La historiadora y docente de la Universidad de Zaragoza conversa con 'Público' con motivo del Día de Recuerdo y Homenaje a todas las Víctimas del Golpe militar, la Guerra y la Dictadura.
Carmina Gustrán Loscos, comisionada para la conmemoración de los 50 años de 'España en Libertad'.
Carmina Gustrán Loscos es historiadora -especializada en la historia contemporánea de España-, docente de la Universidad de Zaragoza y, desde principios de año, comisionada para la celebración de los 50 años de España en Libertad. Un proyecto del Ministerio de Política Territorial y de Memoria Democrática sobre "el largo y difícil camino para recuperar la libertad y la democracia en nuestro país". A través de homenajes, mesas redondas, talleres, exposiciones, ciclos de cine... Repartidos en más de 400 actos por toda España. Porque, como dice la historiadora, "sin memoria no hay democracia".
De nuestra relación con el pasado, de cómo acercar la historia a los jóvenes, de los avances y de las asignaturas pendientes en materia de memoria. De todo esto hablamos con ella en esta entrevista para Público con motivo del Día de Recuerdo y Homenaje a todas las Víctimas del Golpe militar, la Guerra y la Dictadura.
P. ¿Qué objetivos perseguía la creación de este comisionado? ¿Cuál está siendo la acogida del proyecto?
R. Principalmente tenemos tres objetivos. El primero sería dar a conocer el pasado reciente de nuestro país, sobre todo la parte de la dictadura franquista y la transición a la democracia. Nos interesa mucho también celebrar lo que se ha conseguido en las últimas décadas en comparación con ese pasado reciente y dar visibilidad a toda esa gente anónima que ayudó a esa consecución de las libertades y de los valores democráticos. Gente que en los años 70 del tardofranquismo estaba luchando desde los barrios, desde las universidades, desde las minas, desde las fábricas... La idea es darles visibilidad. Porque son gente que ha quedado demasiado fuera de los libros de historia.
Un tercer objetivo sería generar espacios de encuentro, de discusión, para ver qué hacemos con ese pasado. Despertar ese espíritu crítico y formativo, pero, sobre todo, lugares para encontrarnos y hablar de qué democracia queremos construir. Porque la democracia no es algo que esté cerrado o estanco, sino que se construye todos los días.
En cuanto a cuál es el balance de estos últimos meses, creo que hemos hecho muchas cosas. Se han celebrado congresos en muchísimas universidades de todo el territorio, incluso en el extranjero. Hemos organizado varios actos para homenajear a distintos colectivos. Desde los movimientos de mujeres en Granada, a los movimientos obreros en Madrid o los movimientos vecinales en Bilbao. Nos interesa mucho sobre todo esa parte de mesas redondas y talleres en colegios. Y el trabajo con redes que ya existen para seguir abriendo espacios de diálogo.
P. Como comisionada de este proyecto, pero también como historiadora, ¿por qué es importante, sobre todo en esta fecha, hacer este ejercicio de memoria y de su transmisión?
R. Creo que es muy importante el recordar y rendir homenaje a todos esos movimientos, a toda esa sociedad civil que empujó y posibilitó una democracia mejor de la que en un principio se había planificado desde el régimen. Y el hecho de transmitir esos valores, ese compromiso.
Es la sociedad civil la que empuja a las instituciones y a los políticos a tomar cartas en el asunto
Queremos no solamente rendirles homenajes, sino tenerlos como ejemplo. Que nos inspiren. En este sentido, estamos haciendo muchos diálogos intergeneracionales. Para que pueda venir una persona como Nati Camacho a hablar del movimiento obrero, de la lucha sindical y de perspectiva de género, y que se lo cuente a una persona que igual es creadora de contenido digital, de veinti pocos años, como Carla Galeote o Isabel Serrano. Que se encuentren y se enriquezcan mutuamente. Nos parece un formato muy interesante y que con la gente joven y con los institutos funciona muy bien.
Vivimos en un momento en el que los valores democráticos están siendo cuestionados desde demasiados sectores y ese ejercicio de pensar qué democracia queremos, hacia dónde vamos como sociedad, es más necesario que nunca.
P. ¿Cómo se había transmitido hasta ahora esa memoria democrática a las nuevas generaciones, entre las que se está extendiendo una cierta banalización de lo que fue la dictadura?
