17/2/2025 MARTA MENÁN
Elena Casado es anestesióloga y divulgadora. Desde su perfil (@medicilio), con más de 350.000 seguidores, defiende a ultranza la sanidad pública y el feminismo. Esas ideas están presentes en su libro 'Kit de emergencia emocional', en el que ofrece apoyo y empatía. Porque, asegura, "lo único que siempre he querido es ayudar".
Siempre le interesó la salud mental, sin embargo, cuando tuvo que escoger especialidad priorizó anestesia a psiquiatría. ¿Por qué?
La salud mental me interesa muchísimo, pero no como se plantea la psiquiatría en la medicina pública en España, pese a sus maravillosos profesionales. Si los medios de los que disponemos todos son insuficientes y estamos muy limitados, el tema de la salud mental es sangrante, y lo vi claramente cuando empecé a hacer rotaciones como estudiante. Supe que no iba a estar cómoda ejerciendo con esas restricciones, así que por eso opté por otra especialidad.
¿Qué diagnóstico haría de la Sanidad pública?
Creo que están intentando cargársela. Desde los años 90 hay un plan para desmontarla poco a poco, porque quieren pasar a un sistema mixto como el que puede haber en Alemania o en otros países europeos. Están siguiendo una hoja de ruta muy clara: deteriorándola, minando sus recursos, argumentando que no es capaz de sostenerse en el tiempo, haciéndole creer a la gente que no funciona para que se hagan un seguro privado...
La muerte de su abuelo la marcó, al tener la convicción de que no se había luchado lo suficiente por su vida. Ahora que es médico, ¿sigue creyendo que hay pacientes por los que no se lucha lo suficiente?
Desgraciadamente, como los recursos son limitados, creo que hay veces en los que se prioriza a unos pacientes sobre otros. Esto fue algo que vivimos mucho en la pandemia.También la impactó el primer paciente que falleció durante una de sus guardias, en el que todavía sigue pensando. La define como "una tragedia evitable".
Era un joven de 19 años con hipertermia maligna, que se le desencadenaba por consumo de cocaína. Había tenido dos crisis previas que había superado, pero en esa ocasión –era un uno de enero– no lo logró. Creo que el caso no se enfocó como debería haberse hecho. Quizás no solo haya que decirle, al descubrir el problema tras la primera crisis, "oye, no puedes consumir esto", sino ver qué lo está llevando a consumir, qué entorno social tiene, darle el acompañamiento que necesita en la deshabituación de tóxicos... Aparte de eso, falta responsabilidad individual, la población tiene que concienciarse de que cada uno debe hacerse responsable de su salud y no delegar todo, no vale pensar "ya me atenderán".
En su libro denuncia la falta de empatía de muchos profesionales, ejemplificándolo en su sufrimiento durante las revisiones ginecológicas. Asegura que hoy no permitiría el trato que muchas veces recibió, ¿ese mensaje va destinado a los pacientes?
Creo que tenemos que ser muy consecuentes a la hora de atender a nuestros pacientes y que deberíamos tratarlos sin olvidar que son personas, con su individualidad y sus circunstancias; y que lo que para uno puede ser totalmente inocuo, para otro puede resultar traumático. Y los pacientes también tienen que tener claro que pueden expresarle al médico sus necesidades e incomodidades, y nosotros tenerlo en cuenta. La medicina está evolucionando, es mucho menos paternalista de lo que fue, y no puede olvidar que el paciente es una pieza clave que debe ser partícipe en cómo se abordan sus patologías, no una parte pasiva que recibe información y la acata.
El paternalismo está en retroceso, no así el sesgo de género. En su libro dice que sigue existiendo y que se cobra vidas.
Totalmente, no tengo dudas. Está presente en el abordaje de la enfermedad cardíaca, pero también en áreas que son menos visibles a priori, como el abordaje del dolor crónico o de las patologías degenerativas, en las que muchas pacientes reciben un diagnóstico de "ansiedad" en vez de ser sometidas a pruebas para ver de dónde vienen esos síntomas. Yo creo que la pregunta que hay que plantearse es ¿te mata solo lo que te hace morir en el momento o te está matando lo que te está restando calidad de vida día a día?
¿Por qué el dolor crónico está infratratado?
Hay profesionales magníficos para tratarlo, alternativas terapéuticas e investigación pero, una vez más, lo que no hay son recursos. La Sanidad pública prioriza otras cosas; por ejemplo, por cada diez puestos de anestesiología, uno se ocupará del tratamiento del dolor crónico y nueve de anestesia en quirófano, porque prefieren priorizar el descenso de las listas de espera quirúrgicas. Es algo que da más votos y queda mejor en los medios de comunicación. El dolor crónico es una enfermedad invisible a la que no se le da la importancia debida porque la gente que la padece muere en silencio.
Eso se puede enlazar con una reflexión que deja: "Es importante cuidar el cuerpo de las personas, pero también sus almas. Sin eso no somos médicos de verdad".
Los médicos no solo somos fontaneros ni mecánicos, no estamos arreglando un grifo ni cambiando unos frenos. Estamos tratando con personas, y la salud no engloba solo el recipiente, el cuerpo; sino cómo esa persona está viviendo su enfermedad, cómo le afecta en el día a día. A veces el acompañamiento emocional, tener tiempo para explicarle cómo va a ser el procedimiento, para dejarlo llorar en la consulta o para demostrarle que no está solo en su enfermedad, le ayuda muchísimo más que ponerle un calmante intravenoso.
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