Marta Jaenes 7 de octubre de 2024
Dice el rey emérito que ha escrito sus memorias —a pesar de que su padre le aconsejó que no lo hiciera nunca— porque siente que le están robando su historia. Se hacían públicas estas declaraciones hace unos días, mientras Juan Carlos I disfrutaba de unas vacaciones en Sanxenxo y su nombre estaba en pleno ojo del huracán.
A la noticia de la publicación de su autobiografía de 500 páginas llamada Reconciliación, cuyo nombre resultaría hasta cómico si no supiéramos de la gravedad de los escándalos y corruptelas en los que se le ha relacionado, se sumaba la de su intención de montar una fundación en Abu Dhabi para poder transferirles a sus hijas su herencia —valorada en 1800 millones de euros—sin demasiadas complicaciones y con nula fiscalidad.
Fue en esos días también, en los que el emérito mantenía un encuentro privado con su hijo y la infanta Leonor y se dejaba ver navegando sin mayores preocupaciones en el Bribón, cuando un medio holandés hacía públicas unas imágenes del monarca abrazándose y besándose con la actriz Bárbara Rey, realizadas por el hijo de ella cuando solo tenía 13 años, según contó él mismo. El medio aseguraba que las fotografías se usaron para chantajear al monarca y que el por aquel entonces CESID tuvo que intervenir. Unas imágenes que, más que provocar sorpresa, suponían la constatación y prueba gráfica de un secreto a voces.
Pero quedaba aún más. Poco después se hacían públicos unos audios en los que, con una pasmosa tranquilidad, se oye a Juan Carlos contarle a Bárbara Rey asuntos que podrían cambiar la historia reciente de este país. En uno de ellos, critica la verborrea de Sabino Fernández Campos, jefe de la Casa Real en aquel momento, y lo compara con el general franquista Alfonso Armada, de quien destaca su silencio y su lealtad.
La pregunta resulta obligada: ¿qué es lo que calla Armada para que el emérito se sienta agradecido? ¿Acaso el rey no fue el 'salvador de la democracia' aquel 23F como nos han contado durante todo este tiempo? ¿Qué papel tuvo, entonces, Juan Carlos I? No olvidemos que Armada fue condenado a 30 años de prisión por ser, precisamente, la cabeza del golpe de Estado. Pena que no cumplió porque fue indultado en 1988 por el gobierno de Felipe González.
En las conversaciones hay de todo. Resulta repugnante oír cómo el emérito habla sobre su inexistente relación con Sofía a la vez que alaba su papel de reina perfecta de cara a la galería. Hay quien elogia estos días esa actitud: una mujer que no se queja, que está en segundo plano y aguanta lo que le echen por el bien de la monarquía. Por suerte, y gracias al feminismo, las mujeres hoy sabemos que calladitas no estamos más guapas. Esas grabaciones demuestran, además, que la imagen de familia idílica que se nos trató de vender durante tanto tiempo era una farsa. Un escalón más en el descrédito de una institución anacrónica que, en los últimos años, ha gozado de la impunidad y el descaro de los que se saben en una posición privilegiada.
También hay quien se empeña en minimizar el impacto de la información que se está haciendo pública, poniendo en el centro del debate a Bárbara Rey. No es ella quien tiene que rendir cuentas ante la ciudadanía, sino el que era el jefe del Estado. Lo que se oye en alguno de esos audios no es un asunto personal del rey, ni un lío amoroso ni unos cuernos sin más. Es una cuestión que afecta a todo el país y que plantea muchos interrogantes. Preguntas que, por cierto, grupos como Podemos (que también ha pedido la desclasificación de los documentos del 23F) o ERC ya se han encargado de trasladar al Congreso para que el Gobierno responda. ¿Cuánto dinero público han pagado los diferentes gobiernos por comprar su silencio? ¿Durante cuánto tiempo? ¿De qué partidas se destinaron esos fondos? ¿Sólo ocurrió con la actriz o también con otras mujeres?
Urge saber qué paso y por eso es urgente la renovación de la Ley de Secretos Oficiales. Una norma tan antigua que data del franquismo y que, a pesar de los intentos, apenas ha sufrido variaciones. Sánchez la ha incluido en su Plan de Acción por la Democracia y su aprobación sería un ejercicio de transparencia en asuntos como el 23F, pero también en lo relativo a la compra y venta de armas, en la infiltración de la policía en movimientos sociales de Cataluña o al programa espía Pegasus con el que se investigó a políticos catalanes. Es paradójico que el emérito diga ahora que le han robado su historia. Qué va. Es ahora cuando empezamos a saberla toda.
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