jueves, 19 de octubre de 2017

Stop the horror: la mala muerte, una experiencia cotidiana, de Fernando Marín Olalla

Fernando Marín Olalla  18/09/2017 http://ecodiario.eleconomista.es/firmas/noticias/8614356/09/17/Stop-the-horror-la-mala-muerte-una-experiencia-cotidiana.html

Uno de los momentos del vídeo. Imagen: Stopthehorror.com
Stop The Horror es un corto (aquí puede verlo) que muestra la muerte de Greg Sims, un hombre de 56 años ingresado en el hospital por un tumor cerebral y que durante sus últimas tres semanas padeció un sufrimiento insoportable ante la mirada horrorizada de su familia. Para su hija, ser testigo de tanto dolor fue como una película de terror y así se lo contó a la asociación Go Gentle Australia y al director de la cinta.
La película es impactante. Son seis minutos de angustia en los que el enfermo terminal sufre toda una serie de calamidades: se agita, se tira de la cama, tiene convulsiones y problemas de alimentación, hay que aspirarle la saliva.... Una tragedia que transcurre ante la mirada de su familia, que sufre -durante las 24 horas, los siete días de la semana-, por un lado perpleja e incrédula ante lo que está pasando y, por otro, indignada ante una situación horrorosa, llena de tanto sufrimiento evitable que no tiene ni justificación, ni consuelo.
Lo preocupante es que la película no es ninguna exageración. Las situaciones que aparecen son propias del proceso de agonía o la fase de los últimos días, incluso cuando se reciben cuidados paliativos. La respuesta del sistema también es habitual: "Todavía no le podemos sedar", "no podemos subir la medicación", "hay que esperar", "hay que tener paciencia", "sólo serán unos días", "yo no veo que sufra tanto"...  Cada semana, llegan a la Asociación Derecho a Morir Dignamente testimonios tan desgarradores como los de esta película de terror.
Los cuidados paliativos pueden aliviar algunos síntomas, pero es obvio que evitar cualquier sufrimiento está fuera de sus posibilidades. La dificultad para tragar y alimentarse, las heridas por rozamiento o por presión, la angustia, los estertores pre-mortem, la respiración costosa, el deterioro extremo que supone el proceso de morir, todo esto es inevitable. Pueden dormir al paciente con una sedación, pero a veces lo hacen demasiado tarde, sólo cuando su cuerpo ya no puede más y está físicamente muriendo.
La sedación a demanda de un paciente con un sufrimiento irreversible no es una eutanasia, no provoca la muerte "de forma necesaria y directa", como prohíbe el Código Penal. Pero los cuidados paliativos viven atrapados en su dogma de que "ni adelantan ni retrasan la muerte", en un protocolo de sedación que es demasiado lento, que utiliza la mínima dosis posible para que el paciente esté aparentemente tranquilo, demasiado rácano con las dosis, permitiendo que miles de enfermos se agiten provocando la angustia en sus familiares. Todo ello es innecesario, pero "ni adelantan, ni retrasan".
Nadie quiere vivir así. Con una ley de eutanasia, Greg, como muchas otras personas, habrían preferido morirse justo antes de llegar a ese proceso de agonía. Otras, no sólo desearían evitar llegar a ese grado de deterioro y de sufrimiento, sino que, unos meses antes, optarían por no seguir viviendo una vida de dependencia que sólo puede ir a peor. Algunos, tendrían tan claro que ya no soportan su situación ni un día más que decidirán morir voluntariamente. El resto, un 96% de las personas que fallecen, no tomarán la decisión de morir, pero tendrían a su disposición una ventana por la que escapar, por si acaso las cosas se ponen muy feas. Los profesionales, por fin, se verían liberados de la presión del Código Penal y podrían ayudar a sus pacientes a morir en paz, sin condicionamientos bioéticos que, en el fondo, lo que tratan es de camuflar el principio religioso de la sacralidad de la vida (totalmente respetable, pero no por imposición de los creyentes).
Stop the horror, paremos el horror, eso es lo que desean miles de personas tras vivir de cerca experiencias dramáticas similares. Regular la eutanasia no es la solución a la mala calidad de la muerte, hay mucho más por hacer, pero sin la libertad de finalizar la vida cuando una persona decida, morir en paz, con dignidad, será imposible.
Si la película le ha impresionado, recuerde que la realidad siempre supera la ficción.
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OTRA COSA: El genocidio alemán de los cráneos en Namibia



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