domingo, 11 de octubre de 2015

Sin las mujeres no hay revolución


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2/10/2015 - TEXTO en el ENLACE
oria Furtado / Foto: tercerainformacion.es


Victoria Furtado / Foto: tercerainformacion.es
Meliké Yasar es integrante del Movimiento de Liberación de las Mujeres del Kurdistán. Hace unos días estuvo en Uruguay para participar de la actividad “Mujeres revolucionarias. La experiencia de las mujeres kurdas”, organizada por el Comité solidario con los pueblos de Kurdistán y los colectivos de mujeres Decidoras Desobedientas y Minervas.
Meliké habla poco español, sus palabras nos llegan traducidas del alemán. Pero la claridad de sus ideas y la calidez de su voz traspasan esa lengua foránea y llegan hasta nosotras para contarnos de esas mujeres que, del otro lado del mundo, están dando una lucha que nos es profundamente propia.

La actividad realizada en Montevideo tuvo por objetivo dar a conocer la lucha del pueblo kurdo y la centralidad que tienen en ella las mujeres. Se enmarcó en una serie de intercambios que varios representantes de organizaciones kurdas están realizando en la región para generar lazos de solidaridad y conocer las luchas latinoamericanas.

Meliké comienza su intervención recuperando la historia de Kurdistán. Su relato nos habla de colonialismo y de un pueblo dividido bajo fronteras impuestas por intereses imperiales. Cuenta que es con la intención de volver a reunir a todos los kurdos bajo un mismo estado que en 1978 se crea el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). La independencia a través de la conformación de un estado nación era vista, en aquel momento, como la solución a la opresión que vivían los kurdos. El PKK fue la herramienta política que se dieron para luchar por esa independencia.

Tiempo después, y mediante la sistemática implementación de la crítica y autocrítica, la idea del estado nación comenzó a ser puesta en cuestión dentro del PKK. Los kurdos comenzaron a hacerse preguntas, esas que la izquierda muchas veces olvida hacerse: ¿qué nos trajo la perspectiva del estado nación?, ¿qué estado puede ser verdaderamente democrático?, ¿cuáles fueron las consecuencias de no analizar el estado para el socialismo real?, ¿nuestra lucha es por una solución para el pueblo kurdo o por conseguir derechos para la sociedad entera?

Así, atreviéndose a cuestionarlo todo, los kurdos fueron redefiniendo sus objetivos, repensando sus organizaciones, recuperando del pensamiento de izquierda no el dogma sino las ideas fértiles, integrando en su propuesta lo que venía de su cultura originaria. El proyecto independentista del estado nación se transformó entonces en la propuesta de confederalismo democrático, en democracia radical, en autogobierno, en descolonización, en lucha y resistencia, es decir, en revolución.

La revolución será feminista o no será

Para los kurdos, sin la liberación de las mujeres no se puede liberar la sociedad. La emancipación de las mujeres es un paso previo y necesario para la emancipación social. La revolución necesita del protagonismo de las mujeres.

Meliké señala que una de las críticas que le hacen al marxismo es poner en el centro a la clase, olvidando la opresión de las mujeres. Las mujeres, antes que la clase, son las primeras víctimas y las más explotadas. Para los kurdos, la situación de opresión de las mujeres hace que su punto de vista sea el más adecuado para cambiar la sociedad, su perspectiva la más liberadora.

Estas reflexiones se vinculan con la discusión del estado, considerado una institución patriarcal. Desde la perspectiva de los kurdos, las mujeres son una amenaza para el estado moderno capitalista, entre otras cosas, porque en el socialismo primitivo ellas tenían un rol central en la comunidad. Con el estado nació el patriarcado y superar uno implica superar el otro. El estado es una pirámide, dicen los kurdos en la voz de Meliké. La solución marxista de invertir esa pirámide es cuestionada por dos razones: porque sigue siendo de arriba hacia bajo y porque el pueblo puede estar arriba sin que eso signifique que las mujeres tomen el poder.

