lunes, 6 de noviembre de 2017

Por qué la cultura es la nueva prostitución, según Alain Brossat

Esto es válido también para el público más presuntamente crítico y contestatario, que busca el 'elogio de la revuelta' y cosas por el estilo. Por eso no me acaba de entusiasmar el cine de Ken Loach y mucho menos los cineastas "de tesis" tipo Haneke o los hermanos Dardenne. No hacen más que cerrar el círculo de la certezas compartidas, la convicción de que el sistema liberal es una pluriporquería —como decía Fidel Castro— o el tópico de que el corazón humano es un pozo de tinieblas".
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Los "creadores", volcados en el trabajo de seducir, han dejado de lado antiguos objetivos  como remover, incomodar, activar, insultar o sembrar dudas.   03.09.2017https://www.elconfidencial.com/cultura/2017-09-03/alain-brossat-hartazgo-cultural_1433867/

España no es un país brillante en cuanto a pensamiento. No solo por la falta de intelectuales y colectivos de peso internacional, sino por la lentitud con la que nos llegan las ideas de fuera. Es el caso de 'El gran hartazgo cultural' (Dado ediciones), de Alain Brossat, que se publica con nueve años de retraso. Lo bueno es que así queda claro que sus observaciones aciertan de pleno. Se trata de un libro espléndido, complementado por una sustanciosa entrevista a cargo del editor David J. Domínguez. ¿La tesis principal del libro? Que nuestra esfera cultural está cada vez más cerca de las lógicas de la prostitución.
Portada de 'El gran hartazgo cultural'
Portada de 'El gran hartazgo cultural'


Todo funciona "como las jovencitas de vestidos cortos que, por todas partes en Extremo Oriente, se fotografían y se filman en poses provocativas, en tanto que reclamo publicitario de productos de todo tipo, sean berlinas de lujo o una nueva variedad de cítricos. Son una suerte de prostitutas con las que no te acuestas". Algo parecido pasa con los "creadores", volcados en el trabajo de seducir, a costa de antiguos objetivos como remover, incomodar, activar, insultar o sembrar dudas. En el siglo XXI el único criterio válido para considerar a alguien como "artista" es "la capacidad de encontrar a su propio público". Básicamente, como las señoritas de compañía. El filósofo francés comparte su tristeza por el hecho de que el arte haya hecho las paces (por dinero) con sus enemigos tradicionales, entre ellos "la moda, la propaganda, la industria del lujo y la del automóvil".

Agradar sí, inquietar no

Apasionado del análisis, Brossat contesta nuestras seis preguntas con siete extensos folios escritos en francés académico-pero-inteligible. Extraemos los pasajes más rotundos. "El arte, la cultura y el mercado han sellado un pacto. Esto resulta evidente cuando se estudia el funcionamiento de la factoría Disney, de los culebrones brasileños y de las series surcoreanas. Los estudios de mercado contaminan por entero la creación artística y las prácticas culturales contemporáneas", explica.
Los estudios de mercado contaminan por entero la creación artística y las prácticas culturales contemporáneas
Los hombres del maletín y las calculadoras se han hecho con todo el poder en los estudios audiovisuales, editoriales, museos, universidades y otras instituciones culturales. ¿Qué perdemos con esta mutación? "Ya apenas quedan artistas en el sentido tradicional. Vivimos el timo de los pícaros y los oportunistas que saben navegar el espíritu de la época. Buscan generar zonas de consenso con los ejecutivos de la estética. Su talento no consiste en asombrar e inquietar, sino en agradar y divertir", denuncia.

