viernes, 15 de abril de 2022

Congo. La mala conciencia internacional que hace sufrir al pueblo congoleño

 Libros-vivos  14/3/22

La comunidad internacional se comportó de manera vergonzosa durante el genocidio ruandés de 1994 -y estos días resulta más descarnado aún- Para calmar su mala conciencia ha permitido al régimen ruandés surgido después todo tipo de tropelías y crímenes, tanto en Ruanda como, sobre todo, en el Congo, donde su pueblo paga nuestra mala conciencia con guerras, saqueo y miseria. Aquí lo explicamos


La idea no es nuestra sino de los congoleños Stewart Muhindo Kalyamughuma y Bienvenu Matumo, en su artículo Rwanda déstabiliser le Congo pour mieux le piller, que sirve de base a éste. Para entender la relación entre esa mala conciencia y buena parte del sufrimiento del pueblo congoleño es necesario repasar, aunque sea muy por encima, varios hechos históricos relativamente recientes, unos más o menos conocidos, otros poco conocidos y otros prácticamente desconocidos. Este repaso, en sí mismo, nos sorprenderá.

El genocidio ruandés y quienes lo hicieron posible

Empecemos, por orden cronológico, con el hecho histórico más conocido: el genocidio ruandés de 1994 cuando, entre abril y julio de ese año, principalmente en las primeras semanas de ese período, ejército y policía ruandesa junto a extremistas de la etnia hutu, mayoritaria en el país, masacraron a cientos de miles de ruandeses de la etnia tutsi -minoritaria- y a hutus moderados. Nunca se conocerán las cifras exactas pero ese genocidio costó la vida a entre medio y un millón de personas. El genocidio sólo lo concluyó la victoria militar del Frente Patriótico Ruandés, de mayoría tutsi, en la guerra civil desatada con anterioridad al propio genocidio y que puso en el poder, desde entonces y hasta hoy, a Paul Kagame.

Es en las primeras semanas del genocidio cuando surgen motivos para crear después esa "mala conciencia" por la completa pasividad, y hasta consentimiento en algún caso, por parte de la comunidad internacional, incluída la ONU, durante esos terribles hechos. Ante las primeras matanzas de civiles, iniciadas la noche del 6 de abril de 1994, los cascos azules no pudieron hacer otra cosa que mirar y defenderse sin intervenir, pues ese era el mandato que tenían en esos momentos y que Naciones Unidas no cambió. El 12 de abril acababa el interés extranjero

en lo que estaba ocurriendo en Ruanda después de sacar del país a 655 personas de 22 nacionalidades. Y lo peor estaba por venir: la misión de la ONU para Ruanda, UNAMIR, no sólo no aumentaba y tomaba cartas en el asunto sino que el 21 de abril era reducida de 2.500 efectivos a 270, lo imprescindible para proteger al propio equipo de las Naciones Unidas. Los extremistas hutu tenían vía libre sin testigos ni oposición.

El Consejo de Seguridad tomaba esta decisión pese a que en su Resolución 912 de ese día reconocía las matanzas que estaban ocurriendo al sentirse "Horrorizado por la subsiguiente violencia en gran escala desencadenada en Rwanda, que ha causado la muerte de miles de civiles inocentes, entre ellos mujeres y niños". Pero este genocidio ni había surgido de pronto ni era una sorpresa para la ONU: el jefe de los cascos azules en Ruanda, el general canadiense Romeo Dallaire, había enviado el 11 de enero de ese año un fax a la sede en Nueva York informando de un plan del grupo paramilitar hutu Interahamwe para asesinar a 1.000 tutsi cada 20 minutos. Propuso, a su vez, una operación para incautar su armamento pero no fue autorizado a actuar.

Con todo ello, al Consejo de Seguridad de la ONU aún le costaba hablar de genocidio. Sólo algunos de sus miembros elegidos -Nueva Zelanda, España, República Checa y Argentina- lo defendían sin matices mientras que Estados Unidos y Gran Bretaña se opusieron a todo lo que no señalara lo que estaba ocurriendo en Ruanda como "actos genocidas de carácter aislado", lo que les ahorraba tener que intervenir. No fue hasta el 17 de mayo que Naciones Unidas reculó y decidió enviar tropas a Ruanda, pertenecientes a países africanos, aunque pasarían semanas hasta que esta decisión se hizo efectiva. Para entonces el 80% del genocidio estaba completado (...)

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