Por otra parte, además de la opresión patriarcal, la sociedad kurda sufre la opresión religiosa. Los kurdos han sido islamizados y las mujeres son quienes han sufrido las peores consecuencias. La lucha revolucionaria ofreció a las mujeres kurdas una alternativa a esa opresión social y familiar. “En una sociedad donde las mujeres no pueden salir a la calle, ellas confiaron en el PKK y se fueron a la montaña”, dice Meliké. 

Sin embargo, la llegada de las mujeres a la montaña para sumarse a la guerrilla no estuvo exenta de dificultades. Y es que los hombres del movimiento eran los mismos hombres de esa sociedad patriarcal. “Eran guerrilleros, revolucionarios, pero eran iguales”.

No se pensaba que las mujeres pudieran estar en la guerrilla, pero ellas se fueron a la montaña y combatieron tanto al estado turco como al Estado Islámico. Además de las brigadas, se organizaron en pequeños grupos y salieron a la calle a convencer a otras de la necesidad de movilizarse por la democracia.

Con el tiempo fueron miles las que se fueron a la montaña. Pero eso no fue suficiente para superar las tradiciones patriarcales. Todo esto fue debatido en el PKK. Se discutió, por ejemplo, como en el socialismo real las mujeres habían estado luchando, pero luego terminaron en la cocina.

El paso de buscar la independencia nacional kurda a buscar la liberación de la sociedad toda fue decisivo para que la lucha por la liberación de las mujeres pasara a ser central. Llegaron a la conclusión de que si las mujeres no lograban llegar a lugares de dirección, no había ningún cambio real. Si la mentalidad patriarcal no era superada no había transformación. Así, a partir del año 2000 la lucha de las mujeres pasó a estar en el centro de la lucha kurda.

Esto fue posible gracias a la organización específica de las mujeres. Al principio los hombres del movimiento no aceptaban que ellas tuvieran una organización aparte. Aún así, ellas crearon sus propios partidos, organizaciones y brigadas guerrilleras. Meliké cuenta que no fue fácil, que significó una lucha interna de quince años. “Era más fácil luchar contra el enemigo que contra los compañeros que se oponían”.

Todo este proceso desembocó en que el Partido de los Trabajadores (PKK) se transformara en la Unión de Comunidades de Kurdistán (KCK). Toda la organización fue modificada para crear una nueva estructura horizontal que reúne a los distintos partidos y movimientos kurdos desde la base. Cada organización del movimiento (social, cultural o política) y del autogobierno pasó a tener un sistema de copresidencia y correpresentación, integrado por una mujer y un hombre.

Meliké señala que si bien en la actualidad muchos movimientos han dado lugar a las mujeres creando espacios o comisiones, “eso no es suficiente” para que “la mujer esté a la vanguardia de la sociedad”.

Una ciencia nueva para un mundo nuevo
El acumulado de reflexiones sobre el patriarcado y la necesaria liberación de la mujer ha dado lugar a una nueva ciencia social, que los kurdos llaman Jineolojî (ciencia de las mujeres). Esta ciencia se propone el análisis de la sociedad a partir de la crítica al sexismo, el nacionalismo, la religión y la ciencia positivista.

La Jineolojî plantea una crítica de las ciencias actuales y se posiciona contra las ciencias sociales occidentales que separan la sociedad y la historia, el objetivismo y la subjetividad. Esta ciencia se aplica en la educación en aquellas ciudades donde los kurdos tienen el poder municipal y en la formación política de los militantes.

Los cuadros del PKK pasan por una formación política de seis meses, que tiene por objetivo la descolonización de cada uno y el pasar por procesos de crítica y autocrítica. Luego los hombres van a las academias de las mujeres a aprender los principios de esta nueva ciencia. Quienes no pasan por esta formación no pueden entrar al movimiento.

