Caroline Conejero 12/10/2024
Gideon Levy, durante el seminario del Departamento de Comunicaciones de la U. Ariel, en 2015. / Flavio Grynszpan
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Tras más de tres décadas informando sobre la ocupación de Palestina, el veterano periodista y exsubdirector del diario liberal israelí Haaretz –el tercer periódico de mayor circulación del país– Gideon Levy (Tel Aviv, 1953) es una de las voces más respetadas de la disidencia de Israel.
En un país donde la propaganda del Gobierno, el adoctrinamiento del sistema educativo y el encubrimiento mediático invaden cada espacio de la vida de los israelíes, el trabajo de Levy continúa exponiendo los crímenes del Estado hebreo en el apartheid de Gaza y ahora en el genocidio. Como ha repetido muchas veces, “mi modesta misión es impedir una situación en la que muchos israelíes puedan decir ‘no sabíamos’”.
Hijo de inmigrantes checoslovacos supervivientes de la persecución nazi, Levy ha vivido de cerca la política del país, como ayudante y portavoz del primer ministro Shimon Peres y también como periodista. A través de sus libros y sus artículos, sobre todo en su conocida columna en Haaretz “Twilight Zone”, que mantiene desde hace 25 años, ha criticado la “ceguera moral de la sociedad israelí” ante la guerra y la ocupación, los asentamientos (“la empresa más criminal de la historia de Israel”), y el “perpetuo estado de víctima” que se adjudica para justificar la matanza masiva de los palestinos, incluso de los niños.
Su disidencia le ha costado un alto precio. Los numerosos reconocimientos periodísticos internacionales (Premio Olof Palme, 2015; Premio Sokolov, 2021) han venido acompañados por la hostilidad abierta de las altas instituciones de su país y de numerosas amenazas de muerte, hasta el punto de tener que vivir con guardaespaldas. El Gobierno le ha acusado de “riesgo para la seguridad” y la Knesset, de traición.
Gideon Levy tiene casi la misma edad (71 años) que el Estado de Israel, que a los 76 años de su fundación atraviesa la mayor exaltación ultranacionalista quizá de su historia. Desde su casa en el vecindario de Ramat Aviv en Tel Aviv, habla por teléfono para esta entrevista. Mientras conversamos, Israel bombardea el Líbano. Los asesinatos y la destrucción aumentan cada hora. Le pregunto cuál es su valoración política de los últimos doce meses.
“Esta guerra es uno de los mayores errores que este país ha cometido nunca”, dice. “Un año después, bajo cualquier parámetro, la situación de Israel es mucho peor que la de antes de la guerra. Políticamente, económicamente, internacionalmente e incluso desde el punto de vista de la seguridad, Israel se encuentra hoy en una situación de mucho mayor peligro que hace un año”, señala.
En su nuevo libro, La matanza de Gaza: informes sobre una catástrofe, Levy analiza las condiciones de violencia en Gaza que condujeron al ataque de Hamás del 7 de octubre y critica a Israel por su sed de violencia y su proyecto colonial de asentamientos, que en última instancia, dice, llevará al suicidio colectivo del Estado israelí.
“Israel está en este momento en una posición muy, muy mala, una posición crítica. No sabe hacia dónde apunta. La mitad de la gente no confía en nada de lo que hace el Gobierno”, señala.
“(Israel) está realmente perdiendo parte de su esencia en el mundo. Se está convirtiendo en un Estado terrorista. Esta guerra podría ser un punto de inflexión en su historia porque ciertas cosas podrían ser irreversibles. Me refiero no solo a las matanzas de palestinos, sino también a lo que ocurre dentro del país”, dice Levy.
La guerra tampoco ha fortalecido la seguridad de los israelíes. 60.000 residentes del norte en la frontera con Líbano permanecen evacuados, y casi medio millón (470.000) de israelíes han abandonado el país desde que comenzó el conflicto, según datos de la Autoridad de Población e Inmigración de Israel. Levy me disputa la cifra, le parece muy exagerada, “la gente se va, pero no en esa cantidad”, dice. Le envío la fuente, y reconoce que es una cifra muy alta, pero, argumenta, “no se sabe si regresarán en el futuro”.
“Nadie sabe adónde vamos. ¿Cuál es el propósito de todo esto? ¿Cuál es el plan final? Nada. Se ha ido a la guerra solo como venganza. Y sin pensarlo dos veces. ¿Qué beneficio se puede obtener de esta guerra, excepto la venganza?”, explica.
