David Torres Escritor 12/10/2025
Miguel Ángel Rodríguez e Isabel Díaz Ayuso.A estas alturas de la película, resulta muy difícil esclarecer si las declaraciones de Ayuso sobre el aborto fueron una cortina de humo para tapar el papelón de Miguel Ángel Rodríguez sentado en el banquillo del Tribunal Supremo o si Miguel Ángel Rodríguez intentaba distraer la atención del respetable sobre la bomba que iba a soltar la presidenta. Hemos llegado a tal punto de confusión que ya no se sabe si es el ventrílocuo quien maneja a la muñeca o si es la muñeca quien maneja al ventrílocuo. Es como una de esas películas de terror en la que la marioneta empieza a adquirir vida propia, se echa novio, el novio la lía parda, se pone peluca, se corta el pelo y se van a vivir juntos a un ático.
Más que hablar de alturas, quizá habría que hablar de profundidades, de atarjeas, de alcantarillas periodísticas o de cloacas jurídicas. El jueves, Rodríguez confesó que se inventó una trola monumental sobre el fiscal general del Estado, que la filtró a la prensa para que un periodista de investigación la publicase sin verificarla primero ni investigar un pimiento. Gracias a este rastrojo ficticio, apelmazado por cientos y cientos de titulares de mierda, llevamos varios meses de acoso y derribo informativo contra uno de los pilares de la institución judicial.
En Bruselas, el Consejo de Europa ya advirtió hace tres años que Rodríguez es un auténtico peligro para la democracia y la libertad de prensa en España, pero se ve que se quedaron cortos. Ante el juez, Rodríguez declaró que “ya tengo el pelo blanco; quiero decir que llevo muchos años en este ámbito y puedo intuir, colegir, adivinar lo que está pasando en el mundo político, sobre todo con un órgano tan respetable como el ministerio fiscal”. Como muchos sospechábamos, va a ser que el director de Gabinete de Ayuso se dedica mayormente a la adivinación, a la brujería, a echar las cartas y a poner velas negras. Luego afirmó que lo del fiscal general se trataba de una suposición, aunque no aclaró si se la habían inspirado los espíritus, el pinganillo o el porrón.

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