Entrevista a Fernando Prieto, director del Observatorio de Sostenibilidad
El ecólogo hace hincapié en la necesidad de realizar una buena planificación adaptada a las necesidades de cada territorio para evitar la proliferación de grandes incendios forestales.
Las llamas han arrasado al menos 157.501 hectáreas en España en lo que va de año, de acuerdo con el Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales. El incendio de Zamora apunta ya a ser uno de los peores, mientras los efectivos continúan las labores de control y extinción de los diferentes focos que asolan la península. En conversación con Público, Fernando Prieto, doctor en Ecología y director del Observatorio de la Sostenibilidad, analiza la dramática situación en profundidad. Pone el ojo en la eucaliptización del norte y aboga por una reflexión en torno a la manera en la que se ha llevado a cabo la gestión forestal hasta ahora en todo el Estado.
Según datos del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales, la ola de incendios actual ha convertido ya el 2025 en el tercer peor verano de las dos últimas décadas.
Ha habido otros años el siglo pasado; 1978, 1985, 1989 y 1994, en los cuales ardieron muchísimas más hectáreas que ahora. En el 85 llegaron a arder más de 450.000 hectáreas [en total, fueron 486.327 hectáreas, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica]. Y en principio había menos problemas de temperaturas, el clima era menos cálido y sufríamos menos olas de calor que ahora.
Entonces, ¿deberíamos preocuparnos por los datos actuales?
Sí que es preocupante el aumento en el siglo XXI de los Grandes Incendios Forestales [incendios superiores a 500 hectáreas]. Creo que es sintomático del aumento del abandono rural y, sobre todo, de la falta de planificación forestal.
La crisis climática no es la causa de la proliferación del fuego, pero también está involucrada.
"Hace falta planificación, planificación y planificación"
Claro. En un escenario de cambio climático la situación es mucho peor y en la planificación tenemos que tenerlo en cuenta. Creo que esta es la idea más fuerte que puede presentarse: hace falta planificación, planificación y planificación.
Aterricemos esta idea. ¿A qué nos referimos con planificación?
La planificación es lo que nos permitiría que no ardan áreas protegidas o de mucho interés, como parques nacionales, la zona de Las Médulas o espacios alrededor de una ciudad. Y eso se tiene que hacer previamente. No se puede permitir que un incendio arrase 35.000 hectáreas en dos días. Eso es una falta de planificación enorme. Si empieza un fuego, tienes que tener exactamente claro cómo puedes compartimentar el paisaje para que ese foco no pase de una esquina a la otra.
¿Cómo se hace?
Depende de la zona. Hay que hacer una gestión diferencial adecuada en cada uno de los sitios. En determinados lugares conviene incentivar el pastoreo, pero en otros no. En su lugar, por ejemplo, hay que eliminar cultivos forestales. En Monfragüe hubo unas campañas muy importantes de eliminación de eucaliptos que había allí.
¿Qué papel juega la eucaliptización de Galicia en el desarrollo actual de los incendios?
"Las plantaciones de eucalipto son un caldo de cultivo para que aparezcan incendios forestales"
El eucalipto es una especie muy invasiva y ocupa amplios espacios. Durante las primeras cortas, sí que tiene una producción bastante importante, pero luego la producción es menor, por lo que la gente deja esos campos con un abandono absolutamente terrible. Y es un caldo de cultivo para que aparezcan estos incendios forestales. Sucede en Pontevedra, el norte de A Coruña y una parte importante de Asturias. Pero vemos que se está extendiendo de una forma muy importante en Cantabria y también en Euskadi.
¿Por qué se planta tanto eucalipto?
Es un interés crematístico puro y duro. El eucalipto se utiliza para sacar pasta de papel. Se elaboran monocultivos supermasivos muchas veces en zonas de pendientes muy importantes sobre distintos tipos de matorral, cuando deberían ser de roble o de pastos. En Portugal, son estas hectáreas de eucalipto las que este 2025 están ardiendo. Hay que recordar que en el país vecino murieron 117 personas en el año 2017 a causa de los incendios forestales.
¿Quién planta este eucalipto?
Normalmente son consorcios con las compañías madereras. Se plantan estos eucaliptos y el propietario vende la madera después de 15 años o 20 años –depende de cuándo sea el periodo de corta– y saca dinero. Esos cultivos son muy cautivos de la demanda. Al final, presenta un elevado riesgo. Puede que arda este año o el que viene o el siguiente, pero en un plazo de 20 a 30 años, arderá.
¿Y dónde está la Xunta o el Gobierno central para frenarlo?
No se para porque de alguna forma está creando empleo y generando riqueza. Lo que no se dan cuenta es de que es una industria casi extractivista. Nosotros aquí producimos el eucalipto, después producimos la pasta de papel y esta se exporta. Las grandes factorías, sobre todo finlandesas, la transforman en papel y luego lo volvemos a importar nosotros. No cerramos aquí el ciclo de la producción, que podría ser más interesante.
Comentas que esta eucaliptización sobre todo afecta a zonas de Galicia, Asturias, Cantabria y Euskadi en materia de incendios. ¿Pero qué hay de otros territorios del Estado?
