Stop The Horror es un corto (aquí puede verlo)
que muestra la muerte de Greg Sims, un hombre de 56 años ingresado en
el hospital por un tumor cerebral y que durante sus últimas tres semanas
padeció un sufrimiento insoportable ante la mirada horrorizada de su
familia. Para su hija, ser testigo de tanto dolor fue como una película
de terror y así se lo contó a la asociación Go Gentle Australia y al
director de la cinta.
La película es impactante. Son seis
minutos de angustia en los que el enfermo terminal sufre toda una serie
de calamidades: se agita, se tira de la cama, tiene convulsiones y
problemas de alimentación, hay que aspirarle la saliva.... Una tragedia
que transcurre ante la mirada de su familia, que sufre -durante las 24
horas, los siete días de la semana-, por un lado perpleja e incrédula
ante lo que está pasando y, por otro, indignada ante una situación
horrorosa, llena de tanto sufrimiento evitable que no tiene ni
justificación, ni consuelo.
Lo preocupante es que la película no es
ninguna exageración. Las situaciones que aparecen son propias del
proceso de agonía o la fase de los últimos días, incluso cuando se
reciben cuidados paliativos. La respuesta del sistema también es
habitual: "Todavía no le podemos sedar", "no podemos subir la
medicación", "hay que esperar", "hay que tener paciencia", "sólo serán
unos días", "yo no veo que sufra tanto"... Cada semana, llegan a la
Asociación Derecho a Morir Dignamente testimonios tan desgarradores como
los de esta película de terror.
Los cuidados paliativos pueden aliviar
algunos síntomas, pero es obvio que evitar cualquier sufrimiento está
fuera de sus posibilidades. La dificultad para tragar y alimentarse, las
heridas por rozamiento o por presión, la angustia, los estertores
pre-mortem, la respiración costosa, el deterioro extremo que supone el
proceso de morir, todo esto es inevitable. Pueden dormir al paciente con
una sedación, pero a veces lo hacen demasiado tarde, sólo cuando su
cuerpo ya no puede más y está físicamente muriendo.
La sedación a demanda de un paciente con
un sufrimiento irreversible no es una eutanasia, no provoca la muerte
"de forma necesaria y directa", como prohíbe el Código Penal. Pero los
cuidados paliativos viven atrapados en su dogma de que "ni adelantan ni
retrasan la muerte", en un protocolo de sedación que es demasiado lento,
que utiliza la mínima dosis posible para que el paciente esté
aparentemente tranquilo, demasiado rácano con las dosis, permitiendo que
miles de enfermos se agiten provocando la angustia en sus familiares.
Todo ello es innecesario, pero "ni adelantan, ni retrasan".
Nadie quiere vivir así. Con una ley de eutanasia,
Greg, como muchas otras personas, habrían preferido morirse justo antes
de llegar a ese proceso de agonía. Otras, no sólo desearían evitar
llegar a ese grado de deterioro y de sufrimiento, sino que, unos meses
antes, optarían por no seguir viviendo una vida de dependencia que sólo
puede ir a peor. Algunos, tendrían tan claro que ya no soportan su
situación ni un día más que decidirán morir voluntariamente. El resto,
un 96% de las personas que fallecen, no tomarán la decisión de morir,
pero tendrían a su disposición una ventana por la que escapar, por si
acaso las cosas se ponen muy feas. Los profesionales, por fin, se verían
liberados de la presión del Código Penal y podrían ayudar a sus
pacientes a morir en paz, sin condicionamientos bioéticos que, en el
fondo, lo que tratan es de camuflar el principio religioso de la
sacralidad de la vida (totalmente respetable, pero no por imposición de
los creyentes).
Stop the horror, paremos el horror, eso es
lo que desean miles de personas tras vivir de cerca experiencias
dramáticas similares. Regular la eutanasia no es la solución a la mala
calidad de la muerte, hay mucho más por hacer, pero sin la libertad de
finalizar la vida cuando una persona decida, morir en paz, con dignidad,
será imposible.
Si la película le ha impresionado, recuerde que la realidad siempre supera la ficción.
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OTRA COSA: El genocidio alemán de los cráneos en Namibia
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