martes, 19 de noviembre de 2024

"Muchos científicos en la industria alimentaria reconocen que diseñan los alimentos para que no podamos dejar de comerlos"

 André Biernath   BBC News Brasil   24 octubre 2024

El médico y escritor Chris van Tulleken defiende que, en pos de la salud pública, los alimentos ultraprocesados reciban el mismo tratamiento que los cigarrillos.

Infectólogo del Hospital de Enfermedades Tropicales de Londres, profesor del University College y presentador de algunos programas en la BBC, también es autor del libro “Gente Ultraprocesada: Por qué comemos cosas que no son comida, y por qué no podemos dejar de comerlas”(Editorial Elefante).

La obra se convirtió en un éxito de ventas y ganó varios premios.

El médico británico confiesa que al principio dudó del concepto de ultraprocesados y pensaba que los peligros señalados en los estudios sobre estos alimentos estaban relacionados únicamente con los excesos de grasa, azúcar y sal presentes en muchos de estos productos.


"Muchos científicos en la industria alimentaria reconocen que diseñan los alimentos para que no podamos dejar de comerlos" El médico y escritor Chris van Tulleken defiende que, en pos de la salud pública, los alimentos ultraprocesados reciban el mismo tratamiento que los cigarrillos.24 oct 2024

Para poner la idea a prueba, decidió realizar una investigación en la que radicalizó su propia dieta y comenzó a comer básicamente alimentos ultraprocesados.

Entre muchos otros detalles e informaciones contenidas en su libro, detalla todo lo que vivió durante la experiencia.

En una entrevista con BBC News Brasil, Van Tulleken llama a que los países y gobiernos tomen medidas más contundentes para reducir el consumo de alimentos ultraprocesados entre la población.

En su opinión, las grandes empresas alimentarias destruirán las cocinas tradicionales en los próximos 50 años, y no hay mucho que las personas individualmente puedan hacer para cambiar este escenario (o su propia dieta).

A continuación, los principales extractos de la entrevista.

Usted tiene formación en infectología y virología molecular. ¿De dónde surgió el interés académico y científico por la alimentación?

Como médico en mi juventud trabajé en países de ingresos bajos y medios, específicamente en África Central y en el Sudeste Asiático. Y, como infectólogo, fui testigo de niños muriendo a causa de enfermedades infecciosas.

Muchos de esos niños murieron porque sus padres fueron convencidos de comprar fórmulas infantiles, muchas veces sin tener condiciones financieras, y no tenían acceso a agua potable para prepararlas. Muchas veces, tampoco sabían cómo preparar esas fórmulas.

Ese fue mi primer contacto con la industria alimentaria, sobre la cual haría investigaciones en el futuro.

Algunos años después, participé en algunos programas de la BBC en los que comencé a enfocarme en cómo los intereses comerciales afectan nuestra salud o cómo algunas corporaciones, principalmente las empresas que fabrican alimentos, nos afectan a todos.

¿Recuerda la primera vez que escuchó el término "alimento ultraprocesado"?

Sí, eso ocurrió en 2009, cuando una productora de la BBC me envió un artículo científico mientras estábamos produciendo un documental sobre obesidad infantil.

Este artículo estaba escrito mitad en portugués, mitad en inglés, y había sido publicado en una revista de salud brasileña. Para mí, en esa época, no me pareció muy importante y lo ignoré por mucho tiempo.

Cuando finalmente leí el artículo, sentí que ahí estaba la explicación de todo. Ese fue mi instinto.

A continuación, hice muchas otras lecturas y transformé este tema en mi objeto de investigación como científico. Pasados algunos años, puedo decir que ese instinto inicial era correcto y el concepto de ultraprocesado realmente explica cómo estos alimentos nos perjudican.

En el libro, usted dice que dudaba del concepto de ultraprocesados, pues pensaba que los daños relacionados con muchos alimentos podrían ser causados por el exceso de sal, grasa y azúcar. ¿Cuáles fueron los motivos que levantaron esa sospecha?

Como mencioné, mi primer instinto fue que ese concepto lo explicaba todo. Pero, en un segundo momento, pensé: ¿será que realmente es cierto? ¿O será que lo perjudicial de estos alimentos es la sal, el azúcar y la grasa?

Es difícil explicar la emoción que sentí en ese momento, pero fue una mezcla de curiosidad y escepticismo.

