder. El grupo Unidos-Podemos 
ha apuntado a la liturgia dominical –con 300.000 espectadores de media 
cada domingo– como un escándalo que no lo es. Una 
televisión pública debe dar servicio a una ciudadanía diversa y plural, y
 eso incluye el servicio religioso matinal en la segunda cadena en un 
país donde el 68% se declara católico. A la audiencia me remito. La 
proposición ha sido efectista y ha puesto el debate en la mesa, pero ha 
cubierto con tinta de calamar a la madre del cordero.
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OTRA COSA: II Concurso Fotográfico #DisfrutaTena, del 28Julio a 3Sept.
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OTRA COSA: II Concurso Fotográfico #DisfrutaTena, del 28Julio a 3Sept.
 
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