jueves, 28 de abril de 2022

CRÍMENES franquistas en Jimena de la Frontera (Cádiz). Parte 2, Las VÍCTIMAS

   


Viene de Parte 1: La REPRESIÓN

Varios de los hermanos de Francisca Oliver García, fueron asesinados, como Martín Oliver García fusilado, con 15 años en Granada-El Campillo) y siguen todavía desaparecidos Tomás, y Miguel Oliver García. La propia Francisca Oliver García, recovera de oficio, tenía 35 años y estaba embarazada de 8 meses cuando fue fusilada sin juicio alguno, el 13 de febrero de 1937, por falangistas del pueblo, junto a las otras 2 paisanas, Melchora Prieto Moncada y María “La Benita”. Su marido, Manuel Reyes Ruiz, trabajador del monte, afiliado a la CNT, fue fusilado 2 días después.

Dejaron siete hijos completamente huérfanos. Francisca y Manuel habían retornado a Jimena tras haber huido en septiembre de 1936, porque consideraron que no habían hecho nada malo, como tantos otros jimenatos. Para poner solo 2 ejemplos, José Gómez Noza que tenía 28 años, su padre y su hermano, o el zapatero sampableño, José Saraiva Saraiva, que igualmente fueron fusilados esos días al volver de Málaga.

Melchora Prieto Moncada, vecina de Jimena, era oriunda de Gaucín, de padres hortelanos y carboneros. En 1926, quedó viuda con 3 hijos, Cristóbal, Diego y Juan. Trabajó de empleada de hogar en la casa de una familia latifundista de gran patrimonio. Era una mujer muy culta, librepensadora, activista y fervientemente Republicana. En 1929, Melchora tuvo una 4ª descendiente, Carmen, cuyo padre era el hijo del cacique donde trabajaba. La condena frontal de los pudientes padres del varón, unido al Republicanismo militante de Melchora sirvieron como justificación de su ejecución. El padre del novio temía que Melchora pudiera reivindicar para su hija Carmen una parte del abundante patrimonio que poseía en concepto de herencia.

Melchora también había huido de Jimena, con su hijos, Carmen de 8 años y Juan de 12, cuando la ocupación militar de la localidad por los sublevados y cometió el error de volver al pueblo engañada por la propaganda franquista de que no les pasaría nada a los que regresaran y no estuvieran sus manos manchadas de sangre. Fue inmediatamente encarcelada con su hija pequeña Carmen de 8 años (enferma de sarampión y con 40 grados de fiebre) en un hacinado calabozo la noche anterior a su ejecución, llorando sin parar porque el carcelero le había filtrado que iba a ser fusilada el día siguiente.

La tercera asesinada, María “La Benita”, era una joven muy sensual y de “vida alegre” sin que se tratara para nada de una prostituta, con posible relación informal con un adinerado padre de familia del pueblo que aprovechando la convulsión del momento le interesaba quitarla de en medio (...)

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