Después de todos estos años de investigación, ¿cuál es, en su opinión, la forma más simple de explicar qué es un ultraprocesado?

Si tomas un alimento y necesitas leer la lista de ingredientes, probablemente estés ante un ultraprocesado.

Y, si en esa lista aparecen ingredientes que no encuentras en cualquier cocina o despensa, definitivamente es un alimento ultraprocesado.

Este concepto describe la mayoría de los productos fabricados por corporaciones alimentarias transnacionales.

Hay algunas excepciones. Nestlé, por ejemplo, fabrica un cereal de trigo que técnicamente no es un ultraprocesado.

Pero la mayoría de los productos que generan dinero para Nestlé, Danone, Pepsico, Kraft Heinz, Coca-Cola, Mondelez y otras empresas son ultraprocesados.

Estoy hablando contigo desde una habitación de hotel y aquí, frente a mí, hay una cesta con una barra de nueces, una barra de chocolate, chicles y un paquete de nueces sazonadas. Todo esto es ultraprocesado.

En el libro, usted hace comparaciones entre la industria alimentaria y la del tabaco, y también entre los ultraprocesados y los cigarrillos. En su opinión, ¿cuáles son las semejanzas y diferencias entre estos dos sectores y productos?

Bueno, estas industrias no solo son similares, son la misma cosa.

A mediados de los años 80, una de las mayores compañías de cigarrillos del mundo, RJ Reynolds, compró Nabisco, una enorme empresa alimentaria.

En esa misma época, Philip Morris (de la industria tabacalera) compró General Foods (empresa alimentaria).

Estamos hablando de los mismos conglomerados, aunque estas empresas se hayan desmembrado y cambiado de manos en las décadas siguientes. Utilizan las mismas moléculas probadas en laboratorio para los cigarrillos, como los saborizantes, en los alimentos. Usan las mismas técnicas de marketing y redes de distribución para vender alimentos adictivos y dañinos, tal como hicieron con los cigarrillos.

Por lo tanto, esta comparación es completamente legítima.

Hoy en día, estas empresas están controladas por los mismos inversores institucionales y siguen comportándose de manera parecida.

Para mí, es importante que la gente entienda que la industria tabacalera no es excepcional o un caso único.

Comida, cigarrillos, alcohol, apuestas, combustibles fósiles y medicamentos, todos ellos están gobernados por el mismo grupo. Y todos necesitan algún tipo de regulación, con algunos matices para casos específicos.

Comúnmente pensamos que la obesidad está relacionada con una cuenta matemática que involucra el consumo de calorías a través de la alimentación y su gasto mediante la actividad física. ¿Esa ecuación tiene sentido?

Cuando pensamos en casos extremos, como un ciclista que participa en el Tour de Francia o un nadador olímpico, está claro que queman más calorías que una persona común.

Pero ser más activo no altera de manera significativa el número de calorías que quemas.

¿Qué significa esto? Bueno, si un brasileño deja su trabajo sedentario en Río de Janeiro como médico o periodista y decide vivir en el bosque, con un estilo de vida ancestral, probablemente no quemará muchas más calorías.

Esta observación parece contraintuitiva, lo sé, pero proviene de estudios de altísima calidad.

Lo que las evidencias recientes nos muestran es que una persona como yo quemará 3.000 calorías por día, independientemente de si vive como un cazador-recolector o si invierte en su carrera de médico y escritor.

Y esto explica por qué el ejercicio es tan beneficioso para nosotros. Cuando hacemos actividad física, "robamos" esas calorías de otras partes del cuerpo.

Es decir, debo sacar energía que normalmente se usaría para otras cosas, como la ansiedad, la inflamación y la producción de altos niveles de hormonas reproductivas.

El ejercicio es bueno porque gastamos menos energía en cosas como la ansiedad o la inflamación. Pero no llega a modificar significativamente la cantidad de calorías que quemamos.

En mi capítulo favorito del libro, explico que la mayoría de los estudios que dicen lo contrario —es decir, que quemamos más calorías al hacer ejercicio— fueron patrocinados por la industria de las bebidas azucaradas.

Tenemos buenas evidencias e independientes que muestran que el ejercicio no quema más calorías, y un conjunto de estudios que afirman lo contrario, pero que fueron financiados por la industria de las bebidas azucaradas.