Estamos cambiando nosotras mientras cambiamos el mundo

Hoy, con una búsqueda rápida en internet, podemos ver cientos de fotos mujeres kurdas con sus fusiles al hombro. Pero eso no es todo, “las mujeres han cambiado la sociedad” dice Meliké. El vínculo cercano del PKK con el pueblo permitió que esa perspectiva anti patriarcal desbordara al movimiento. “Con la guerrilla las mujeres han demostrado que se pueden organizar solas”.

Ellas y la sociedad toda han vivido una transformación que no es fácil ver en otras partes del mundo. En ningún lugar la lucha de las mujeres está en el centro del movimiento. Ellas no solo han  conquistado ese lugar protagónico dentro de las organizaciones, sino que su lucha ha sido exitosa tanto en la resistencia armada como en la reconstrucción de sus ciudades bajo un modelo alternativo de sociedad.

Meliké señala que las mujeres kurdas representan una verdadera esperanza para todo Medio Oriente. Algo que la primavera árabe no pudo hacer porque un dictador cedió lugar a otro. En ese sentido, el gobierno kurdo en Rojava significa una verdadera alternativa. La victoria kurda allí fue posible porque se constituyó como una tercera voz, que no estaba ni con el sistema ni con la coalición imperial contra el sistema. Esa tercera voz era la propuesta del confederalismo democrático.

La resistencia en Kobane, donde miles de mujeres combatientes se sacrificaron, fue fundamental. Ahora todos los medios hablan de las mujeres kurdas defendiendo a su pueblo, pero ellas no luchan solo por el pueblo kurdo, sino por una sociedad nueva para todos. En este sentido, Meliké es enfática al afirmar que la resistencia armada es un porcentaje menor de toda la actividad de las mujeres. La mayor parte de sus energías está puesta en esa lucha interna por crear una nueva sociedad, que signifique “una alternativa para nosotros y para el mundo”.

Meliké se fue y nos dejó pensando. Vino a contarnos las verdades provisorias que sustentan la lucha de su pueblo. El hilo rojo de su relato fue, en todo momento, dar cuenta de las múltiples transformaciones políticas y organizativas del movimiento por la liberación del pueblo kurdo, necesarias para acercarse, cada vez más, a una democracia radical.

Meliké se fue y nos dejó pensando. Porque las certezas que nos trajo hablan de aquello que muchas intuimos desde hace tiempo: que sin nosotras no hay revolución, que nuestra lucha no es para después, que no se puede liberar la vida sin liberar a las mujeres, que cualquier proyecto que no hable de nuestra opresión estará incompleto, que no luchamos por nosotras sino por todos... y que estamos listas para ser protagonistas.
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Sin las mujeres no hay revolución







Victoria Furtado / Foto: tercerainformacion.es
Meliké Yasar es integrante del Movimiento de Liberación de las Mujeres del Kurdistán. Hace unos días estuvo en Uruguay para participar de la actividad “Mujeres revolucionarias. La experiencia de las mujeres kurdas”, organizada por el Comité solidario con los pueblos de Kurdistán y los colectivos de mujeres Decidoras Desobedientas y Minervas.
Meliké habla poco español, sus palabras nos llegan traducidas del alemán. Pero la claridad de sus ideas y la calidez de su voz traspasan esa lengua foránea y llegan hasta nosotras para contarnos de esas mujeres que, del otro lado del mundo, están dando una lucha que nos es profundamente propia.

La actividad realizada en Montevideo tuvo por objetivo dar a conocer la lucha del pueblo kurdo y la centralidad que tienen en ella las mujeres. Se enmarcó en una serie de intercambios que varios representantes de organizaciones kurdas están realizando en la región para generar lazos de solidaridad y conocer las luchas latinoamericanas.

