Gerardo Tecé 9/10/2024
Si mañana un digital ultra denunciase que los presos de ETA reciben en la cárcel las mismas tres comidas al día que el resto, tendríamos una nueva polémica
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Marchando ración de ETA. Los platos de la casa se llaman así por algo. Nunca defraudan al buen cliente. Jaleo monumental porque el presidente del Gobierno ha pactado con Bildu la liberación de un montón de terroristas. Se ve que se le echaba encima Halloween y Sánchez no sabía qué ponerse, así que decidió soltar a la calle a unos cuantos tíos con metralleta mediante una ley firmada por todos los grupos parlamentarios, incluyendo a PP y Vox. Estos dicen que fueron engañados porque el documento tenía trampa: había que leérselo. Hasta ahí los titulares. La realidad es otra. La realidad es que España es un país maravilloso, como maravillosos son los niños. Divertidísimos, pero con una capacidad enorme de entrar en combustión espontánea si se aburren durante un instante. Y se ve que España estaba aburriéndose un poco esta semana.
No es ninguna novedad que todo bicho viviente que no tenga el carnet de militante del PP, Vox o, en su defecto, la tarjeta dorada de Spagnolo, es cómplice de ETA. O Movimiento Vasco de Liberación, como prefiere llamarlo Aznar. Hasta ahí sin novedad. Sí las hay, sin embargo, e importantes, en las formas en las que los malos españoles han decidido esta vez apoyar a ETA de tapadillo. Acompáñenme a Bruselas. Año 2008. Algún señor luxemburgués, alemán o finlandés, vaya usted a saber, cansado de un cielo siempre nublado y una comida aburridísima, se refugia en el trabajo y cae en la cuenta de que, igual que los países miembros de la Unión Europea comparten moneda, también deberían compartir otro tipo de política comunitaria, por ejemplo, la relativa a las penas de prisión. La idea es sencilla. Si Rodrigo Rato roba un banco portugués a punta de pistola y es condenado por ello a diez años de cárcel en el país vecino, al ser extraditado a España en su octavo año de condena ya sólo le faltarían otros dos años por cumplir. Nada que Coco de Barrio Sésamo no nos haya contado mil veces. En una política comunitaria sería absurdo que Rodrigo Rato, siendo extraditado al final de su condena, cruzase la frontera cargado de toallas portuguesas de máxima calidad y unos patês de sardinhas de ensueño y le pusieran el contador a cero cascándole de nuevo otros diez años. Lo dicho: busquen en Youtube Coco+Barrio+Sésamo si aún tienen dudas.
Siguiendo en los mundos infantiles, Bruselas es la seño que manda deberes y España es el niño que responde que ya, si eso, un día me pongo, siendo un día el mes de septiembre de 2024 en el que España, por fin y con el voto a favor de todos los grupos parlamentarios, decidió dejar de ser una anomalía dentro de la UE para cumplir las leyes comunitarias relativas a las penas de prisión conmutables entre países miembros. Un trámite obligado y tan sencillo que el representante del PP en la comisión de Justicia del Congreso declaró, justo antes de votar a favor, que el Gobierno llegaba tarde. Razón no le faltaba. Y es en este preciso instante donde España empieza a aburrirse y comienza la combustión espontánea. Alguien cae en la cuenta de que, si al cruzar la frontera las condenas no empiezan a contar desde cero sino que siguen su curso, habría presos de ETA que podrían verse beneficiados. Y PP y Vox entran en pánico y se reúnen en sus cuarteles generales para afrontar tremenda tesitura. ¿Qué hacer? La opción uno era guardar silencio porque este es un razonamiento tan absurdo como decir que las subidas de las pensiones benefician económicamente a los abuelos de los miembros de ETA. La opción dos era montar un pollo a pesar de que ellos mismos votaron a favor de esta adaptación de la normativa europea. Obviamente eligieron la dos porque aquí habemos venío a jugar : ay dios mío que Sánchez nos ha engañado, ay madre mía será psicópata el tío, que quería que nos leyéramos el papel. Alberto Casero vive, la lucha sigue.
Que España es maravillosa lo demuestra que Alberto Núñez Feijóo ande a estas horas mandándole vídeos a la militancia explicándole que emosido engañado, que Abascal se excuse diciendo que a él no lo miren, que eso se votó antes de las doce y él estaba empezando a desayunar o que José Manuel Soto, médium del sentir de la España fetén, esté pidiendo cortar cabezas por lo ocurrido. Se vienen ríos de tinta y lágrimas de cocodrilo. Quienes justifican sin pestañear el asesinato de miles de niños en Gaza se llevarán las manos a la cabeza durante los próximos días porque sumar las penas que los etarras ya han cumplido en prisiones fuera de España es inhumano. Les duele el corazón. Mucho. No hay derecho a que los únicos asesinatos frente a los que se muestran sensibles por cuestiones políticas no reciban un castigo que esté fuera de la ley. Si mañana un digital ultra denunciase que los etarras reciben en la cárcel las mismas tres comidas al día que el resto de presos tendríamos una nueva polémica. Feijóo pediría quitarles la cena, Abascal el desayuno y Alvise denunciaría que en la época de Rajoy hubo un día que merendaron chocolate con churros. Tenemos un país que no nos lo merecemos.
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