Sobre este tema, en los últimos años hemos visto el aumento de la popularidad de medicamentos para tratar la obesidad. Desde su punto de vista, ¿están interrelacionados el aumento del consumo de ultraprocesados, el crecimiento de la obesidad y la aparición de nuevos medicamentos para el exceso de peso?

Las empresas privadas no ganan dinero resolviendo la crisis de la obesidad. Claro, habría un gran beneficio en términos de salud pública y economía, pero eso no beneficia a las corporaciones.

La industria alimentaria nos vende alimentos que engordan porque tiene que hacerlo. Es la única forma que tienen de obtener beneficios. Necesitan vender alimentos que lleven al consumo excesivo, a la exageración, para poder ganar más y más dinero.

Imagina una empresa alimentaria que vendiera alimentos que sacien a las personas. Es decir, los consumidores no necesitarían comprar grandes cantidades, solo lo necesario. ¿Cómo podría competir esta empresa?

Creo que la industria alimentaria necesita vender estos productos para seguir existiendo.

En este contexto, tiene mucho sentido que las empresas farmacéuticas ofrezcan y vendan soluciones a este problema en forma de nuevos medicamentos.

La comparación que hago es entre el cigarrillo, la quimioterapia y el cáncer de pulmón.

No es que la industria del tabaco y las farmacéuticas se hayan reunido un día para acordar: "Mira, yo causo el cáncer y tú creas la cura para esta enfermedad".

Es muy importante celebrar la existencia de la quimioterapia, que ayuda a muchos pacientes, eso es excelente, al igual que es importante tener medicamentos para la obesidad, porque pueden ayudar a muchas personas.

Pero la quimioterapia no debe distraernos de la terrible tragedia de salud causada por el cigarrillo, que va mucho más allá del cáncer.

Lo mismo vale para los medicamentos que tratan la obesidad. Éstos funcionan relativamente bien, pero no son la solución para todos los problemas relacionados con aquello que comemos. Estos fármacos no curan la ansiedad, la depresión, el cáncer, la inflamación, las enfermedades intestinales ni los problemas cardiovasculares.

Nunca deberíamos dejar que las personas se enfermen para luego tratarlas. Sería mucho más barato y efectivo mejorar la dieta de los niños, regular la industria alimentaria e incentivar a todos a vivir de manera saludable.

Esto es algo factible, basta solo limitar el poder de la industria alimentaria.

En el libro usted dice que no desea dar recomendaciones de dieta ni cambiar la alimentación de nadie. ¿Por qué tomó esa decisión?

El libro reflexiona sobre el tema, pero no tiene la pretensión de ofrecer consejos prácticos para el día a día. El primer motivo es que no existen soluciones individuales.

De hecho, invito a las personas a leer el libro mientras comen alimentos ultraprocesados. Al final, muchos lectores me dijeron que ya no querían consumirlos.

La verdad es que, aún así, no hay una solución. Por más que alguien se sienta disgustado con este tipo de comida, es prácticamente imposible evitarla en el día a día.

Trabajas en una oficina de la BBC en Londres, y la comida que se vende ahí es ultraprocesada. Incluso si sales del edificio y decides comer en algún lugar cercano, la gran mayoría de esos establecimientos solo ofrece ultraprocesados.

Estos alimentos están en las estaciones de servicio, en los aeropuertos y prácticamente en todas partes. Nos rodean, no importa a dónde vayamos. Y, muchas veces, los ultraprocesados son la única comida que las personas pueden costearse en los supermercados. Entonces, me parece un tanto cruel sugerirles que dejen de consumirlos.

Parte de mi decisión de no recomendar cambios en la dieta proviene de esa falta de esperanza, de no considerar muy amable decirle a la gente que cambie.

Estoy realmente interesado en el sistema alimentario. Y deseo que el libro reduzca la vergüenza y el estigma que las personas sienten con respecto a la comida.

He hablado con muchos científicos que trabajan en la industria alimentaria, y son muy claros al decir que diseñan y alteran los alimentos para que no podamos dejar de comerlos.

Así es que el objetivo de mi libro es señalar que el problema no está en las personas, sino en todo el sistema. Con esto quiero decir que, si no puedes dejar de consumir estos productos, no necesitas castigarte.

¿Existe algún lugar en el mundo donde funcione esta regulación sobre los productos ultraprocesados? En tu opinión, ¿cuáles serían las formas de cambiar este sistema?

