Sat Sanlucar · insurgente.org JORGE ZABALZA. Primera línea
17/04/2020
Desde hace varias semanas venimos publicando diversas entrevistas y notas que muestran el impacto de la crisis económic
a
y sanitaria en los pueblos de Nuestra América. En esta oportunidad, le
propusimos a Jorge Zabalza, experimentado compañero y ex militante del
MLN-Tupamaros, unas preguntas sobre la coyuntura en Uruguay, sobre el
modo en que estaba afectando a los trabajadores y el pobrerío, cuál era
la acción del gobierno y del Frente Amplio. Y también la pregunta de la
hora para todo el movimiento revolucionario: cuáles son las tareas que
nos caben.
Con gran
generosidad el compañero escribió un documento en el que retoma estos
interrogantes pero va mucho más allá, definiendo un horizonte
estratégico que, hoy más que nunca, tenemos que defender a capa y
espada.
Allá por enero de este año, en Santa Catalina,
uno de los asentamientos más antiguos de Montevideo, una señora marcó un
terreno baldío para construir una casa a su hija y nietos. A los diez
días, 700 familias ya se habían acoplado y estaban civilizando un
quilómetro y medio cuadrado de tierra yerma. Sin proponérselo para nada,
la buena señora había puesto de relieve la ausencia de planes de
vivienda que cubrieran el déficit habitacional de los más sumergidos.
Es la vieja tradición del movimiento popular uruguayo hacer por sí mismos lo que no hace el Estado
Otro hecho significativo: a una semana de comenzada la cuarentena
florecieron las ollas populares en los barrios, otra tradición de
autoorganización solidaria cuya última manifestación había sido en el
2002. Como detrás de un palo, aparecieron decenas de miles de personas
haciendo cola para llevarse un plato de comida. Es que la cuarta parte
de la población activa trabaja en condiciones precarias, por afuera de
las leyes laborales y sin contar con protección sindical. La pandemia ha
tenido la virtud de poner de manifiesto que la tercera parte de la
población, más un millón de personas, están en condiciones de suma
vulnerabilidad.
Los hechos están cuestionando el poema demagógico de la reducción de
la pobreza, así como el criterio de medirla en función de una canasta de
productos básicos. Cuantificación cuyo complemento es la estrategia del
asistencialismo, empujar los pobres con bonos y tarjetas, para que
pasen al otro lado de la “línea de pobreza” y se eleven a consumidores
de cuarta o quinta categoría. Claro que, luego, al menor soplo, rodarán
cuesta abajo en la pirámide. La marginación y la exclusión son
consecuencias sociales de la reproducción ampliada y solamente se
erradicarán en la medida que ese pueblo de la informalidad se
alfabetice, logre comprender la realidad que los reduce a la pobreza y
los prepare para luchar y dar sepultura al capitalismo.
En quince años legalizaron el aborto, la venta de marihuana y el
matrimonio igualitario, pero, al mismo tiempo, gracias a su política
económica, el capital bancario y los dueños de la tierra incrementaron
al máximo sus ganancias. Los gobiernos progresistas apostaron a las
inversiones extranjeras y a honrar la deuda externa, fueron los mejores
de la clase y, gracias a ello, reciben aplausos de las calificadoras de
riesgo. Se predicaba el control de “los mercados” por el Estado, pero,
en la práctica, se implementaron políticas de exoneración fiscal y de
Zonas Francas en favor de las inversiones extranjeras. Mecanismos que,
años atrás, habían sido rechazados por el Frente Amplio cuando lo
introdujeron los gobiernos de la derecha neoliberal. Hicieron (hacen)
gárgaras con la democracia liberal y la agenda de derechos sin atreverse
a tocar las relaciones de propiedad ni la acumulación de riqueza (...)