Fue Irina quien le llevó a coger la cámara al sentir la necesidad de contar su historia: "Si yo hubiera tenido referentes de mujeres cineastas, me hubiera convertido en cineasta mucho antes. A partir de ese documental, en 2005, sobre la trata de mujeres, no he parado de formarme, de crecer también como cineasta para utilizar el cine como una herramienta de transformación social. El cine que yo quiero, que intento hacer, me gustaría que pusiera un granito de arena en hacer un mundo mejor, un mundo más justo".
A partir de la historia de Irina, Lozano empezó a tirar de un hilo que le llevó a un conocimiento cada vez mayor de la trata. Y de ahí a conocer a uno de los personajes que suelen escapar del conocimiento público, un proxeneta: "Miguel, el Músico, es un exproxeneta, condenado por prostitución coactiva y trata de seres humanos que llegó a mi vida gracias a, o de la mano de un policía de la UCRIF (Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales). Durante años trabajamos porque yo quería saber todo lo que esconden las luces de neón. Qué hay detrás, quién blanquea el dinero, quiénes son los cómplices de unos proxenetas que tienen tantísimo poder en nuestro país" (...)
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