"Al irse toda la gente a la ciudad, se forma un gran continuo vegetativo que no había existido en los últimos siglos"
Es muy importante, por ejemplo, el abandono rural que ha habido. Antes había una serie de zonas de mosaicos, es decir, zonas agrarias en alta montaña, por ejemplo, que se pastoreaban o que se cultivaban. Al irse toda la gente a la ciudad, se forma un gran continuo que no habría existido en los últimos siglos. Ahora hay mucha masa forestal inestable, que si no arde hoy, arderá mañana.
Y en este caso, ¿cómo se puede planificar?
"Tenemos que saber qué queremos hacer con esa zona y ese paisaje"
Hay que ser ser consciente que se está acumulando esa biomasa y tenemos que saber qué queremos hacer con esa zona y ese paisaje. Por ejemplo, si tienes el parque de las Médulas, igual te interesa que haya un bosque controlado en determinado lugar para proteger este paisaje. En este caso, necesitamos que haya bosques, pero que estén controlados, y que estén donde nosotros queramos que estén.
Nosotros, los seres humanos.
En la península ibérica ha habido civilizaciones desde hace miles de años. No nos podemos encontrar ecosistemas vírgenes. Hasta hace poco en Estados Unidos se hablaba de cómo el hombre [occidental] solo había estado los últimos 200 años, pero las personas indígenas [que habitaban aquellas tierras desde hacía mucho más tiempo] habían tenido también mucha importancia en la modelación del paisaje. Entonces, si tú dices: "Me voy de los ecosistemas y los dejo que pase lo que pase", lo que sucede es esto. Llega un incendio forestal y en diez días arden 30.000 hectáreas sin ningún tipo de control, con un montón de muertos y gastos de extinción enormes.
Sin embargo, el fuego es una herramienta habitual de las prácticas rurales.
En lugares como Asturias, por ejemplo, los incendios son muy importantes porque al quemar sotobosque, las cenizas que se quedan enriquecen el suelo y vuelve a salir un pasto que es muy bueno para las vacas, las cabras y otros animales del ganado. Se quema con ese sentido. Hay sitios donde tú puedes decir: "Bueno, aquí sí que me interesa", e incluso hacer estas quemas controladas en zonas muy concretas. Y dices: "Aquí sí que lo permito y lo hago, pero porque quiero que exista este tipo de ecosistema". Pero hay otras zonas en las que lo que te interesa es crear un bosque maduro, que es lo que habría que hacer en gran parte de España, y tender hacia especies con menor riesgo de incendio, como robledales o encinares. O en zonas de Extremadura, por ejemplo, interesan más los paisajes mosaicos.
Como comentabas al principio, el tipo de planificación depende de la zona. En este sentido, ¿cuál es la gestión que han realizado hasta ahora los ingenieros de montes?
"No tengo nada en contra de los ingenieros de montes, pero sí de la gestión forestal que se ha hecho hasta ahora"
No tengo nada en contra de los ingenieros de montes, pero sí de la gestión que se ha hecho hasta ahora. Hay determinadas zonas de jarales [un tipo de arbusto incluido en las tareas de limpieza de los bosques] que no tienen un gran valor ecológico y sí que se podrían controlar o volver a pastorear. Antes lo hacían las personas de los pueblos, que cortaban las jaras para cama de ganado. Sin embargo, hay otros tipos de matorral que son muy importantes para el lince o para otras especies. No puedes coger una máquina, empezar por una esquina y acabar por la otra sin ningún tipo de control. Y es lo que ha pasado hasta ahora.
Limpiar los bosques sin control afecta al hábitat natural de las especies.
Claro, pero es que además los matorrales tienen mucha relevancia en cuanto a la erosión. En zonas, por ejemplo, de elevada pendiente, es muy importante que haya matorrales para mantener esa erosión. Hay zonas del sureste, como Murcia, donde hay poco suelo y los incendios pueden ser irreversibles. Si esa tierra se quema no van a volver a salir matorrales en 20 o 30 años, con suerte. Así que si los eliminas, haces que el suelo se vaya ala mierda. Lo que estás haciendo es aridificar todavía más el territorio.
¿Es necesaria una mayor soberanía de lo local para poder proteger sus espacios?
Es importante, por supuesto, la opinión de la población que vive allí, que son quienes van a tener que controlar sus bosques. Lo vemos en zonas de Ávila o de Soria, donde existen ayudas económicas para los vecinos por la gestión de los bosques que tienen allí, y son mucho más proclives a la conservación. Haces que la gente participe de la gestión forestal. Pero en estas zonas esta gestión se lleva a cabo por razones crematísticas, ya que sacan beneficio de la madera. El tema no es que se pueda sacar dinero, sino que en muchos casos van a ser muy importantes los ecosistemas que producen esos árboles.
Entonces, ¿qué se puede hacer?
El Estado tendría que decir cuáles son esas zonas, que llamaríamos algo así como infraestructuras críticas forestales. Estas infraestructuras benefician al conjunto de la población, desde los parques nacionales hasta las zonas agroganaderas. Es clave volver a relacionar la gente con su bosque y con su territorio.
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