El asunto de los rehenes está muy presente en la vida de los israelíes. Los medios informan constantemente sobre sus historias y el sufrimiento de sus familiares, y así mantienen un clima de exaltación nacional que proporciona cobertura a las maniobras de guerra del Gobierno de coalición de ultraderecha de Netanyahu.
“La mayoría de los israelíes, si no todos, cree que después del 7 de octubre Israel tiene derecho a hacer lo que quiera. Y esto es muy, muy peligroso en muchas dimensiones”, dice parafraseando el lema de la primera ministra Golda Meir (“después del Holocausto los judíos pueden hacer lo que quieran”).
“Israel”, dice, “siente que tiene legitimidad para hacer lo que quiera sin ningún límite, legal o moral. Todo está permitido. Y encima hay un Gobierno que alienta todas esas violaciones. Ambos resultados son muy, muy deprimentes”, dice.
Ha sido un año de incesantes bombardeos indiscriminados contra la población de Gaza (y ahora también la del Líbano), y un aumento de la violencia en Cisjordania, con arrestos, muertes, torturas y violaciones que no se habían visto hasta ahora. Los colonos han acelerado la apropiación ilegal de tierras de los palestinos con el apoyo de organizaciones vinculadas al Gobierno. La guerra sirve de cobertura para un nuevo proceso que tiene como objetivo el rediseño de la ocupación en Gaza y la anexión de facto de Cisjordania.
“La anexión de facto ocurrió hace mucho tiempo. Nadie podrá evacuar Cisjordania nunca. Lo que está sucediendo sobre el terreno es parte de la situación general. La guerra en Gaza ha provocado que los asentamientos sean más violentos de lo habitual y que (los colonos) se estén volviendo locos. Al mismo tiempo, el ejército los está protegiendo y colaborando con ellos. Pronto, Cisjordania será irreconocible. Por terrible que fuera antes, después de un año es mucho peor”.
Para Levy “la única esperanza es una intervención de la comunidad internacional”. Pero no en forma de condenas y resoluciones que Israel continúa ignorando, sino con acciones y a través de los tribunales internacionales. “Hay que utilizar el mismo modelo que se utilizó contra la Sudáfrica del apartheid”, explica. “Israel debe dejar de ser la darling de la comunidad internacional y pagar un precio por Gaza y por lo que está pasando en Cisjordania y por la política de décadas. Son acciones terroristas y mientras no se pague un precio, nada cambiará”, dice. “La UE puede hacer mucho más. Pero la clave está en manos de Estados Unidos”.
Sobre las protestas, el periodista explica que solo se dirigen contra Netanyahu y a favor de la liberación de los rehenes. “Por lo tanto, yo nunca participaré en ellas; no dicen nada sobre la masacre de más de 40.000 palestinos, de 17.000 niños, de la destrucción de Gaza, de los miles de rehenes palestinos que están en Israel en condiciones horribles, secuestrados sin ninguna supervisión legal en cárceles israelíes. Nadie en el mundo habla de ellos”.
La pesadumbre impregna las palabras de Levy. “Desde hace mucho tiempo, estoy más allá de perder la esperanza, mucho, mucho más allá”. “En la superficie, la vida de la mayoría de nosotros sigue como siempre. Ayer estuve en un restaurante muy caro en Tel Aviv y no había ni una sola mesa libre. Aquí la vida sigue, aunque todo el mundo está muy preocupado y asustado por el futuro. Pero una vez más se comportan como si no se pudiera hacer nada al respecto”, dice. “Pero no es así –añade–. Si la protesta hubiera apuntado a los objetivos correctos, a las raíces de las cosas, y no solo a reemplazar a Netanyahu. Incluso si es reemplazado, será lo mismo, exactamente lo mismo”.
¿Cómo se siente? “Nunca me he sentido tan solo aquí, pero ya me he acostumbrado. Israel está en la peor situación de su historia. No tiene ni idea de hacia dónde apunta. Cree que la fuerza militar puede resolverlo todo y no tiene restricciones ni límites. Y esto es una señal muy, muy preocupante para Israel y para toda la región. Y creo que estamos en el comienzo de una era horrible. No veo cómo podremos evitar la guerra regional, que podría ser algo que nunca hemos visto”.
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