Chile, México y Argentina tienen políticas públicas muy buenas en este sentido. Brasil también está desarrollando cosas interesantes.

Recientemente, di una conferencia en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, y un colega mexicano que estaba en la audiencia comentó que, a pesar de todas las advertencias en los envases y los impuestos sobre ultraprocesados en su país, la gente aún sufre de obesidad.

En mi opinión, necesitamos usar los mismos medios que se emplearon para el control del tabaco. Necesitamos un sistema de advertencias en los envases que sea más grande que los logotipos de las empresas o productos. Necesitamos imponer impuestos agresivos a los peores alimentos. Necesitamos prohibir cualquier tipo de publicidad y también prohibir su venta a los niños.

En última instancia, necesitamos pensar en formas de limitar el poder de estas corporaciones, porque el sistema actual es malo para todos. Es malo para los negocios y para la economía. Es malo para quienes están saludables o padecen enfermedades. Es malo para las pequeñas y medianas empresas que producen buena comida.

Ah, y también necesitamos librarnos de los conflictos de interés.

En Reino Unido, el British Medical Journal acaba de publicar un análisis sobre el Comité Científico Asesor en Nutrición (un grupo que ofrece recomendaciones para las políticas públicas sobre alimentación del país).

Los datos muestran que el 65% de los miembros del comité han recibido dinero de industrias alimentarias, de empresas como Coca-Cola, Nestlé y Danone.

Además, en Reino Unido, el Science Media Centre (un grupo que asesora a la prensa en temas científicos) ha sido o es patrocinado por Nestlé y Procter & Gamble.

Tenemos departamentos de investigación y científicos citados con frecuencia por la prensa que reciben fondos de Pepsico, Mars y Nestlé.

Hay médicos, influencers y organizaciones de salud, como la Fundación Británica de Nutrición, que están financiados por Coca-Cola y otras compañías.

En otras palabras, hasta que no veamos este dinero de la industria alimentaria como algo sucio, no acabaremos con todos estos conflictos de intereses.

¿Ves alguna diferencia en la forma en que actúan estas empresas alimentarias en países ricos y pobres?

El problema es global, ocurre en todas partes. Te daré un ejemplo práctico. En 2016, la cadena de pizzerías Domino's abrió 1.281 nuevas tiendas, es decir, una cada siete horas, la mayoría de ellas fuera de Estados Unidos. Actualmente, India tiene alrededor de 1.500 sucursales de Domino's.

En el oeste de África, vemos el crecimiento de Kentucky Fried Chicken (KFC) y otras grandes cadenas de comida rápida. Lo mismo ocurre en China.

En todas partes, los niños pequeños están consumiendo cada vez más fórmulas infantiles, que son peores para la salud en comparación con la lactancia materna.

El proyecto de la industria de alimentos ultraprocesados parece estar destinado a destruir todas las dietas tradicionales. En Italia, las cafeterías se han convertido en Starbucks y las pizzerías en Pizza Hut. Lo mismo está ocurriendo en Brasil, Reino Unido, Estados Unidos…

Incluso lugares con culturas gastronómicas muy fuertes, como Italia, Francia y España, se vuelven cada vez más vulnerables.

O limitamos el poder de estas corporaciones de la misma manera que hicimos con la industria tabacalera, o todas las dietas tradicionales serán destruidas en los próximos 50 años.

¿Por qué decidiste someterte a una experiencia de consumo de ultraprocesados?

Bueno, quise ser el primer paciente del estudio que estamos realizando sobre el tema. Sinceramente, no pensé que aumentar el consumo de ultraprocesados cambiaría algo en mi vida. Pero en la práctica, experimenté efectos muy significativos en mi salud, lo que está totalmente alineado con la literatura científica publicada sobre el tema.

Detallas todos esos efectos en el libro, pero ¿podrías mencionar qué emociones sentiste durante la experiencia?

La primera semana fue bastante divertida. Pero a partir de la segunda, empecé a sentirme más cansado, porque los ultraprocesados son muy salados. Esto provoca deshidratación y estreñimiento, ya que son pobres en fibra.

Es decir, me despertaba, comía más de lo necesario y volvía a dormir. Luego, me levantaba por la noche con ganas de ir al baño, orinar y beber agua. Pero dejé de evacuar regularmente. Así que me dolía el trasero y mi sueño empeoró cada vez más.