Meliké comienza su intervención recuperando la historia de Kurdistán. Su relato nos habla de colonialismo y de un pueblo dividido bajo fronteras impuestas por intereses imperiales. Cuenta que es con la intención de volver a reunir a todos los kurdos bajo un mismo estado que en 1978 se crea el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). La independencia a través de la conformación de un estado nación era vista, en aquel momento, como la solución a la opresión que vivían los kurdos. El PKK fue la herramienta política que se dieron para luchar por esa independencia.

Tiempo después, y mediante la sistemática implementación de la crítica y autocrítica, la idea del estado nación comenzó a ser puesta en cuestión dentro del PKK. Los kurdos comenzaron a hacerse preguntas, esas que la izquierda muchas veces olvida hacerse: ¿qué nos trajo la perspectiva del estado nación?, ¿qué estado puede ser verdaderamente democrático?, ¿cuáles fueron las consecuencias de no analizar el estado para el socialismo real?, ¿nuestra lucha es por una solución para el pueblo kurdo o por conseguir derechos para la sociedad entera?

Así, atreviéndose a cuestionarlo todo, los kurdos fueron redefiniendo sus objetivos, repensando sus organizaciones, recuperando del pensamiento de izquierda no el dogma sino las ideas fértiles, integrando en su propuesta lo que venía de su cultura originaria. El proyecto independentista del estado nación se transformó entonces en la propuesta de confederalismo democrático, en democracia radical, en autogobierno, en descolonización, en lucha y resistencia, es decir, en revolución.

La revolución será feminista o no será

Para los kurdos, sin la liberación de las mujeres no se puede liberar la sociedad. La emancipación de las mujeres es un paso previo y necesario para la emancipación social. La revolución necesita del protagonismo de las mujeres.

Meliké señala que una de las críticas que le hacen al marxismo es poner en el centro a la clase, olvidando la opresión de las mujeres. Las mujeres, antes que la clase, son las primeras víctimas y las más explotadas. Para los kurdos, la situación de opresión de las mujeres hace que su punto de vista sea el más adecuado para cambiar la sociedad, su perspectiva la más liberadora.

Estas reflexiones se vinculan con la discusión del estado, considerado una institución patriarcal. Desde la perspectiva de los kurdos, las mujeres son una amenaza para el estado moderno capitalista, entre otras cosas, porque en el socialismo primitivo ellas tenían un rol central en la comunidad. Con el estado nació el patriarcado y superar uno implica superar el otro. El estado es una pirámide, dicen los kurdos en la voz de Meliké. La solución marxista de invertir esa pirámide es cuestionada por dos razones: porque sigue siendo de arriba hacia bajo y porque el pueblo puede estar arriba sin que eso signifique que las mujeres tomen el poder.

Por otra parte, además de la opresión patriarcal, la sociedad kurda sufre la opresión religiosa. Los kurdos han sido islamizados y las mujeres son quienes han sufrido las peores consecuencias. La lucha revolucionaria ofreció a las mujeres kurdas una alternativa a esa opresión social y familiar. “En una sociedad donde las mujeres no pueden salir a la calle, ellas confiaron en el PKK y se fueron a la montaña”, dice Meliké. 

Sin embargo, la llegada de las mujeres a la montaña para sumarse a la guerrilla no estuvo exenta de dificultades. Y es que los hombres del movimiento eran los mismos hombres de esa sociedad patriarcal. “Eran guerrilleros, revolucionarios, pero eran iguales”.

No se pensaba que las mujeres pudieran estar en la guerrilla, pero ellas se fueron a la montaña y combatieron tanto al estado turco como al Estado Islámico. Además de las brigadas, se organizaron en pequeños grupos y salieron a la calle a convencer a otras de la necesidad de movilizarse por la democracia.

Con el tiempo fueron miles las que se fueron a la montaña. Pero eso no fue suficiente para superar las tradiciones patriarcales. Todo esto fue debatido en el PKK. Se discutió, por ejemplo, como en el socialismo real las mujeres habían estado luchando, pero luego terminaron en la cocina.

