ELNACIONAL.CAT 31/10/21
Nombre primordial para descifrar la poesía catalana de la segunda mitad del siglo XX, Enric Casasses me espera un martes por la tarde a la salida del metro de Entença. Su imagen es la misma que le recuerdo de siempre: mirada nostálgica, delgado, pelo largo de un banco ya nuclear. Un viejo rockero que viste íntegramente de tejano y calza botas camperas. Una sincronía que sólo altera un fardo de ir a comprar. Su literatura ya es eso, un perfecto equilibrio entre las formas más tradicionales y la vanguardia más libre. Hemos quedado para hablar Soliloquis de nyigui-nyogui (Ediciones 62, 2021), obra antológica que recoge los poemas narrativos escritos entre 1977 y la actualidad (...)
¿Te interesan las nuevas subculturas juveniles?
Me interesan, sí. No estoy preocupado, ni lo conozco mucho, pero me gusta saber lo que pasa y lo que hay.
¿Qué te parece el uso que hacen del idioma?
Está muy bien, que vayan directamente espontáneamente. La esencia de literatura, y aquí incluyo las letras de las canciones, es que la gente pueda decir lo que le dé la gana. Aquí está la gracia.
¿Estando en el Antibiótic, qué papel han jugado las drogas a tu vida y a tu obra literaria?
La hierba siempre me ha acompañado, I en un momento de mi vida, cuando era joven y bastante fuerte, el LSD. Pero nunca me he enganchado a nada, sino que de vez en cuando me metía unos viajes de casa Dios. Después, con los años, he ido pasado por todo tipo de caminos y a rayas.
¿Pero creativamente te han ayudado?
Las drogas no dejan de ser lentes que aumentan o deforman la realidad. Pero eso no lo provoca la droga, sino que está en nuestro interior. La droga lo amplifica. Gabriel Ferrater decía que se emborrachaba para poder hablar con la gente. Aquellas conversaciones las escribía, pero sereno.
¿Tú has escrito borracho o drogado?
Yo he hecho de todo. Durante una época también escribí borracho, pero al día siguiente no me entendía la letra. Y drogado también, pero en este caso, más que estar colocado lo que acaba influyendo era el mundo en que entraba. La droga, la comida, la materia... no dejan de ser metáforas de lo mismo: la relación entre lo que te comes y el mundo. Aunque el mundo se te acaba comiendo a ti.(...)
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