Como comes más durante el día, sientes que no tienes control sobre tu dieta. Me sentí terrible en esa segunda semana de la experiencia.

Pero solo me di cuenta de esto cuando dejé de consumir comida ultraprocesada.

Vemos este comportamiento en los niños. Cuando tienen hambre, no lo verbalizan. Simplemente se ponen más nerviosos, enojados e irritados con todos.

Y yo sentí lo mismo. Estaba furioso con mi familia y me volví una persona con la que era difícil convivir. Pero pensaba que el problema siempre eran los demás, nunca yo.

Sin embargo, a mitad de la experiencia, una científica brasileña dijo una frase que lo cambió todo. Me dijo: "Eso que estás comiendo no es comida de verdad".

Esa frase encendió una chispa en mi cerebro. A partir de ese momento, ya no tuve ganas de comer ultraprocesados.

Este fue, de hecho, otro motivo para invitar a los lectores a seguir comiendo ultraprocesados mientras leen el libro.

Pero, al final del experimento, ¿realmente lograste dejar de comer alimentos ultraprocesados?

Dejé de comerlos casi por completo. Al final, incluso perdí peso, pero no puedo prometer que eso sucederá con todas las personas.

Sin embargo, si puedes eliminar los ultraprocesados, hay alguna evidencia de que eso puede ser útil en el proceso de pérdida de peso.

Pero, en mi opinión, la única manera de eliminarlos de nuestras dietas es llegar a odiarlos.

Por eso el libro está escrito de una manera que te haga odiar este sistema alimentario, en lugar de odiarte a ti mismo.

¿Cómo fue la reacción tras la publicación del libro en Reino Unido? ¿Cómo respondieron las empresas mencionadas?

El libro se volvió popular en Reino Unido, y estoy muy agradecido por eso. La industria reaccionó de dos maneras diferentes.

El primer contacto que recibí fue de McDonald's. Me enviaron un correo electrónico que pensé que sería una demanda o una orden para retirar los libros de las tiendas.

Pero en realidad, me hicieron una invitación para convertirme en embajador de la marca.

Después, todas las empresas alimentarias me ofrecieron grandes sumas de dinero para dar conferencias, algo como US$50.000 por hablarles durante una hora.

Obviamente, rechacé todas esas invitaciones.

Poco después, comenzaron a surgir demandas legales y quejas contra la editorial que publicó el libro.

Afortunadamente, el libro fue escrito con mucho cuidado y fue revisado por varios abogados antes de su publicación. Así es que ninguna de esas demandas tuvo éxito.

Pero no deja de ser estresante lidiar con esas quejas y pasar horas respondiéndolas.

Radiografía de los residuos textiles: apenas se reciclan y el año que viene todos los ayuntamientos tendrán que recogerlos por separado

 MIGUEL ÁNGEL MEDINA     24 OCT 2024 

Las grandes empresas de ropa probarán un proyecto piloto en espera de la futura obligación de reutilizar lo que producen, prevista para el año que viene

Planta de tratamiento de residuos textiles Koopera Mediterránea, en Valencia.MÒNICA TORRES


Las grandes marcas de ropa están buscando la mejor manera para impulsar la recogida y reciclaje de prendas usadas, la gran mayoría de las cuales acaba ahora en vertederos. Una decena de empresas pondrá en marcha en abril un proyecto piloto en seis municipios para comprobar la eficacia de varios métodos, desde poner contenedores en la calle —como ya existen en algunas urbes— a llevarlos a las tiendas de moda, los puntos limpios e incluso parroquias o centros comerciales. La iniciativa surge cuando el Gobierno tiene previsto  aprobar un decreto para obligar a estas entidades a reutilizar lo que producen, mientras que el 1 de enero todos los ayuntamientos tendrán que recoger de forma diferenciada los residuos textiles. El sector avanza que estos cambios y un auge de las plantas de reciclaje de prendas...


Ilustración: GenOcidiO, de Vasco Gargalo

 Francisco Javier Rodriguez Borrego   24/10/2024



Yacimientos de gas en la Franja de Gaza: ¿un 'casus belli' más o un jugoso botín colateral?