R. Es una pregunta compleja. Analizar las políticas de memoria que se han hecho desde el final de la dictadura nos podría llevar horas. El titular breve sería que durante muchos años se hizo muy poco y que llegamos tarde. Pero desde 2007, tuvimos la Ley de Memoria Histórica. Y en 2022, la Ley de Memoria Democrática. Es decir, sí que ha habido un esfuerzo desde las instituciones. Podrá gustar más, podrá gustar menos. Y eso es también lo bonito de la democracia, que podamos tener opiniones contrarias a lo que nos llega desde las instituciones.
Hay un punto de inflexión en el año 2000 con la primera exhumación científica, que cumple ahora justo 25 años. Y con el surgimiento de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Ahí vemos cómo es la sociedad civil la que empuja a las instituciones y a los políticos a que tomen cartas en el asunto.
Hubo ya exhumaciones en los años 70, casi un poco a nivel individual o a nivel municipio, que se ven frenadas en el 81, con el golpe de Estado. Y es cierto que entre los 70 y los 2000 hay un vacío enorme. En los 80 y los 90 hay muchas películas que igual se ambientan en la dictadura, pero que no te cuentan nada. Lo que te están vendiendo es lo modernos que somos, lo europeos que somos y que esto del pasado es ya un poco aburrido y antiguo. En el año 2000, es la generación de los nietos la que produce un cambio. Y vemos muchos más documentales, series, novelas. Hay una explosión que viene a hablar de la guerra, de la dictadura, desde otras posiciones. Y obviamente las instituciones tienen que tomar también cartas en el asunto.
Cómo llegar a los jóvenes es un poco la gran cuestión. Las redes sociales son el gran campo de batalla. Por eso estamos trabajando con creadores digitales e incluso afinando iniciativas como la creación de un videojuego. Muchas veces, desde la academia no hemos sabido llegar a la gente. Nos hemos quedado en los despachos y es necesario salir a la calle y buscar esas alianzas. Para conseguir traducir las investigaciones extraordinarias que se llevan haciendo desde hace décadas en los departamentos de historia, de sociología o de filología a formatos atractivos para la población no especializada.
P. ¿Cómo se ha organizado el calendario de actos para integrar las diferentes memorias autonómicas y locales? ¿Qué papel están jugando en los actos las asociaciones memorialistas que, en un país que siempre ha tenido una relación complicada con la memoria, han sido las que han ondeado la bandera de la memoria durante décadas?
R. El programa está en crecimiento. Vamos a acabar el año con 400 actividades tranquilamente. La idea es ir absorbiendo diferentes propuestas y tejiendo alianzas con gente que ya está haciendo cosas. Respecto a las asociaciones, desde luego estamos en contacto con muchas de ellas y trabajamos a partir del trabajo que llevan haciendo desde hace años.
P. Falta ya menos de un mes para la fecha en torno a la que se articula este proyecto: ese 20 de noviembre en el que falleció Franco. ¿Qué actos hay preparados para este día y desde qué enfoque afrontáis una fecha especialmente sensible? Una fecha que es difícil interpretar como una suerte de hito democrático.
R. El 20N es una fecha importante, pero esta conmemoración se ha centrado siempre en qué pasa después. En qué posibilita el 20N. No queremos hablar de la muerte de nadie, queremos hablar de lo que esa muerte abre. De cómo en los primeros tres meses del año 76 hay 17.000 huelgas por todo el país, en un momento en el que la huelga estaba prohibida. Nos interesa centrarnos en ese camino hacia la democracia. Que fue complejo, que fue violento y que no fue modélico. Y en quién estaba trabajando para conseguirlo. Ha habido ya muchísimos homenajes y estudios sobre las grandes figuras, ahora nos interesa centrarnos en la gente anónima.
Este mes vamos a tener muchas actividades en torno a qué papel juega la memoria en el presente y cómo nos ayuda a construir la democracia. Estamos además trabajando para hacer llegar actividades del programa a todas las provincias. Estamos muy contentos porque creemos que va a ser algo a ras de tierra, más democrático incluso. No queremos un gran acto para hablar de la muerte de nadie, queremos pequeños actos que nos recuerden por qué es necesario recordar todo esto y cómo construimos nuestra democracia.
P. Algunos sectores políticos han criticado que un proyecto de esta envergadura lo que hace es reabrir heridas del pasado y generar confrontación. ¿Cómo respondería a estas críticas?
