- El economista e incansable activista Arcadi Oliveres afronta sus últimos días tras un diagnóstico de cáncer terminal. Arropado por su familia, que ha abierto una web para todo aquel que quiera mandarle mensajes, se siente “feliz” y con ganas de seguir buscando soluciones a una sociedad injusta. "Si este mundo no nos gusta, hay que buscar otro", insiste
- Arcadi Oliveres: "Voy a morir sin ver caer la monarquía, pero lo veréis en cuatro
Sentado en la butaca del salón, donde recibe a más de una decena de personas al día, Arcadi Oliveres explica que físicamente está todo lo bien que puede estar, mientras que, anímicamente, se describe como «demasiado eufórico». Después de encajar el diagnóstico solo, ingresado en el hospital, ha pasado de «la oscuridad más absoluta» a «la luz que nace cuando estás con amigos y familia». Ya en casa, se siente acompañado y feliz. Y esto le da el ímpetu necesario para seguir con lo que le apasiona: hablar de las grandes injusticias de nuestras sociedades y discutir cómo superarlas, desde la crisis de los alquileres hasta el hambre en el mundo, ya sea un periodista el que le pregunta o cualquiera de sus nietos, que suelen correr por casa muy a menudo.
En su último libro Paraules d’Arcadi (Angle Editorial), que se acaba de publicar este mes y que se gestó antes de conocer su enfermedad, Oliveres ordena sus ideas sobre luchas pasadas y aporta sus reflexiones sobre retos futuros que ya son presentes: la crisis climática, la migratoria o el fin de la monarquía, un deseo para él «ineludible» que sabe que no verá, aunque cree que por poco llegará. Pero lo mejor del libro, dice, es el prólogo. En él aparecen sus conversaciones con los nietos. Les dice que el mundo anda revolucionado. El mayor, de 11 años, le suele coger el periódico cada mañana para leérselo entero, como hacía él con el de su padre, y luego lo comentan. «Aquí solemos tener una bola del mundo –señala un rincón del salón– y muchas veces la cogemos y vamos tanteando: que si esto es Rusia, esto es la frontera de México y Estados Unidos…»
Una de las tareas estos días de Oliveres consiste en idear su funeral. El mensaje que quiere transmitir, dice, es «bien sencillo»: «El de un señor llamado Jesucristo, que nació hace dos mil años y que decía ‘amaros los unos a los otros'». Como creyente, le ha pedido acompañamiento espiritual a un amigo sacerdote, el mismo que ayudó en su etapa final de vida a Marcel, su hijo, que falleció a los 28 años, hace una década, pocas semanas después del 15-M (...)
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