viernes, 3 de diciembre de 2021

El conflicto entre las fuerzas que destruyen el mundo y las que lo rehacen o impiden que se deshaga. Introd. de Fernando Broncano

 

Un Albert Camus tardío sumergido en el debate político del momento escribió este conocido párrafo en el discurso de recepción del Nobel:

[…] cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no podrá hacerlo. Pero su tarea es quizás mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida —en la que se mezclan las revoluciones fracasadas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos, y las ideologías extenuadas; en la que poderes mediocres, que pueden hoy destruirlo todo, no saben convencer; en la que la inteligencia se humilla hasta ponerse al servicio del odio y de la opresión—, esa generación ha debido, en sí misma y a su alrededor, restaurar, partiendo de amargas inquietudes, un poco de lo que constituye la dignidad de vivir y de morir. (Albert Camus, Discurso en la recepción del Premio Nobel 1957)
Es una afirmación triste, signo de un momento de ilusiones perdidas, expresión de una generación (una parte) que estuvo en la Resistencia y en 1945 creyó que el mundo podría ser mejor, y que en plena Guerra Fría sentía que todo estaba en peligro. Hacer y deshacer el mundo. Al final, en esto consiste la vieja lucha entre el bien y el mal de connotaciones religiosas: el conflicto entre las fuerzas que destruyen el mundo y las que lo rehacen o impiden que se deshaga.
Este libro de Elaine Scarry, ya viejo (1985) "The Body in Pain. The Making and Unmaking the World" está dedicado a esta dialéctica. En la primera parte habla de la tortura y todas las formas de violencia que están orientadas a deshacer el mundo. La segunda parte, una lectura de Marx sobre todo, está orientada a explicar en qué forma el trabajo construye el mundo al igual que el lenguaje: haciendo cosas que son compartidas y vividas en común, y cómo el capital se apropia y deshace lo común.

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