 20/10/2024   EMILIA G. MORALES

A principios de siglo se hallaron dos yacimientos de gas frente a las costas de la Franja de Gaza. Durante años, Tel Aviv ha impedido a las autoridades palestinas explotarlos. La extensión de la guerra, la creciente anexión de territorio palestino a Israel y la complicidad de los países árabes con este, obligan a poner el foco en las reservas naturales del enclave.

Plataforma para extraer gas natural de yacimientos marinos.  Elaboración propia

 Público


A 35 kilómetros de las playas de la Franja de Gaza, bajo el fondo marino del Mediterráneo, hay sumergidas dos bolsas de gas natural de alrededor de 158 km2. Teniendo en cuenta que el yacimiento más grande del mundo contiene 51.000 millones de m3 de gas, los 30.000 millones que encierran los de Gaza Marine –como fue bautizado el campo hallado frente al territorio palestino– se consideran relativamente pequeños.

Aún así, serían suficientes para abastecer a los gazatíes durante 15 años. Además, su comercialización levantaría la economía de la Franja en un contexto de escasez de recursos naturales y de creciente demanda. Los yacimientos de Gaza Marine no son, ni mucho menos, el principal motivo por el que Israel está arrasando el pequeño territorio costero, como así lo han confirmado a Público los analistas consultados.

Sin embargo, algunos de ellos sí consideran que es uno de los alicientes que ha llevado al presidente israelí, Benjamín Netanyahu, a impulsar una intervención militar tan agresiva. "En sus incursiones [militares] Israel siempre contempla el control de los recursos", resume Alfons Flores, investigador del Observatorio de la Deuda en la Globalización (ODG). Si controla los recursos "también controla al otro bando", es decir, "a la ANP o a Hamás". Esto le permitiría tener más poder del que ya ostenta en las negociaciones tras un posible, aunque aparentemente lejano, alto al fuego en Gaza.

"Es posible que de cara a una reconstrucción, Gaza Marine adquiera valor como un elemento de negociación", confirma Gonzalo Escribano, investigador del Real Instituto Elcano, quien sin embargo no comparte la posibilidad de que Israel vaya a apropiarse de estos yacimientos. Las razones que esgrimen son varias: las reservas palestinas son infinitamente más pequeñas que las que ya tiene Israel, y ninguna empresa internacional "se metería a explotar eso con el coste para su reputación que puede tener".

Antes del 7 de octubre, la situación energética de la Franja de Gaza ya era muy precaria. Pese a los recursos diferentes frente a sus costas, los palestinos de este territorio dependían enteramente de Israel en esta materia. Durante casi dos décadas, Tel Aviv les proporcionaba entre seis u ocho horas diarias de electricidad. A ello se sumaba la pésima gestión de Hamás de unos escasísimos recursos energéticos, lo que provocó una oleada de protestas contra el grupo dentro de la Franja en el verano de 2023.

Israel ha abierto y cerrado el grifo de Gaza a conveniencia de sus intereses políticos internos y en la región, condenando a la pobreza energética a los 2,2 millones de gazatíes que, hasta los ataques de Hamás del 7 de octubre, vivían en la Franja. También los palestinos de Cisjordania han sido sometidos a esta suerte de apartheid energético, al no poder explotar Meged, el yacimiento de petróleo que se extiende bajo tierra israelí, pero, sobre todo, bajo los territorios ocupados ilegalmente por Israel. Según un artículo de Flores publicado por Ecologistas en Acción, podría contener alrededor de 1.500 millones de barriles de brent.

El poder que le confiere el control de los recursos a Israel nunca fue tan evidente como el 10 de octubre de 2023, cuando el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, afirmó que no habría "electricidad, ni comida, ni agua, ni combustible en Gaza". Un día después, la única central térmica de la Franja se apagaba. Sería bombardeada meses después, en plena ofensiva militar. El día en el que se publicará este artículo, la Franja llevará sin suministro de electricidad 374 días.

Gas natural bajo el mar y un sueño de autosuficiencia

Desde que los yacimientos de Gaza Marine fueron descubiertos a finales de los años 90, la Autoridad Nacional Palestina ha tratado infructuosamente de explotarlos. En 2007, después de que Hamás arrasara en las elecciones municipales en siete de los diez municipios de Gaza, Israel sometió a la Franja a un bloqueo total por tierra mar y aire, e impidió a los palestinos disponer de sus propios recursos.

