lunes, 4 de junio de 2018

Joan Coscubiela, “No soporto a los ‘caragirats’, a los que no van de cara”

Joan Coscubiela, expolítico del exgrupo parlamentario Catalunya Sí que es Pot
Tengo 63 años. Soy un Estoy casado y tengo dos hijos, de 35 y 22 años. ¿Política? Ecosocialista, con respeto profundo a las personas. ¿Creencias? Entre ateo y agnóstico. Soy montañero, y corro maratones. El independentismo debería hablar claro

“No soporto a los ‘caragirats’, a los que no van de cara”
Colab.LV | Foto: Xavier Cervera

‘Empantanados’

Denominamos ideología a lo que (siempre) es biografía. También en los políticos. La biografía de Coscubiela me desencripta lo que hizo el 7 de septiembre: como su padre, no quiso irse sin decirlo todo, y en la cara; “hooligan”, llamó a Puigdemont. El independentismo bramó, el unionismo aplaudió. Y él, ni con unos ni con otros (ni casi con los suyos). Despide una vida como abogado sindical, profesor y político: se ha jubilado. Ahora se vuelca en la familia, los amigos y en correr. Y publica Empantanados (Península), su disección del momento de Catalunya y del actual independentismo “entre el sóviet y el carlismo”. Le he agradecido que no callase aquel día ante el rodillo de la utopía.
El 7 de septiembre se plantó.
Porque el abuso autoritario de una mayoría parlamentaria pisoteaba la democracia.
Pues la democracia va de mayorías...
“Quien promueve la regla de la mayoría olvidándose de los derechos de las minorías no promueve la democracia, ¡la sepulta!”, enseña Giovanni Sartori.
¿Quién sepultó la democracia?
Oí a Marta Rovira denigrar al Consejo de Garantías Estatutarias, organismo de la Generalitat catalana que alertó de que la ley de Transitoriedad vulneraba la legalidad catalana. ¡Y Puigdemont aplaudió a Rovira!
Y entonces subió usted al estrado.
Y llamé “hooligan” a Puigdemont: ¡no obraba ya como president de todos los catalanes!
Los grupos unionistas le aplaudieron...
Me partiré la cara por sus derechos, por mucho que sean mis rivales ideológicos.
¿Le salió aquí el abogado sindicalista?
Me salió mi padre.
¿Su padre?
Era obrero del metal. En un piso de 30 m2de la Barceloneta vivíamos mi yaya, mis padres, mi tía y yo. Y un día, la policía se lo llevó...
¿Lo vio usted?
Sí, yo estaba jugando en la calle, y él me dijo: “Me voy con estos señores, ahora viene la yaya”. Era el año 1965, yo tenía once años.
¿De qué le acusaban?
Asociación ilícita y propaganda ilegal: era uno de los fundadores de Comisiones Obreras en Catalunya, y estaban organizando una gran huelga. ¡Ahí me enteré, no lo sabía!
¿Cómo le marcó aquello a usted?
A mi padre le despidieron del trabajo, y yo decidí que estudiaría mucho... para un día ser abogado de Comisiones Obreras.
¿Qué hizo luego su padre?
Montó un pequeñísimo quiosco de prensa y libros. Yo le ayudaba. Y gracias al quiosco y a las becas que gané, me hice abogado.
¿En qué le influyó más su padre?
“S’ha d’anar sempre de cara”, decía, y repetía siempre: “No soporto els caragirats!”. Y me pasa igual. El que tiene dos caras, engaña, ¡y engañar a alguien es no respetarle!
¿En quién está pensando?
En los líderes del independentismo: alentaron en la gente una ilusión... que sabían que no iban a poder satisfacer.
¿Qué les llevó a hacer tal cosa?
Mas recogió el descontento de las clases medias y les prometió su Ítaca, Junqueras se sumó... ¡y los dos coches del independentismo iniciaron una carrera entre ellos!
¿Entre Mas y Junqueras?
Junqueras pisó el acelerador hacia el precipicio, convencido de que el otro coche, el convergente –¡gallinas!–, frenaría primero. Pero en el otro coche pasó algo imprevisto...
¿Qué?
Subió el pastelero loco y se puso al volante.
¿El pastelero loco?
Así llaman a Puigdemont algunos suyos.
Y Puigdemont no frenó.
Lo probó el 26-O convocando elecciones. Y descubrió algo: ¡él sería Judas para la gente!
¿Qué gente?
Esa gente a la que habían ilusionado ¡era ya un actor político autónomo e ingobernable!
El error del independentismo ha sido...
¡Abusar de la astucia hasta el engaño! Y dos más: uno, despreciar a la mitad de catalanes; dos, menospreciar la fuerza del Estado.
¿Sabían Junqueras y Puigdemont que habría heridos el 1-O?
Sí. Pero ¿podían frenar ya a la gente? ¡No! Y el Gobierno español, que había alardeado de actuar con bisturí, actuó como matarife.
Íbamos a Ítaca, y... ¿dónde estamos?
En los acantilados de la preautonomía.
Los que alentaron la DUI, hoy la niegan.
Abandonan una fantasía ¡y se suben a otra!
¿Cuál?
El gobierno simbólico paralelo. El independentismo se empantanará mientras un líder no ose decir a su gente “¡no más fantasías!”.
¿Junqueras podría hacerlo?
Ha sido conseller de Economía disciplinado con Montoro por las mañanas, y líder de ERC insumiso por las tardes. Si dejase de simular y disimular a lo cardenal Mazarino...
En todo caso, Junqueras está encarcelado, como los Jordis y como Forn.
¡Debieran estar en libertad! Es una barbaridad su prisión provisional, por razones humanas, jurídicas y políticas. ¡Qué nulidad argumentativa, la del juez Llarena!
¿Y no luce usted lacito amarillo, pues?
No: mi solidaridad la expreso sin mezclarla con otros planteamientos partidarios.
El independentismo actual está siendo un movimiento social pacífico, ¿no?
Sí, y esa es su fuerza..., que debilita cada vez que ejerce intimidación emocional en vez de seducción: ¡no debería etiquetarnos de antidemócratas a los que no les aplaudimos!
¿Qué le diría hoy a Puigdemont?
Siga trabajando para la independencia sin astucias y sin pisar a la mitad de catalanes.
¿Qué le diría hoy a Rajoy?
No caiga en la tentación de la victoria: ¡no es la solución! Y menos aún con humillación.
Qué equidistante es usted, Coscubiela...
Sí, pero no indiferente ni indefinido: soy equidistante porque rechazo la trampa de elegir entre dos bloques tan excluyentes.


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