Javier Aroca 20 dic. 2020 Jose Maria Martin Vazquez Adelante por la libertad
Con inmenso gozo, así empezaba el radiomensaje dirigido a los fieles españoles por Pío XII en abril de 1939: "Nuestros queridos hijos de la Católica España, sobre el Jefe del Estado (Franco) y su ilustre Gobierno, sobre el celante Episcopado y abnegado Clero, sobre los heroicos combatientes y sobre todos los fieles, Nuestra Bendición Apostólica".
Con inmenso pesar
El papa y la Iglesia católica estaban felices porque habían ganado los suyos, habían acabado con el laicismo y el materialismo. Los cientos de miles de asesinados, en cunetas, cementerios y fosas comunes, la represión que comenzaba, la muerte del adversario, la vida, el valor más importante del cristianismo, no les importaba, en todo caso, sus muertos.
No sería el último caso, por solo citar los hispanoamericanos, tan queridos para el integrísimo hispano peninsular, el papel de la Iglesia católica en el Chile o la Argentina golpista y militar, merece el mismo reproche. La alianza de la jerarquía católica con la muerte es proverbial e ideológicamente rechazable, si siquiera simpatizáramos lo mínimo con la doctrina de Cristo. El caso de la Iglesia en el País Vasco, su convivencia con la muerte, apenas quema en el episcopado español sin ninguna consecuencia. (...)
No hay comentarios:
Publicar un comentario