El miedo paraliza, impide que
avancemos, que utilicemos las herramientas necesarias para cambiar
aquello que falla. Y eso la “superclase” lo sabe. Por eso para evitar
que cualquier proceso de cambio debilite su poder y riqueza, solo
necesitan inducir miedo. Si quieres controlar a un pueblo y contener su
deseo de reemplazar un sistema que solo beneficia a unos pocos, entonces
necesitas alimentarlos con miedo, y cuanto más, mejor. Sólo aquellas
sociedades que en su momento se rebelaron contra el poder establecido y
lo hicieron tambalear están vacunadas contra el miedo. Muy pocas, apenas
se pueden contar con los dedos de una mano. La nuestra, obviamente, no.
El último miedo atroz que nos atenaza es la crueldad de los terroristas yihadistas
La lista de miedos inducidos a lo largo de la historia es
muy larga. Desde los temores, la mayoría de corte moral, que las
diferentes religiones inoculaban y siguen inoculando a sus feligreses;
pasando por el miedo personificado en una potencia extranjera o en una
idea política. En occidente el poder personificaba ese miedo en los
comunistas, e incluso en los socialistas. No hace falta irse muy lejos
para ver como aquí los medios de comunicación patrios activan ese miedo
en las distintas campañas electorales. El último miedo atroz que nos
atenaza es la crueldad de los terroristas yihadistas. El problema es que
en realidad la mayoría de esos grupos en sus orígenes fueron ayudados y
financiados por las potencias occidentales, y, muy especialmente por
sus aliados wahhabis y salafistas en Oriente Medio. Pobre Nasser. Claro,
todo era por juegos geopolíticos, por la pasta.
Los miedos económicos
Pero
hay nuevos miedos, distintos, cercanos a lo que el gran Frank Delano
Roosvelt denunció el 4 de marzo de 1933 en su discurso inaugural al
pueblo estadounidense: "... lo único que debemos temer es al miedo ...”
“a ese miedo sin nombre, irracional, injustificado que paraliza ...”. Y
ese miedo es el que habían inoculado en aquel momento, y vuelven a
inocular ahora, a los trabajadores. Es el miedo económico. La agenda
neoliberal reintrodujo ese miedo en dos fases distintas. En primer lugar
abandonando conscientemente el objetivo de pleno empleo; en segundo
lugar infectando de deuda a las familias de los trabajadores.
A las élites no les gustan las consecuencias del mantenimiento del pleno empleo a largo plazo
Ya el gran Michal Kalecki en 1943 en “Political Aspects of Full Employment” exponía
distintas razones por las que a las élites no les gustaba, y sigue sin
gustarles, la idea de utilizar la política fiscal como instrumento de
política económica. La razón más importante era que a las élites no les
gustan las consecuencias del mantenimiento del pleno empleo a largo
plazo. “Bajo un régimen de pleno empleo permanente, el miedo dejaría de
desempeñar su papel como medida disciplinaria… La disciplina en las
fábricas y la estabilidad política son más apreciadas que los beneficios
por los líderes empresariales. Su instinto de clase les dice que el
pleno empleo duradero es poco sólido... y que el desempleo es una parte
integral del sistema capitalista normal".
La esclavitud de la deuda
La
vuelta al neo-feudalismo que supuso ese sistema de gobernanza económica
denominado "neoliberalismo” se desarrolló en dos fases distintas. Lo
primero que se promovieron fueron políticas económicas encaminadas a
flexibilizar los mercados laborales, controlar y reducir los salarios en
los países desarrollados con el fin de aumentar la tasa de retorno del
capital. Pero para compensar el vaciamiento que ello suponía para la
economía global -menores salarios y un aumento del subempleo-, en una
segunda fase, se recurrió al crédito y a la deuda como la solución para
estimular la demanda y la tasa de retorno del capital. Mientras duró,
los beneficios empresariales se multiplicaron, a la vez que se deprimían
los salarios. Una vez que el colateral que alimentaba esa deuda
estalla, entramos en distintas fases de recesión de balances privados
concatenadas.
Clinton, Blair, Schroeder y Brown habían decidido que el sueño tradicional de redistribuir la riqueza de los más ricos a los menos acomodados ya no era políticamente viable
Y hubo una izquierda que traicionó a sus electores, que
contribuyó de manera notoria a la creación del segundo miedo. Clinton,
Blair, Schroeder y Brown habían decidido que el sueño tradicional de
redistribuir la riqueza de los más ricos a los menos acomodados ya no
era políticamente viable. Habían claudicado ante Reagan y Thatcher. En
su lugar, llenaron de deuda a los asalariados. Para ello liberaron al
mundo financiero de las restricciones de la era Rooslvelt. De hecho, la
nueva política estaba hecha a medida para que los ricos se hicieran
mucho más ricos. A los pobres se les daría la deuda como un sustituto de
la riqueza. Se sentirían más ricos, y tendrían más para gastar.
Mientras los precios de la vivienda crecieran más rápido que los pagos
de la deuda, y el mercado de valores subiera, fabuloso, la máquina de la
deuda continuaría. La deuda era azúcar sin calorías. Usted podría
disfrutar sin engordar. ¿Qué podía salir mal? Los precios de las casas
nunca iban a bajar. ¿Lo recuerdan, verdad? Y entonces estalló la burbuja
inmobiliaria y el miedo floreció.
La gente de la
calle aprendió una lección dura, muy dura. En los buenos tiempos la
deuda mantenía a los pobres tranquilos. Como cualquier droga, podría
quitar los miedos y las preocupaciones de ser pobre. La deuda “drogó” a
muchos ciudadanos en una pasividad feliz. ¿Por qué deberían escuchar a
quienes defendían las viejas y duras luchas políticas cuando la política
de la deuda era tan seductora y fácil? El problema es que al final esas
deudas privadas han acabado esclavizando a multitud de familias.
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OTRA COSA: Concentración frente al ayto. de Getafe, 7 Octubre.
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OTRA COSA: Concentración frente al ayto. de Getafe, 7 Octubre.
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