El paso de buscar la independencia nacional kurda a buscar la liberación de la sociedad toda fue decisivo para que la lucha por la liberación de las mujeres pasara a ser central. Llegaron a la conclusión de que si las mujeres no lograban llegar a lugares de dirección, no había ningún cambio real. Si la mentalidad patriarcal no era superada no había transformación. Así, a partir del año 2000 la lucha de las mujeres pasó a estar en el centro de la lucha kurda.

Esto fue posible gracias a la organización específica de las mujeres. Al principio los hombres del movimiento no aceptaban que ellas tuvieran una organización aparte. Aún así, ellas crearon sus propios partidos, organizaciones y brigadas guerrilleras. Meliké cuenta que no fue fácil, que significó una lucha interna de quince años. “Era más fácil luchar contra el enemigo que contra los compañeros que se oponían”.

Todo este proceso desembocó en que el Partido de los Trabajadores (PKK) se transformara en la Unión de Comunidades de Kurdistán (KCK). Toda la organización fue modificada para crear una nueva estructura horizontal que reúne a los distintos partidos y movimientos kurdos desde la base. Cada organización del movimiento (social, cultural o política) y del autogobierno pasó a tener un sistema de copresidencia y correpresentación, integrado por una mujer y un hombre.

Meliké señala que si bien en la actualidad muchos movimientos han dado lugar a las mujeres creando espacios o comisiones, “eso no es suficiente” para que “la mujer esté a la vanguardia de la sociedad”.

Una ciencia nueva para un mundo nuevo
El acumulado de reflexiones sobre el patriarcado y la necesaria liberación de la mujer ha dado lugar a una nueva ciencia social, que los kurdos llaman Jineolojî (ciencia de las mujeres). Esta ciencia se propone el análisis de la sociedad a partir de la crítica al sexismo, el nacionalismo, la religión y la ciencia positivista.

La Jineolojî plantea una crítica de las ciencias actuales y se posiciona contra las ciencias sociales occidentales que separan la sociedad y la historia, el objetivismo y la subjetividad. Esta ciencia se aplica en la educación en aquellas ciudades donde los kurdos tienen el poder municipal y en la formación política de los militantes.

Los cuadros del PKK pasan por una formación política de seis meses, que tiene por objetivo la descolonización de cada uno y el pasar por procesos de crítica y autocrítica. Luego los hombres van a las academias de las mujeres a aprender los principios de esta nueva ciencia. Quienes no pasan por esta formación no pueden entrar al movimiento.

Estamos cambiando nosotras mientras cambiamos el mundo

Hoy, con una búsqueda rápida en internet, podemos ver cientos de fotos mujeres kurdas con sus fusiles al hombro. Pero eso no es todo, “las mujeres han cambiado la sociedad” dice Meliké. El vínculo cercano del PKK con el pueblo permitió que esa perspectiva anti patriarcal desbordara al movimiento. “Con la guerrilla las mujeres han demostrado que se pueden organizar solas”.

Ellas y la sociedad toda han vivido una transformación que no es fácil ver en otras partes del mundo. En ningún lugar la lucha de las mujeres está en el centro del movimiento. Ellas no solo han  conquistado ese lugar protagónico dentro de las organizaciones, sino que su lucha ha sido exitosa tanto en la resistencia armada como en la reconstrucción de sus ciudades bajo un modelo alternativo de sociedad.

Meliké señala que las mujeres kurdas representan una verdadera esperanza para todo Medio Oriente. Algo que la primavera árabe no pudo hacer porque un dictador cedió lugar a otro. En ese sentido, el gobierno kurdo en Rojava significa una verdadera alternativa. La victoria kurda allí fue posible porque se constituyó como una tercera voz, que no estaba ni con el sistema ni con la coalición imperial contra el sistema. Esa tercera voz era la propuesta del confederalismo democrático.

