Guillermo Hormigo 17 de febrero de 2023
Este espacio natural cuenta solo con 900 hectáreas de acceso libre. Corresponden fundamentalmente a los núcleos residenciales de El Pardo y Mingorrubio. El resto del terreno –más de 15.000 hectáreas– es de uso exclusivo de la familia real: un privilegio que tiene su origen en el inmenso cazadero real que instauró Enrique III de Castilla en el siglo XV. La riqueza de su fauna explica esta decisión en un momento en el que Madrid no era un enclave tan primordial. Que la ciudad se convirtiese después en capital es uno de los motivos por los cuales fue ganando en importancia y perdiendo en accesibilidad. Carlos I mandó edificar el Palacio de El Pardo, que sí es visitable, en el siglo XVI.
Fernando VI ordenó edificar el muro que cercó El Pardo en 1750, aislando definitivamente la zona. Posteriormente, Carlos III la reformó de la mano de su arquitecto de referencia, Francesco Sabatini. La Monarquía disponía así a su antojo de un paraíso natural a ocho kilómetros de la Puerta del Sol, mucho antes de que Franco convirtiese el Palacio en su residencia oficial y de que Madrid anexionase El Pardo a su término municipal en 1951. El rey emérito recuperó el Palacio de la Zarzuela, situado en medio del enclave vallado, como residencia real en 1962 y lo mantuvo con la llegada de la democracia. Pese a que la oficial sigue siendo el Palacio Real, tanto Juan Carlos I como Felipe VI han preferido el aislamiento de un área vetada a la ciudadanía (...)
No hay comentarios:
Publicar un comentario