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«El día del fusilamiento yo no sabía nada, pero me levanté mala, esa noche no paré de tener pesadillas, los niños también parecían presentir lo peor, no jugaban, no reían, parecían muertos vivientes, a los pocos días llegó la noticia de que los habían fusilado, ni siquiera una tumba nos dejaron.»
Rosa García López
«(…) Cuando condenaron a muerte a tu abuelo fui a hablar con un abogado de Las Palmas que tenía el despacho en Vegueta, se llamaba don José Miguel Manrique de Lara y de Ilurdoz, me acuerdo que me hizo esperar mucho tiempo, allí estuve desde las nueve de la mañana hasta las siete de la tarde, llegaban clientes y los atendía antes que a mi, salía su secretaria y me decía que tenía que esperar. Sin comer en todo el día y sin beber agua me vino a atender casi a las ocho de la noche, me acuerdo que no levantaba la vista de la mesa, me hablaba como si yo no existiera. Tenía fama porque había conseguido varios indultos a hombres de la isla que iban a fusilar, entonces me explico lo que tenía que pagar sin casi preguntarme por la condena ni el Consejo de Guerra, era canario pero hablaba con acento peninsular, eso en aquella época hacía parecer que era una persona más importante, me dijo sin mirarme a la cara: -Mire usted señora por la hora que es vamos al grano que es muy tarde, yo le explico lo que cuesta este proceso y ya usted toma una decisión al respecto, hace falta pagar a varios funcionarios, luego un par de favores, alguna donación, algún regalo y por supuesto al Fiscal Militar también tendrá que llevarse algo, ya que será quien pida por escrito el indulto a los altos mandos de Capitanía, sumando todo a bote pronto, más los honorarios de este despacho, serían por lo bajo unas 40.000 pesetas- Yo me quedé sin habla y le dije -¿De dónde voy a sacar todo ese dinero don José?- (...)
Testimonio de mi abuela paterna Dolores García López.
Conversación mantenida en diciembre de 1975 en su casa de El Puente, Tamaraceite, Isla de Gran Canaria.
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