La resistencia en Kobane, donde miles de mujeres combatientes se sacrificaron, fue fundamental. Ahora todos los medios hablan de las mujeres kurdas defendiendo a su pueblo, pero ellas no luchan solo por el pueblo kurdo, sino por una sociedad nueva para todos. En este sentido, Meliké es enfática al afirmar que la resistencia armada es un porcentaje menor de toda la actividad de las mujeres. La mayor parte de sus energías está puesta en esa lucha interna por crear una nueva sociedad, que signifique “una alternativa para nosotros y para el mundo”.

Meliké se fue y nos dejó pensando. Vino a contarnos las verdades provisorias que sustentan la lucha de su pueblo. El hilo rojo de su relato fue, en todo momento, dar cuenta de las múltiples transformaciones políticas y organizativas del movimiento por la liberación del pueblo kurdo, necesarias para acercarse, cada vez más, a una democracia radical.

Meliké se fue y nos dejó pensando. Porque las certezas que nos trajo hablan de aquello que muchas intuimos desde hace tiempo: que sin nosotras no hay revolución, que nuestra lucha no es para después, que no se puede liberar la vida sin liberar a las mujeres, que cualquier proyecto que no hable de nuestra opresión estará incompleto, que no luchamos por nosotras sino por todos... y que estamos listas para ser protagonistas.
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Sin las mujeres no hay revolución







Victoria Furtado / Foto: tercerainformacion.es
Meliké Yasar es integrante del Movimiento de Liberación de las Mujeres del Kurdistán. Hace unos días estuvo en Uruguay para participar de la actividad “Mujeres revolucionarias. La experiencia de las mujeres kurdas”, organizada por el Comité solidario con los pueblos de Kurdistán y los colectivos de mujeres Decidoras Desobedientas y Minervas.
Meliké habla poco español, sus palabras nos llegan traducidas del alemán. Pero la claridad de sus ideas y la calidez de su voz traspasan esa lengua foránea y llegan hasta nosotras para contarnos de esas mujeres que, del otro lado del mundo, están dando una lucha que nos es profundamente propia.

La actividad realizada en Montevideo tuvo por objetivo dar a conocer la lucha del pueblo kurdo y la centralidad que tienen en ella las mujeres. Se enmarcó en una serie de intercambios que varios representantes de organizaciones kurdas están realizando en la región para generar lazos de solidaridad y conocer las luchas latinoamericanas.

Meliké comienza su intervención recuperando la historia de Kurdistán. Su relato nos habla de colonialismo y de un pueblo dividido bajo fronteras impuestas por intereses imperiales. Cuenta que es con la intención de volver a reunir a todos los kurdos bajo un mismo estado que en 1978 se crea el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). La independencia a través de la conformación de un estado nación era vista, en aquel momento, como la solución a la opresión que vivían los kurdos. El PKK fue la herramienta política que se dieron para luchar por esa independencia.

Tiempo después, y mediante la sistemática implementación de la crítica y autocrítica, la idea del estado nación comenzó a ser puesta en cuestión dentro del PKK. Los kurdos comenzaron a hacerse preguntas, esas que la izquierda muchas veces olvida hacerse: ¿qué nos trajo la perspectiva del estado nación?, ¿qué estado puede ser verdaderamente democrático?, ¿cuáles fueron las consecuencias de no analizar el estado para el socialismo real?, ¿nuestra lucha es por una solución para el pueblo kurdo o por conseguir derechos para la sociedad entera?

Así, atreviéndose a cuestionarlo todo, los kurdos fueron redefiniendo sus objetivos, repensando sus organizaciones, recuperando del pensamiento de izquierda no el dogma sino las ideas fértiles, integrando en su propuesta lo que venía de su cultura originaria. El proyecto independentista del estado nación se transformó entonces en la propuesta de confederalismo democrático, en democracia radical, en autogobierno, en descolonización, en lucha y resistencia, es decir, en revolución.

