Ignacio Sánchez-Cuenca 15/10/2024
A propósito del libro de Mahmoud Mushtaha, ‘Sobrevivir al genocidio en Gaza’
Unos niños inspeccionan una vivienda destrozada por las bombas israelíes, 1 de diciembre de 2023. / M. M.
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Ya sé que no es verdad y que no hay ninguna necesidad de conceder estos extremos al sionista que apoya sin fisuras el genocidio de los palestinos en Gaza, pero hagámoslo para llegar más rápidamente al núcleo de la cuestión. Concedamos al sionista que el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023 supone la inauguración de un nuevo tiempo, que Hamás realizó un ataque ofensivo que puso en jaque la seguridad de Israel (un país acosado desde su fundación por todos los Estados árabes de la zona), es decir, que aquello fue una apertura de hostilidades, una especie de Pearl Harbor. Nos olvidamos, por tanto, de los de 6.407 palestinos muertos por las fuerzas de seguridad israelíes durante los quince años anteriores al ataque del 7 octubre (y de las 310 víctimas israelíes responsabilidad de los grupos armados palestinos en ese mismo periodo), de la ocupación de Gaza y Cisjordania desde 1967 y de la primera guerra, la de 1948, así como del terrorismo palestino; en fin, nos olvidamos de todo el contexto previo a 2023.
Concedamos también al sionista radicalizado que en los ataques del 7 de octubre Hamás decapitó niños y metió bebés en hornos y que ninguna de las víctimas israelíes fue muerta por fuego amigo. Y, además, concedamos que, por supuesto, a Israel le ampara el derecho a la legítima defensa ante el mayor pogromo desde el Holocausto, un ataque, el del 7 de octubre, que fue un acto terrorista, pero también un acto de guerra.
Para no perdernos en cuestiones laterales, tratemos todos esos preliminares como terreno ganado por el sionista intransigente. Cada una de esas afirmaciones es cuestionable, pero eso nos da igual en este momento. Invitemos a nuestro sionista a leer el libro de Mahmoud Mushtaha, Sobrevivir al genocidio en Gaza (Escritos Contextatarios, 2024, con traducción de Miguel Mora y textos introductorios del propio Mora y de Olga Rodríguez). Aunque ese lector dé por bueno todo lo que se ha indicado en los párrafos anteriores, no podrá dejar de concluir tras la lectura que en Gaza se está llevando a cabo un genocidio, o, si el término es causa de objeciones terminológicas porque genocidio solo es el de los judíos a manos de los nazis, al menos sí una destrucción humana y física de Gaza que hace inviable la vida en aquel angosto y castigado territorio.
Mushtaha es un periodista gazatí de 23 años. En circunstancias extremadamente difíciles, ha sido capaz de escribir y mandar sus crónicas a varios medios, CTXT entre ellos. Tras una angustiosa espera en condiciones inhumanas, el 8 de abril de 2024 consiguió salir de Gaza, con un fuerte sentimiento de culpabilidad por los familiares que dejaba atrás. Ha contado la historia de lo que vivió y sufrió desde el inicio de los ataques. Ha perdido a 79 miembros de la familia y a 27 amigos, alguno de ellos muy cercano. Su familia procede de Jaffa, de donde tuvo que salir durante la Nakba de 1948. Acabaron en Gaza y, 75 años después, tuvieron que abandonar de nuevo su hogar, huyendo de una guerra de destrucción despiadada, fuera de cualquier parámetro de humanidad.
Los clichés existen por algo. Por muy tópico que resulte decirlo, su libro constituye lo que los periodistas llaman “un testimonio desgarrador”. Se ha descrito Gaza antes del 7 de octubre como una enorme prisión al aire libre. Una prisión que hoy, evidentemente, los gazatíes echan de menos: al menos podían dormir bajo un techo, alimentarse y vivir una normalidad muy disminuida, pero normalidad al fin y al cabo. Si las expectativas de los palestinos encerrados en aquel territorio ya eran entonces muy sombrías (lo que suele generar un caldo de cultivo del extremismo), tras la guerra, directamente, no hay expectativas de ningún género. Todo ha quedado arrasado, el espacio urbano se ha vuelto inhabitable, sin servicios públicos, hospitales, escuelas o universidades. El trauma de las muertes tardará generaciones en aliviarse. El futuro ha dejado de existir para los gazatíes, quienes se sienten abandonados no solo por los países occidentales, sino muy señaladamente por los países árabes.
Mushtaha cuenta una historia terrible en primera persona, de forma sobria pero sentida. Su relato es periodismo puro. La lectura nos obliga a imaginar y recrear las condiciones de la existencia cotidiana bajo una campaña genocida realizada con el pretexto de la “guerra contra el terrorismo”, el mismo que utilizó Estados Unidos para destruir Afganistán e Irak, dos fracasos colosales, de proporciones históricas. Después de decenas de miles de muertos, Estados Unidos tuvo que retirarse vergonzosamente de Afganistán y los talibanes gobiernan el país desde hace tres años.
El libro de Mushtaha cierra el paso a cualquier argumento sobre la “proporcionalidad” de la respuesta israelí. Y desmiente sin grandes alharacas ese dilema grotesco que presenta Netanyahu entre civilización (encarnada en Israel) y barbarie (encarnada en el terrorismo islamista). Un planteamiento tan tramposo, sin embargo, ha acabado teniendo éxito en las derechas occidentales, que en esta ocasión han cerrado filas con Israel (a diferencia de lo que hicieron en otros momentos de este interminable conflicto). La derecha radical, tradicionalmente antisemita, se ha convertido en la mejor aliada del sionismo. La indiferencia general de las derechas ante esta nueva catástrofe humanitaria es sintomática del cambio de época que estamos viviendo. Refleja la pérdida de sensibilidad, empatía y respeto a los derechos humanos entre sectores amplios de la ciudadanía de los países ricos. No es Israel el único síntoma. Hay un hilo común que recorre las derechas occidentales: la indiferencia o el desprecio hacia la suerte de los palestinos encaja con el rechazo hacia el inmigrante (especialmente contra el musulmán).
Que las derechas se sientan fascinadas por tipos como Netanyahu en Israel, Bukele en El Salvador y Milei en Argentina revela algo inquietante, una complacencia con la ferocidad. Netanyahu no tiene freno, está dispuesto a alcanzar el programa máximo del sionismo (el Gran Israel) cueste lo que cueste en vidas humanas. Bukele ha encarcelado a miles de personas (casi el 2% de la población) en un contexto crecientemente autoritario con tal de reducir los niveles de criminalidad. Y Milei es quien se atreve con todo, dispuesto a reventar el sector público, hundiendo los programas sociales, las obras públicas, la investigación y disparando el gasto en defensa y seguridad. Esta especie de “salvajismo” con el inmigrante, con los palestinos o con los vulnerables goza de prestigio en círculos cada vez más amplios.
Si al terminar el libro de Mushtaha no se sienten profundamente conmovidos y abrumados por la tragedia humana de Gaza, es que ya han entrado en el frente de la ferocidad.
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Sobrevivir al genocidio en Gaza (Escritos Contextatarios, 2024) está disponible en la librería de CTXT.
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