Un año después, Tel Aviv lanzó un ataque militar contra el mismo territorio, y a principios de 2009 invadieron la Franja durante varias semanas. Esta operación se conoció como Plomo Fundido y, aparentemente, buscaba acabar con las actividades terroristas que estaba llevando a cabo Hamás. Sin embargo, algunos investigadores como Michel Chossudovskyeconomista y profesor emérito de la Universidad de Ottawa, sostienen que la intervención también buscaba apropiarse de Gaza Marine.

"Cuando hay este tipo de incursiones terrestres de esta envergadura, los recursos siempre están sobre la mesa", afirma Pérez. Las opiniones sobre esta hipótesis son tan variadas como posicionamientos ideológicos existen.

Poco después, en la segunda década de los dos mil, Israel descubrió que también había yacimientos de gas en sus costas, y comenzó a explotarlos. El mayor de ellos, bautizado Leviatán, mide unos 325 kilómetros cuadrados y contiene 22 millones de pies cúbicos de gas. Tel Aviv podría autoabastecerse durante casi 50 años exclusivamente de esta reserva. A esta se le suman los yacimientos de Mari-B, Noa North y Tamar, que empezaron a ser explotados entre 2004 y 2013, además de Dalit, Dolphin, Tanin y Karish, aún por explorar. Una lista que podría ampliarse de descubrirse nuevos yacimientos en el Mediterráneo Oriental.

Gracias a las explotaciones, operadas por la petrolera texana Noble Energy, Israel pasó de importar el 70% de su gas a lograr, en 2018, un autoabastecimiento del 60%. En aquellos momentos, ante las evidencias de la crisis climática y el paulatino agotamiento del petróleo, la mayoría de los países occidentales comenzaban a virar hacia las llamadas energías renovables. Para la UE, el gas natural desempeña un papel fundamental en lo que denomina como "transición verde": el lento abandono de las energías fósiles hasta hacer uso, exclusivamente, de las renovables.

En este contexto, los países que no tenían gas, lo importaban. La UE acudía por aquel entonces a su vecina Rusia. Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE)el gas ruso suponía, aproximadamente, el 40% del consumido anualmente por la UE. Así fue hasta el 24 de febrero de 2022, cuando las sus tropas cruzaron la frontera con Ucrania, dando comienzo a una guerra que se extiende hasta la actualidad y que ha dejado alrededor de 11.000 muertos. A partir de ese momento, el presidente eslavo, Vladimir Putin, se convirtió en el principal enemigo de la OTAN y, por extensión, de la UE.

Desde el inicio de la guerra ruso-ucraniana la UE ha reducido la importación de gas de Moscú a un 8% de lo que consumió en 2021, según datos de la Comisión Europea. Paralelamente, el club de los 27 empezó a desarrollar proyectos para importar gas de otros territorios aliados. Actualmente, las importaciones de gas de Noruega y EEUU se han disparado, siendo este último país el principal proveedor de gas licuado de la UE. Este contexto abrió también una ventana de oportunidad para Israel, que Netanyahu aprovechó sin ambages.

La luna de miel: un foro y dos acuerdos

En junio de 2023, la UE llegó a un acuerdo con Israel y Egipto para importar el gas de Tel Aviv a través del gasoducto del país árabe hasta, al menos, 2030. El compromiso se firmó en la reunión del Foro del Gas del Mediterráneo Oriental o EastMed Forum (EMGF), celebrada en El Cairo y a la que acudió la recién renovada presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen.

Este foro fue creado en 2020 para establecer una estrategia común que aunara los intereses de ocho países europeos y mediterráneos, bien fueran productores, intermediarios o consumidores del gas natural de la región: Chipre, Egipto, Francia, Grecia, Israel, Italia, Jordania y  Palestina, representada por la Autoridad Nacional de Palestina (ANP). Como explica a Público Escribano, esta alianza buscaba "establecer estrategias dejando de lado a Turquía", quien había puesto "muchos obstáculos al desarrollo gasístico de la región".

De hecho, Israel ya había protagonizado algunos acercamientos claves en la región con el objetivo de desbloquear la explotación de los recursos naturales. A finales de 2022, Tel Aviv y Beirut llegaron, de facto, a un acuerdo para delimitar sus fronteras marítimas, con el objetivo de determinar qué parte del yacimiento gasístico de Qana pertenecía a cada uno de los Estados. La división benefició especialmente a Israel, aunque también dejó contenta a Beirut, asfixiada por una crisis económica que se viene agravando desde hace una década.