La revolución será feminista o no será

Para los kurdos, sin la liberación de las mujeres no se puede liberar la sociedad. La emancipación de las mujeres es un paso previo y necesario para la emancipación social. La revolución necesita del protagonismo de las mujeres.

Meliké señala que una de las críticas que le hacen al marxismo es poner en el centro a la clase, olvidando la opresión de las mujeres. Las mujeres, antes que la clase, son las primeras víctimas y las más explotadas. Para los kurdos, la situación de opresión de las mujeres hace que su punto de vista sea el más adecuado para cambiar la sociedad, su perspectiva la más liberadora.

Estas reflexiones se vinculan con la discusión del estado, considerado una institución patriarcal. Desde la perspectiva de los kurdos, las mujeres son una amenaza para el estado moderno capitalista, entre otras cosas, porque en el socialismo primitivo ellas tenían un rol central en la comunidad. Con el estado nació el patriarcado y superar uno implica superar el otro. El estado es una pirámide, dicen los kurdos en la voz de Meliké. La solución marxista de invertir esa pirámide es cuestionada por dos razones: porque sigue siendo de arriba hacia bajo y porque el pueblo puede estar arriba sin que eso signifique que las mujeres tomen el poder.

Por otra parte, además de la opresión patriarcal, la sociedad kurda sufre la opresión religiosa. Los kurdos han sido islamizados y las mujeres son quienes han sufrido las peores consecuencias. La lucha revolucionaria ofreció a las mujeres kurdas una alternativa a esa opresión social y familiar. “En una sociedad donde las mujeres no pueden salir a la calle, ellas confiaron en el PKK y se fueron a la montaña”, dice Meliké. 

Sin embargo, la llegada de las mujeres a la montaña para sumarse a la guerrilla no estuvo exenta de dificultades. Y es que los hombres del movimiento eran los mismos hombres de esa sociedad patriarcal. “Eran guerrilleros, revolucionarios, pero eran iguales”.

No se pensaba que las mujeres pudieran estar en la guerrilla, pero ellas se fueron a la montaña y combatieron tanto al estado turco como al Estado Islámico. Además de las brigadas, se organizaron en pequeños grupos y salieron a la calle a convencer a otras de la necesidad de movilizarse por la democracia.

Con el tiempo fueron miles las que se fueron a la montaña. Pero eso no fue suficiente para superar las tradiciones patriarcales. Todo esto fue debatido en el PKK. Se discutió, por ejemplo, como en el socialismo real las mujeres habían estado luchando, pero luego terminaron en la cocina.

El paso de buscar la independencia nacional kurda a buscar la liberación de la sociedad toda fue decisivo para que la lucha por la liberación de las mujeres pasara a ser central. Llegaron a la conclusión de que si las mujeres no lograban llegar a lugares de dirección, no había ningún cambio real. Si la mentalidad patriarcal no era superada no había transformación. Así, a partir del año 2000 la lucha de las mujeres pasó a estar en el centro de la lucha kurda.

Esto fue posible gracias a la organización específica de las mujeres. Al principio los hombres del movimiento no aceptaban que ellas tuvieran una organización aparte. Aún así, ellas crearon sus propios partidos, organizaciones y brigadas guerrilleras. Meliké cuenta que no fue fácil, que significó una lucha interna de quince años. “Era más fácil luchar contra el enemigo que contra los compañeros que se oponían”.

Todo este proceso desembocó en que el Partido de los Trabajadores (PKK) se transformara en la Unión de Comunidades de Kurdistán (KCK). Toda la organización fue modificada para crear una nueva estructura horizontal que reúne a los distintos partidos y movimientos kurdos desde la base. Cada organización del movimiento (social, cultural o política) y del autogobierno pasó a tener un sistema de copresidencia y correpresentación, integrado por una mujer y un hombre.

