Ángeles Rodenas 1 de septiembre de 2024
“Es el factor más importante en el desplazamiento de población a zonas que, de otra forma, no habrían podido sostenerlo”, dice por videollamada el profesor emérito de arquitectura y planificación urbanística de la Universidad de Michigan, Robert Fishman. “Un aspecto muy significativo, además de la comodidad en la vivienda, es que hizo posible que las fábricas y las oficinas continuaran operando en veranos increíblemente calurosos”, señala.
Este académico realizó en 1999 un estudio todavía citado hoy en día sobre las diez principales variables que influyeron en el desarrollo de la ciudad americana de la segunda mitad del siglo XX: el aire acondicionado aparecía en noveno lugar por detrás de las autopistas, coches, centros comerciales y los suburbios residenciales, entre otros. En lo que respecta a las ciudades del sur, matiza Fishman, la suma de inviernos suaves, aire acondicionado en verano y vivienda relativamente barata es la combinación perfecta que ha conquistado a tantos estadounidenses. Los tres estados más poblados del país se encuentran en el cinturón del sol: California (38 millones de habitantes), Texas (28 millones) y Florida (21 millones).
En el otro lado de la balanza está el peaje que ha ido imponiendo esta tecnología que, cada vez, se está convirtiendo en imprescindible en lugar de un lujo: el aire acondicionado es el aparato doméstico que más energía consume. A nivel mundial supone el 10% de la electricidad. Y mucha de esa energía ha sido obtenida mediante la quema de combustibles fósiles, es decir, la causa principal de calentamiento global. Con el aumento de las olas de calor derivado de la crisis climática, la predicción es que en las próximas décadas se triplique el número de aparatos en todo el mundo, aumentando la presión sobre la red eléctrica.
En los últimos diez años se han registrado un 60% más de apagones en el sur de Estados Unidos por incidentes de calor que en los diez años anteriores, según la organización Climate Central. En China, en los últimos años se han batido récords de generación eléctrica debido a la demanda para conectar los aparatos de aire debido a los picos de temperatura que han puesto contra las cuerdas a las redes eléctricas del país. Los refugios climáticos son la respuesta que muchas administraciones dan a las secuencias de olas de calor extremo. Y los refugios al uso son salas con el aire acondicionado a tope.
El calentamiento global del planeta también ha hecho, por ejemplo, que en España, se haya doblado la necesidad de refrigeración en los edificios desde 1979. Los datos de la Eurostat muestran que, para mantener lo que denominan “temperatura de confort” es necesario recurrir a algún sistema de “aire acondicionado”. Los datos son consistentes “con la percepción de que cada verano hace más calor”, ha explicado la Aemet.
Lo mismo que se ha contabilizado en España ocurre en los países de la cuenca mediterránea europea como Chipre, Malta, Grecia o Italia donde el índice de severidad del calor crece más de un 100%, según Eurostat. Y a mayor severidad, más necesidad de enfriar el aire. De hecho, la región mediterránea es la segunda del mundo más afectada por la crisis climática después del Ártico. La aguas del mar Mediterráneo se calientan un 20% más rápido que el resto del planeta.
(...) El historiador y profesor en la universidad de Florida del Sur, Raymond Arsenault, afirma en su premiado ensayo El fin del largo caluroso verano: el aire acondicionado y la cultura sureña (1984), que la llamada “revolución” de este invento fue en realidad “una evolución que llegó en distintas olas. Para los años 70 se extendía incluso a establos para el ganado, gallineros e invernaderos.
Desde su casa en San Petersburgo, Florida, el autor Señala que este invento “ha amortiguado nuestro sentido del tiempo”. La regulación del clima en los espacios interiores por los que nos movemos y en algunos exteriores, como el aire que refresca a la gente guardando fila en Disney World que apunta Arsenault, “casi nos permite ignorar” las estaciones del año y ha “debilitado el vínculo con la naturaleza y el calor” que caracterizaba a los habitantes del sur.
Tener control sobre la temperatura “ya no se considera un privilegio, sino un derecho”, dice, “a pesar de que en muchas partes del mundo apenas se utiliza”. China y Estados Unidos son los principales consumidores. Según la Agencia Internacional de Energía, existen unos 2.000 millones de unidades de aire acondicionado en todo el mundo, el 70% de los cuales están en viviendas.