El acuerdo fue un ejercicio de ingeniería diplomática. Dado que Líbano e Israel no poseían relaciones diplomáticas, cada país firmó un contrato independiente con la empresa encargada de explotar el yacimiento, la francesa Total Energies. Paralelamente, Emiratos Árabes Unidos se postuló como garante del acuerdo, y negoció con la milicia libanesa Hizbulá, que domina el sur de Líbano, para que no atacara el proyecto. Todas las partes acordaron asumir su parte.

Israel trató de reproducir esta misma fórmula con los palestinos, tal y como recoge Escribano en un artículo sobre las consecuencias energéticas de la guerra entre Israel y Hamás. En julio de 2023 la Oficina del Primer Ministro de Israel hizo público un acuerdo inaudito. Tras casi un cuarto de siglo de bloqueos, sabotajes de las negociaciones y masacres cíclicas de la población civil israelí y, en especial, de la palestina, la ANP llegó a un acuerdo con Israel y Egipto para explotar los yacimientos de Gaza Marine.

Sin embargo, no es la ANP quien controla Gaza, sino Hamás. De hecho, Netanyahu no quería que los beneficios de estos recursos llegaran al grupo armado, por lo que negoció con Egipto construir un gasoducto desde Gaza Marine hasta el país árabe. A su vez, este negoció con Hamás para que no atacara el acuerdo. Algo a lo que, según cuenta el coautor del artículo, el grupo islámico accedió.

Así, una parte del gas se importaría a Egipto, generando rentas a los gazatíes, mientras que el grueso serviría para autoabastecer a la Franja. El "espíritu cooperativo" reinante antes del 7-O también tenía una cara B: "[El acuerdo] permitiría a los israelíes mantener un punto de presión con los gazatíes, de manera que si se portaban mal, les cortaban el tubo", explica Escribano.

Como reflejó Alfons Pérez en un artículo publicado en Ctxt a finales del 2023, estos compromisos adquiridos por los países árabes son una muestra de cómo la diplomacia energética les obligaba –y obliga– a acercar posturas con su histórico enemigo en la región. Estos tres acontecimientos –el acuerdo entre Líbano e Israel, el firmado por Tel Aviv, El Cairo y la ANP, así como el firmado entre la UE, Israel y Egipto– sentaron las bases para un nuevo eje energético.

Como apunta Escribano, los problemas diplomáticos de la región, aparentemente irresolubles, parecieron solucionarse por fin. De hecho, existe cierto consenso sobre la idea de que los ataques del 7-O buscaban, precisamente, romper ese clima de entendimiento entre países árabes e Israel. Y lo lograron. La tenue chispa de avenencia que trató de prender el proyecto EastMed Forum ha quedado finalmente opacada tras la masacre de Hamás y el posterior genocidio palestino.

Gaza: una piedra en el zapato

Aparentemente, no hay nada en la Franja de Gaza que Israel desee. No tiene interés ideológico para el sionismo, ya que no posee lugares "santos" ni mitificados por el etnonacionalismo hebreo, como sí ocurre en Cisjordania. Además, Tel Aviv sabe de sobra que no podrá acabar enteramente con Hamás, y ha renunciado, de facto, a salvar a los rehenes que aún quedan vivos.

Superados ya todos los límites del supuesto "derecho a defenderse", algunas voces plantean que las reservas de gas pueden ser uno de los muchos alicientes por los que Israel está arrasando con la Franja. El objetivo último de esta hipótesis sería lo que el analista jordano Tareq Baconi, en conversaciones con Público, enunció como "el exterminio de los palestinos" tras la fallida fórmula de "mantenerlos aislados" y "sin derechos" indefinidamente.

De momento, Tel Aviv no ha movido ficha, si bien nada parece indicar que lo hará a favor del autoabastecimiento de una población a la que está aniquilando. Mientras esto sucede, el flujo de los recursos en la cuenca levante del Mediterráneo, no se ha detenido. Sólo tres semanas después del 7-O, el ministro israelí de Exteriores , Israel Katz (Likud), adjudicó 12 licencias para explorar las reservas de gas presentes en su territorio. Los beneficiarios fueron las energéticas Eni (Italia), un consorcio conformado por BP (Reino Unido), Socar (Azerbaijan) y otras empresas israelíes.