martes, 17 de mayo de 2016

El 15-M que nos parió, de Pablo Iglesias Simón


Director de escena, dramaturgo, docente e investigador teatral y miembro del Área de Cultura y Comunicación de Podemos.   Publicado:




Ya han pasado cinco años del 15-M. También del nacimiento de mi hija Estrella. Ese año pasé de ser hijo a convertirme en padre. De seguir la ruta marcada, sin importarme que el viento borrara mis huellas, a hacer camino andándolo junto con Maite, mi mujer. Ese año aprendí que la grandeza está en los gestos pequeños. Que no somos, sino que hacemos. Que nacemos solos pero vivimos juntos. Y que si a la vida vienes con un nombre, la imaginas con un verbo.
Ese 15-M muchos decidimos dar un paso importante. Dejamos de ser hijos del desánimo, para alumbrar la posibilidad de un cambio esperanzador. Pasamos de destruir a crear, de ser a hacer, de mermar a crecer. Ese día empezamos a salir de las trincheras, donde el miedo a un futuro peor nos tenía agazapados. Levantamos la mirada y comenzamos a avanzar por un campo de batalla devastado, que a cada paso se hacía más fértil. Aquel día sus "No" se convirtieron en nuestros "Basta". Nuestra humillación y frustración se tornó en un grito de indignación.
Durante algún tiempo funcionó su "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades", su rapapolvo de padre recto a hijos irresponsables. Que querían que entendiéramos como un "habéis vivido por encima de vuestras posibilidades". Un mantra austericida que perseguía culpabilizar y fracturar la sociedad. Que buscaba socializar las pérdidas para privatizar los beneficios de los verdaderos responsables de la crisis. Estigmatizando a las víctimas, alejándolas de nosotros por miedo al contagio del mal de quienes lo han perdido todo. Después comprobaríamos, gracias a iniciativas como 15-MpaRato, que el sistema estaba corrupto, que querían confundirnos y acobardarnos con sus palabras hipócritas. Que cuando decían aquello, sabían que, en realidad, eran ellos quienes habían vivido por encima de nuestras posibilidades.
Muchas fueron las iniciativas que contribuyeron a que el 15-M fuera posible. Que cortocircuitaron la doctrina del shock a la que querían condenarnos. Que revitalizaron los arrebatos del "Pásalo" y el "No a la Guerra". Con la PAH empezamos a ver a los desahuciados como hermanos y sus culpas ajenas se tornaron en injusticias que combatir en común. Con Juventud Sin Futuro, los estudiantes tomaron las riendas para cabalgar contra quienes precarizaban un país que les expulsaba. Desde La Tuerka se ensayaron las futuras disputas en la arena de los medios de comunicación.

España hacía aguas por las vías abiertas por unos gobernantes, en el mejor de los casos incapaces, y en el peor, corrompidos. Mientras, germinaban más iniciativas de protesta constructiva. Varias se aglutinaron en torno a la Plataforma Democracia Real Ya, como algunas de las nombradas, o No Les Votes, Attac España, Ecologistas en Acción o Estado del Malestar, que confluyeron en la riada que desbordaría los márgenes de unos consensos cerrados en falso al servicio de las élites y desembocarían aquel día en las plazas.
El 15-M fue el germen de un nuevo sentir fraternal, de un sumar multiplicando y un hacer en común antes que un ser en solitario.
El movimiento ha sido imparable desde entonces. Desmontamos los marcos de los viejos partidos, trascendimos los propios colectivos implicados y pasamos el testigo a las personas. Aprendimos de las derrotas del pasado, superamos las etiquetas que nos encerraban en nosotros mismos y empezamos a cimentar una torre de babel para asaltar los cielos. Las murallas de sus insultos se convirtieron en catapulta de nuestras sonrisas. Quienes se demoraban mirándose el ombligo, dejaron paso a quienes alzamos la vista para recuperar el horizonte. Las posiciones pétreas e inmovilistas fueron sustituidas por lógicas líquidas y aptitudes esponjosas que nunca han dejado de mojarse por los demás.
Y así seguimos avanzando. Incorporando a quienes se había abandonado en las cunetas. Convirtiendo las fuerzas centrípetas de unos pocos, su ambición desmedida por apropiarse de todo lo nuestro, en los impulsos centrífugos de quienes somos cada vez más. De quienes dejamos de resignarnos a que nos representaran unos políticos sordos, para atrevernos a tomar las instituciones y hacer oír nuestra propia voz. De quienes nos enfrentamos a sus armas de destrucción masiva, cuyos daños colaterales eran nuestros vecinos, para transformarlas en nuestras herramientas de construcción colectiva.
El grito indignado de las calles dejó paso rápidamente a la escucha activa, al encuentro de gentes dispares en las plazas. A los debates entre quienes ya no pedían nada y ahora estaban dispuestos a darlo todo. El 15-M fue el germen de un nuevo sentir fraternal, de un sumar multiplicando y un hacer en común antes que un ser en solitario. Así transitamos de la indignación a la ilusión. De quejarnos por cómo eran las cosas, a tener la valentía de proyectar cómo deben ser. Nos empapamos con las mareas multicolores, con la defensa de nuestros servicios y bienes públicos por bandera, rodeamos el congreso y el 25 de mayo de 2014 comenzamos a expresar en las urnas que Podemos. Así pasamos de gritar en las manifestaciones que "no nos representan" a demostrar en las instituciones que "sí se puede".
Ese 15 de mayo de 2011 fue el pistoletazo de salida de un maratón cuya meta aún no hemos alcanzado. Todavía algunos siguen obedeciendo la voz de su amo, parapetándose en sus sillones confortables o haciendo oídos sordos al clamor de las calles. Otros refunfuñan un "No, gracias" cuando podrían estrechar nuestra mano tendida con un "Sí, se puede". Pero etapa a etapa seguimos avanzando. Sin miedo y sin desánimo. Dispuestos a encontrarnos y compartir el dorsal con quienes piensan diferente.
Porque ya no somos hijos de su presente triste. Ni nos distraen sus fuegos de artificio. Hemos crecido. Seguimos creciendo en común. Porque ahora somos madres y padres de nuestro futuro. Tenemos una responsabilidad. La de hacer posible un cambio histórico. La de alumbrar un porvenir que ya sólo puede ser nuestro. La de abrir la senda que continuarán ensanchando quienes nos sucedan. La de quitarnos la mordaza de quienes nos quisieron secuestrar. Y volver la mirada, con una sonrisa, al 15-M que nos parió.

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