De la imprenta a los cines
Aunque el sistema de aire acondicionado se inventó en el norte, su desarrollo inicial se dio en el sur. En 1902, el joven ingeniero Willis Carrier logró bajar la temperatura de la imprenta litográfica de Brooklyn de forma accidental, su objetivo era estabilizar la humedad que afectaba al papel. Durante los siguientes 20 años se utilizaría en las industrias del algodón, tabaco, papel, cerveza… para mejorar la producción. Al controlar la temperatura y la humedad se mantenía la consistencia en la fabricación de productos con independencia de la época del año o de la hora del día.
A finales de los años 20 del siglo XX entró en los cines, gracias de nuevo a las mejoras introducidas por Carrier, que lideró la industria hasta su muerte en 1950. Hay quien dice que la época dorada de Hollywood le debe parte de su éxito a este invento que atrajo a las salas a un público deseoso de escapar momentáneamente del sofocante calor estival. En los 40, los aparatos de regulación de temperatura sustituyeron a los ventiladores de techo en los grandes almacenes y diez años después fueron instalados en las habitaciones de hoteles. Para entonces, y tras superar la oposición por las epidemias causadas a través de los sistemas de ventilación, los nuevos hospitales ya se equipaban con sistemas de regulación de temperatura. Uno de los ideales de arquitectos del modernismo como Le Corbusier, sellar los rascacielos del ambiente exterior, no fue realmente práctico hasta la llegada del aire acondicionado.
El tamaño y el precio habían mantenido estos sistemas fuera del alcance del bolsillo del ciudadano medio hasta que después de la Segunda Guerra Mundial aparecieron las económicas unidades para la ventana acompañadas de una estrategia de marketing para promocionarlas como símbolo de modernidad y estatus. Las ventas se dispararon y no han dejado de crecer. En 1960 el 13% de los hogares tenía aire acondicionado, comparado con el 55% de los hogares en 1980 y el 90% en la actualidad. En Europa, por el contrario, el número de usuarios se sitúa en el 20%.
“Una de las cosas más sorprendentes de mi vida, y nací en 1946, es la bajada de precio tan radical que ha experimentado el aire acondicionado. Cuando era pequeño, incluso familias de clase media como la mía tenían quizá un aparato en una habitación. Ahora la mayoría de las viviendas nuevas tiene aire acondicionado centralizado. Las unidades para ventana son increíblemente baratas. La gente relativamente pobre puede permitirse un aparato para un apartamento pequeño”, cuenta Fishman.
Condiciona el urbanismo
El éxito del aire acondicionado marcó un punto de inflexión en el diseño de edificios y en la planificación urbana. “Aceleró un giro hacia el interior especialmente en la casa americana, que había sido mucho más abierta, con su famoso porche necesario para aprovechar las brisas y donde se pasaba mucho tiempo en verano, frente a la calle, viendo a los vecinos. Ahora, delante de la casa está el jardín con su césped siempre vacío. La gente se retira al interior mucho más que antes,” comenta Fishman.
Las nociones de orientación, ubicación, diseño del espacio en la vivienda, tan importantes para la buena arquitectura, pasaron a ser irrelevantes en el negocio de la construcción, más interesado en atender la creciente demanda con diseños uniformes de casas unifamiliares que se podían levantar de forma rápida y barata, dando origen a un paisaje de suburbios que se extiende desde el centro urbano formado por rascacielos y edificios de oficinas. Ciudades como Houston, Miami, Las Vegas o Atlanta experimentaron un crecimiento por encima de la media en la segunda mitad del siglo XX. La población en los estados del sur pasó de ser el 28% en 1950 al 40% en el año 2000.
“Las casas americanas, con sus estructuras de madera, eran muy ligeras comparadas con la albañilería de las europeas en parte porque el combustible, carbón o petróleo, era muy barato. Hemos aplicado la misma filosofía al aire acondicionado”, explica Fishman. “No tiene sentido concentrar población en lugares como Las Vegas o Phoenix, donde vas a tener un uso intensivo de energía, agua y demás recursos. Pero la filosofía americana es seguir construyendo”. Precisamente en Phoenix desde el año pasado están paralizados los proyectos de nueva vivienda que dependen de agua subterránea porque según las predicciones, dada la crisis climática no hay recursos suficientes para abastecer el crecimiento continuo.
Los beneficios innegables
Los beneficios del aire acondicionado en la reducción del número de muertes por calor extremo, la mejora de las condiciones de trabajo y del funcionamiento de hospitales y escuelas, el aumento de la productividad y del nivel de vida son innegables. Y, si bien los equipos son cada vez menos contaminantes, las emisiones indirectas de CO2 vinculadas a la energía necesaria para su funcionamiento van en aumento, contribuyendo al incremento de la temperatura y a una mayor dependencia de los sistemas de refrigeración.
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