R. Siguiendo con el símil médico de abrir las heridas, no se puede cerrar una herida si no la has curado antes. Para muchísima gente, pero también para la historia de nuestro país y para los jóvenes que no tienen ni idea de lo que fue la dictadura, necesitamos conocer lo que ha pasado lo mejor posible, de la forma más rigurosa. Y para eso son imprescindibles esas alianzas con universidades y formaciones de cátedras en memoria democrática. Para dar a conocer y, en la medida de lo posible, reparar ese sufrimiento. También tenemos que equiparar nuestra memoria con la de otros países europeos. Para ver cómo tratamos con un pasado incómodo como es una dictadura como la franquista y qué significa eso.
Más que una asignatura pendiente, la memoria es un 'work-in-progress'
P. Hay voces que señalan que, más allá de pequeños actos concretos, haría falta un trabajo de enseñanza más profundo e integrado dentro del currículo de las propias escuelas.
R. Hay varios niveles. Uno sería esta formación de cátedras universitarias de memoria democrática que se está impulsando desde la Secretaría de Estado de Memoria y de la que también participamos. Hay luego un nivel de formación del propio profesorado, en el que estamos trabajando desde Memoria y Educación de manera conjunta. Este nivel va a posibilitar que cualquier profesor que quiera formarse en temas de memoria, tenga esa posibilidad. Algo que es obligatorio con la LOMLOE y con la Ley de Memoria del 2022. Sobre todo viendo casos como lo que ha pasado aquí en la Comunidad de Madrid o en Valencia, que se han llegado a retirar cursos que trataban estos temas. Por último, hay un tercer nivel que es el de los propios estudiantes. Y en ese nivel estamos trabajando con el Instituto Navarro de Memoria, que es una referencia en cómo tratar memoria y educación.
Estamos trabajando con escuelas y facultades de educación, intentando apoyar iniciativas que ya existen y mejorar la oferta de talleres o de experiencias relacionadas con el acercamiento a la memoria democrática. Desde una exposición que estamos organizando para el año que viene sobre cómo era ser joven en los años 70, que permitiría establecer un diálogo intergeneracional entre los jóvenes de hoy y los de aquella época, hasta ciclos de cine o iniciativas más digitales. Es cierto que trabajar de manera sistemática con los colegios es complicado porque las competencias están en las Comunidades Autónomas y ahora mismo muchas que no quieren saber nada de estos temas.
P. Faltan muchas cosas por hacer. En el último año ha habido ciertos avances, mayoritariamente simbólicos. Como la declaración de lugares de memoria de la antigua DGS o la cárcel de Carabanchel; el reconocimiento de algunas víctimas de la dictadura o el anuncio de ese catálogo de símbolos franquistas. Compromisos que ya estaban recogidos en la Ley de Memoria, pero que ha costado llevar a la práctica. ¿Sigue siendo la memoria una asignatura pendiente de nuestro país? ¿Cuáles son las líneas de trabajo que habría que acelerar?
R. Yo diría que más que una asignatura pendiente es un work-in-progress. Cuando uno llega de la universidad a un ministerio, descubre los tiempos administrativos en su esplendor. Lo que cuesta poner en marcha algunas de estas cosas.
Sobre las prioridades, yo diría educación. Facilitar herramientas a esos profesores que ya están haciendo un trabajo excelente en acercar a sus alumnos a la memoria. Sobre todo vinculado con el presente, porque uno de los lemas de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática es: Memoria es democracia. Si no sabes de dónde vienes, es muy difícil que comprendas en qué sociedad vives y que puedas pensar en cómo mejorarla. Y luego sería importante dotar de recursos y articular a nivel territorial todos estos esfuerzos para visibilizarlos.
P. El lema de los actos es España en Libertad. Un lema que ha generado cierta disputa. Se ha tachado de demasiado triunfalista e incluso simplista, porque, a priori, no parece un lema especialmente crítico con muchos de los procesos que se encuadran dentro de esos 50 años. ¿Por qué se escogió?
R. Somos plenamente conscientes de que el 20 de noviembre de 1975 no llega la libertad ni llega la democracia a España. Y que se necesitan muchos años para que eso cristalice en la sociedad que tenemos hoy en día. Pero, por una parte, a nivel historiográfico, cuando hablamos de transición, se lleva a 1975. Es un consenso en el mundo académico. Nos parecía también que si retrasábamos la efeméride a las primeras elecciones democráticas o a la Constitución del 78, estábamos invisibilizando todo ese esfuerzo colectivo por ampliar la transición. Por último, creíamos que merecía la pena disputar el término libertad desde el gobierno de España, en un momento en el que parece que la libertad es ir a tomar cañas en una terraza. La libertad merece algo mejor que esa analogía.
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