El suelo artificial en la comarca de L’Horta Sud se ha multiplicado por diez, entre la riada de 1957 y la DANA de 2024. Este urbanismo desaforado, junto a la destrucción de la huerta, ha agravado las consecuencias materiales y en vidas humanas de catástrofes naturales como la riada de 2024.
Foto de archivo de Sedaví una semana después de la DANA.
El 15 de noviembre de 2024, en la primera comparecencia en Les Corts de Carlos Mazón después de la tragedia de la DANA, lejos de asumir responsabilidades por una gestión negligente del temporal, el president de la Generalitat señaló a la ley de protección de la huerta del anterior gobierno progresista como uno de los factores causantes de la catástrofe, ya que, según su razonamiento, habría impedido realizar las obras correspondientes de canalización de los barrancos.
Sin embargo, Joan Membrado, profesor del departamento de Geografía de la Universitat de València, es tajante, al respecto de las palabras de Mazón, y cambia su habitual contención discursiva para emitir un juicio contundente: “es una completa barbaridad”. Para Membrado, la protección de la huerta no solo no agravó la catástrofe, sino que la palió. Y la podría haber paliado aún más.
Mucho más asfalto y mucha menos huerta
Membrado ha estudiado los usos del suelo en la comarca de L’Horta Sud. Según sus cálculos, que ha trabajado para un artículo que actualmente está en proceso de publicación, en 1956, justo el año anterior de la riada de 1957, la más devastadora que había sufrido la zona hasta la DANA de 2024, el 84,42% del suelo de la comarca era de uso agrícola, el 7,69% era del curso del agua, mientras que el 4,80% era forestal. El suelo artificial (urbano, industrial, etc.) solo representaba el 3,09%.
Sin embargo, en 2024, la comarca que vio llegar la trágica barrancada había cambiado por completo. Ahora el uso agrícola había bajado hasta el 59,91%; el curso del agua se había mantenido estable en un 8,11%, así como el suelo forestal en un 6%. El espacio que había perdido la huerta lo había ganado el suelo artificial, que actualmente ocupa el 25,99% del suelo de la comarca.
Esto tiene una afectación directa sobre una catástrofe como la de la DANA, ya que el suelo artificial, tal y como explica Membrado, es un suelo sellado o impermeabilizado; es decir, que, al contrario que el suelo agrícola o de huerta, canaliza el agua, sin absorberla. En este sentido, además, hay que añadir que no es lo mismo una huerta en activo y a pleno rendimiento, como la que había en la primera mitad del siglo XX, con la huerta en retroceso actual.
Membrado explica que, si se mira un mapa de la inundación, se puede observar que, por ejemplo, cuanto más se acerca uno a L’Albufera, más baja el nivel de la inundación, puesto que el suelo absorbe el agua. Así, el desarrollo urbanístico del último medio siglo, con el sello o la impermeabilización de los suelos correspondiente, “ha agravado las consecuencias, tanto materiales como de vidas humanas, de la barrancada”.
El Plan Sur: pistoletazo de salida al desarrollismo
Esta depredación de la huerta en la comarca para el desarrollo urbanístico no se puede desligar del conocido como Plan Sur, es decir, el desvío del antiguo cauce del río Túria por fuera de la ciudad de València después de la riada de 1957. Como su nombre indica, el nuevo cauce, una obra faraónica, se hizo pasar por la zona sur, y se llevó por delante terrenos de huerta que aún en aquella época eran fértiles y productivos.
Esta infraestructura, además, supuso, por un lado, el pistoletazo de salida para el urbanismo desaforado en la comarca. Si previamente hemos visto la evolución del suelo residencial, industrial, viario, etc., en la comarca entre 1956 y 2024, si ahora hacemos la comparación entre 1956 y 1984, vemos que en ese primer periodo de menos de tres décadas la construcción ya ha hecho que el suelo artificial pase del 3,09% al 13,30%, de 1.213 ha a 5.215 hectáreas; es decir, se ha multiplicado casi por cinco.
Así mismo, entre 1984 y 2024, el suelo artificial se duplicó. Por lo que, si se acumula el crecimiento en hectáreas entre 1956 hasta la actualidad, vemos que se ha multiplicado por diez: de 1.213 a 10.201.
Por otro lado, el Plan Sur también tuvo el efecto de elevar una barrera casi infranqueable entre la comarca. De hecho, en la DANA de 2024, el nuevo cauce del Túria no se desbordó, pero sí que actuó como canalizador hasta los pueblos situados en su margen derecha —La Torre, Catarroja, Benetússer, Alfafar, Sedaví, etc.— de la inundación que llegaba desde el barranco de Torrent en su camino hacia l’Albufera, lo que agravó claramente los efectos de la barrancada. De hecho, el Plan Sur está diseñado para que, en caso de desbordarse, vierta las aguas hacia el sur, para proteger la ciudad de València, que queda al norte.
Así, tal como explica Membrado, el Plan Sur “eliminó unas 400 hectáreas de huerta productiva entre La Torre y Faitanar, y, además, cuando el territorio se parte tan bruscamente, se desconecta y deja de funcionar adecuadamente”. A ello hay que añadirle todas las infraestructuras de servicios de la ciudad que se han situado en el área sur: la V30, el polígono de la Pista de Silla, Mercavalència, la depuradora de Pinedo… de manera que “se ha condenado el desarrollo de la huerta en esta zona”.
Frenar y repensar el urbanismo en zonas inundables
Por otra parte, Joan Membrado considera que “la DANA es un antes y un después en materia urbanística que nos tendría que interpelar para revisar todos los proyectos y rehacerlos o anularlos, si así correspondiera”. ¿Se podrían poner en marcha proyectos de renaturalización de espacios? “Con voluntad política, sin duda”, según juzga Membrado; ahora bien, “habría que poner freno primero a la especulación urbanística”.
Como ejemplo de que es posible cambiar la perspectiva, Membrado pone el barrio de La Cantereria, en Ontinyent (Vall d’Albaida). Se trata de un barrio construido muy cerca del río Clariano y que sufría inundaciones periódicas. Las dos últimas, en 2009 y 2019. Finalmente, se decidió rehacer las casas del barrio en una zona más alta y convertir la antigua ubicación en un parque fluvial para paliar las inundaciones.
La construcción en una zona urbana inundable es, después de la DANA, una asignatura pendiente que no parece que se haya asumido como corresponde. En este sentido, además de proyectos urbanísticos que siguen en pie, a pesar de situarse en terrenos golpeados por la inundación, como el PAI de La Font Baixa, en Alfafar, o el polígono de El Pont dels Cavalls, en Aldaia, Amnistía Internacional ha denunciado que, en el País Valencià, unas 600.000 personas viven en zonas inundables en las cuales está permitida la construcción, a pesar de los efectos del cambio climático y del ejemplo de los últimos temporales.
Para Ignasi Gay, presidente de AI en el País Valencià, la DANA, así pues, no ha supuesto un cambio de mentalidad para el gobierno de la Generalitat, que ha aprobado un programa de “urbanismo exprés”, que “flexibiliza normas para edificar en zonas afectadas por temporales”, lo que supone “un peligro para las personas”.
Gay, como Membrado, reclama que se paralicen las nuevas construcciones hasta que se actualice el Plan de Acción Territorial sobre Prevención de Riesgo de Inundación (PATRICOVA), puesto que es necesario "renovar el plan y que los municipios puedan elaborar estudios de riesgo de inundación en su territorio".


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