Idiotas cultivados

También dispara contra los expertos en "automercantlización", que suministran polémicas precongeladas para platós de televisión. "Me refiero, por ejemplo, a los neocelinianos a lo Michel Houellebecq". Estemos o no de acuerdo con sus ejemplos, Brossat describe dinámicas fundamentales de la cultura occidental. Además no es tan ingenuo como para pensar que ha descubierto algo nuevo. "A mediados del siglo XIX, un crítico francés conocido, Désiré Nisard, se asombraba de la aparición de lo que él describía como 'literatura industrial'. Hoy sería preferible llamarla 'literatura de mercado', aquella cuyas cotizaciones fluctúan en la Bolsa invisible de los especuladores de la edición, los medios de comunicación y las camarillas financieras a secas", lamenta.
Lo que escasea en nuestra sociedad no son los idiotas cultivadosBrossat no es un nostálgico de la alta cultura, ni traga con los sacerdotes de las letras. "Lo que escasea en nuestra sociedad no son los idiotas cultivados. Para verificarlo basta con hojear las páginas dedicadas a la cultura en revistas y diarios". En la prensa tampoco nos libramos que contribuir al hartazgo.
El filósofo Alain Brossat
El filósofo Alain Brossat
"Lo que diferencia nuestra época es que hemos cambiado la radicalidad política por la radicalidad del arte. Quien apostaba por la política y perdía pagaba un altísimo precio. Ahora, cuando apuestas por el arte, puedes perder y hacer grandes beneficios", denuncia. Resumiendo: hemos llegado a un callejón sin salida. La única tarea posible del creador actual es reconocer su esterilidad de su trabajo. "Lo que necesitamos no es un arte progresista pavimentado con las mejores intenciones políticas y morales del mundo. Al contrario, precisamos un arte de ruptura que proclame el vacío de la situación presente", propone.

Mascotas del capitalismo

Brossat piensa que el arte contemporáneo se ha convertido en mascota de los grandes capitales. "Las obras que circulan por festivales y exposiciones de todo el planeta, vendiéndose e intercambiándose de manera ilimitada, se sitúan en la vanguardia de los procesos contemporáneos de globalización. Son el rostro más cosmopolita y apátrida del capital", señala. Esto ocurre a todos los niveles, por ejemplo en el cine. "La mayoría de espectadores ya no acuden a las salas a sorprenderse, inquietarse o desorientarse, sino para bañarse otra vez en el mismo río. De ahí el éxito de remakes, secuelas y sagas.
La mayoría de espectadores ya no acuden a las salas a sorprenderse, inquietarse o desorientarse, sino para bañarse otra vez en el mismo río
Esto es válido también para el público más presuntamente crítico y contestatario, que busca el 'elogio de la revuelta' y cosas por el estilo. Por eso no me acaba de entusiasmar el cine de Ken Loach y mucho menos los cineastas "de tesis" tipo Haneke o los hermanos Dardenne. No hacen más que cerrar el círculo de la certezas compartidas, la convicción de que el sistema liberal es una pluriporquería —como decía Fidel Castro— o el tópico de que el corazón humano es un pozo de tinieblas".

15M de opereta

El filósofo francés ha terminado huyendo del cine occidental para refugiarse en directores menos industriales como el argelino Tariq Teguia, el haitiano Raoul Peck o el palestino Rael Andoni. "Lo que mata al llamado 'cine de autor' es la relación tautológica que se establece entre el público y un Woody Allen que no deja de hacer de Woody Allen o un Almodóvar que no deja de hacer de Almodóvar", afirma. El problema es que "no son capaces de transformar los términos de la conversación, como diría el crítico anticolonial Walter Mignolo".
Cualquier tipo de disidencia se repite como una broma tan fútil como siniestraMás allá de la industria cultural, estas dinámicas han llegado a contagiar incluso a la militancia antisistema. "Cualquier tipo de disidencia se repite como una broma tan fútil como siniestra. Pienso por ejemplo en la Nuit Debouit, equivalente francés a vuestro 15M . La toma de la Plaza de la República fue una especie de performance, propia de una opereta, destinada a poner en órbita a algunos plebeyos , así como a desempeñar un papel secundario en el ascenso de Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon". Brossat, como anuncia el título de su libro, está muy harto. Quizá demasiado. Lo malo es que cuesta mucho, mucho, rebatir sus argumentos.
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OTRA COSA: La posidonia, el pulmón del Mediterráneo, se muere por el turismo y la contaminación

 

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