Meliké señala que si bien en la actualidad muchos movimientos han dado lugar a las mujeres creando espacios o comisiones, “eso no es suficiente” para que “la mujer esté a la vanguardia de la sociedad”.

Una ciencia nueva para un mundo nuevo
El acumulado de reflexiones sobre el patriarcado y la necesaria liberación de la mujer ha dado lugar a una nueva ciencia social, que los kurdos llaman Jineolojî (ciencia de las mujeres). Esta ciencia se propone el análisis de la sociedad a partir de la crítica al sexismo, el nacionalismo, la religión y la ciencia positivista.

La Jineolojî plantea una crítica de las ciencias actuales y se posiciona contra las ciencias sociales occidentales que separan la sociedad y la historia, el objetivismo y la subjetividad. Esta ciencia se aplica en la educación en aquellas ciudades donde los kurdos tienen el poder municipal y en la formación política de los militantes.

Los cuadros del PKK pasan por una formación política de seis meses, que tiene por objetivo la descolonización de cada uno y el pasar por procesos de crítica y autocrítica. Luego los hombres van a las academias de las mujeres a aprender los principios de esta nueva ciencia. Quienes no pasan por esta formación no pueden entrar al movimiento.

Estamos cambiando nosotras mientras cambiamos el mundo

Hoy, con una búsqueda rápida en internet, podemos ver cientos de fotos mujeres kurdas con sus fusiles al hombro. Pero eso no es todo, “las mujeres han cambiado la sociedad” dice Meliké. El vínculo cercano del PKK con el pueblo permitió que esa perspectiva anti patriarcal desbordara al movimiento. “Con la guerrilla las mujeres han demostrado que se pueden organizar solas”.

Ellas y la sociedad toda han vivido una transformación que no es fácil ver en otras partes del mundo. En ningún lugar la lucha de las mujeres está en el centro del movimiento. Ellas no solo han  conquistado ese lugar protagónico dentro de las organizaciones, sino que su lucha ha sido exitosa tanto en la resistencia armada como en la reconstrucción de sus ciudades bajo un modelo alternativo de sociedad.

Meliké señala que las mujeres kurdas representan una verdadera esperanza para todo Medio Oriente. Algo que la primavera árabe no pudo hacer porque un dictador cedió lugar a otro. En ese sentido, el gobierno kurdo en Rojava significa una verdadera alternativa. La victoria kurda allí fue posible porque se constituyó como una tercera voz, que no estaba ni con el sistema ni con la coalición imperial contra el sistema. Esa tercera voz era la propuesta del confederalismo democrático.

La resistencia en Kobane, donde miles de mujeres combatientes se sacrificaron, fue fundamental. Ahora todos los medios hablan de las mujeres kurdas defendiendo a su pueblo, pero ellas no luchan solo por el pueblo kurdo, sino por una sociedad nueva para todos. En este sentido, Meliké es enfática al afirmar que la resistencia armada es un porcentaje menor de toda la actividad de las mujeres. La mayor parte de sus energías está puesta en esa lucha interna por crear una nueva sociedad, que signifique “una alternativa para nosotros y para el mundo”.

Meliké se fue y nos dejó pensando. Vino a contarnos las verdades provisorias que sustentan la lucha de su pueblo. El hilo rojo de su relato fue, en todo momento, dar cuenta de las múltiples transformaciones políticas y organizativas del movimiento por la liberación del pueblo kurdo, necesarias para acercarse, cada vez más, a una democracia radical.

Meliké se fue y nos dejó pensando. Porque las certezas que nos trajo hablan de aquello que muchas intuimos desde hace tiempo: que sin nosotras no hay revolución, que nuestra lucha no es para después, que no se puede liberar la vida sin liberar a las mujeres, que cualquier proyecto que no hable de nuestra opresión estará incompleto, que no luchamos por nosotras sino por todos... y que estamos listas para ser protagonistas.
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