Alberto Mesas 5/03/2025
Las narrativas y los discursos nacionalistas de división y odio que llevaron a la disolución de Yugoslavia vuelven a tener éxito entre la juventud gracias a la instrumentalización política, las redes sociales y un escenario económico incierto en la región
La bandera serbia ondea en las protestas por el derrumbe en una estación de tren que mató a 15 personas. / Nikola Dyordyevich (nikola.dyordyevich.com)
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El nacionalismo está resurgiendo con una fuerza inusitada entre la juventud de los Balcanes. Paradójicamente, este auge se da entre jóvenes que no vivieron las guerras de los años noventa, pero que han heredado sus narrativas a través del sistema educativo, el discurso político y, sobre todo, las redes sociales.
Según el último Youth Study Southeast Europe, elaborado por la fundación alemana Friedrich-Ebert-Stiftung, un 67% de los jóvenes en Bosnia y Herzegovina considera que su identidad nacional está amenazada por influencias externas, uno de los argumentos estrella de la desinformación que circula por el país. En Serbia, un 62% cree que Kosovo sigue siendo una parte inseparable del territorio, y en Croacia, el 58% de los encuestados muestra orgullo por símbolos nacionalistas del pasado como la simbología ustacha, lo que apunta a una idealización de narrativas históricas excluyentes y chovinistas.
Esta generación “posyugoslava” está reinterpretando los mitos de la lucha revolucionaria al tiempo que recurren a viejas retóricas identitarias. Este fenómeno afecta a varios países. En Kosovo, por ejemplo, el movimiento de izquierda soberanista Vetëvendosje! (Autodeterminación) ha ganado un enorme apoyo entre el electorado más joven. Este partido político articula el nacionalismo albanés con una crítica radical al intervencionismo occidental, atrayendo a jóvenes no solo en Kosovo, sino también en Albania y en las comunidades albanesas de Macedonia del Norte.
En los Balcanes, considerados como la próxima frontera de expansión de la Unión Europea, este fenómeno adquiere una relevancia especial, ya que el auge de discursos identitarios coincide con el estancamiento de los procesos de adhesión al bloque comunitario.
Cabe señalar que estas dinámicas no son uniformes en toda la región. En Croacia, por ejemplo, han surgido movimientos de izquierda que desafían las narrativas nacionalistas tradicionales, como la plataforma Možemo! (¡Podemos!), que irrumpió en el Parlamento croata en 2020 con siete escaños, y en las últimas elecciones parlamentarias obtuvo diez.
Nacionalismo en la educación
El legado de las guerras yugoslavas sigue presente en la fragmentación política y social, y la educación es uno de los principales mecanismos para perpetuar las narrativas nacionalistas. En Bosnia y Herzegovina, por ejemplo, el sistema político establecido en los Acuerdos de Dayton ha dado lugar a tres sistemas educativos distintos, uno para cada etnia (bosníacos, serbios y croatas). Y desde hace varios años la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) está alertando sobre las diferentes versiones de la historia reciente que cada grupo étnico enseña en las escuelas, lo que refuerza la segregación desde la infancia.
En Serbia, los libros de historia todavía presentan la batalla de Kosovo Polje de 1389 contra los otomanos como un símbolo de resistencia y de afirmación de la identidad nacional serbia, omitiendo matices importantes sobre la compleja historia multicultural de la región durante la Edad Media. Esto contribuye a que una parte importante de la juventud serbia mantenga actitudes revisionistas sobre las guerras de los años noventa y sobre la independencia de Kosovo. De hecho, un gran número de jóvenes kosovares de ascendencia serbia asisten a colegios separados donde estudian en su idioma y siguen un currículo académico establecido por Belgrado, algo que profundiza la segregación educativa y cultural.
Además, la memoria transgeneracional también juega un papel clave en la transmisión de traumas y narrativas nacionalistas. Las historias familiares sobre la guerra, los desplazamientos forzados y la pérdida y modificación de territorios siguen definiendo la identidad de muchos jóvenes, ya que las experiencias traumáticas pueden persistir en las familias a través de dinámicas de evitación y silencio.
Desempleo, precariedad, exilio e incertidumbre
Este fenómeno es multifacético, pero uno de los principales motores del auge nacionalista entre los jóvenes balcánicos es la precaria situación económica. Según el Banco Mundial, desde 2020 la tasa de desempleo juvenil en los Balcanes Occidentales oscila entre el 20% y el 35%, más del doble de la media de la UE y una de las más altas de todo el continente.
La crisis, la falta de oportunidades laborales y la percepción de un futuro incierto generan frustración y descontento. Esto, unido a la desafección y la desilusión con las instituciones, impulsa a las nuevas generaciones a abrazar discursos identitarios y buscar referentes en el pasado que ofrecen una sensación de pertenencia y explicaciones simplistas a problemas complejos. En Serbia, por ejemplo, el movimiento juvenil Srpska Omladina (Juventud Serbia) ha crecido en los últimos años, promoviendo una retórica de autarquía económica y rechazo a la globalización.
“El ascenso del nacionalismo está contribuyendo al auge de la extrema derecha”, afirma Uroš Jovanović, director del Programa de Políticas Públicas de la organización serbia Građanske Inicijative. “Hemos sido testigos de la aparición de numerosos grupos de extrema derecha en Serbia, que al final se convierten en entidades políticas y concurren a las elecciones. Hemos visto cómo el partido ultra Zavetnici (Guardianes del Juramento) ha ganado votos muy rápidamente explotando temas nacionalistas sensibles como el estatus de la Unión Europea y el estatuto de Kosovo”.
La emigración masiva en busca de mejores condiciones en Europa Occidental es otro factor a tener en cuenta. Muchos jóvenes que se van de su país refuerzan el sentimiento de pérdida de identidad y soberanía, y en este contexto es mucho más fácil que el nacionalismo se convierta en una respuesta que exalta el orgullo nacional y la autosuficiencia frente a la dependencia comercial externa. Según un informe del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), la diáspora balcánica alcanza los seis millones de migrantes.
Pero no solo son los malos datos económicos los que empujan a muchos jóvenes a emigrar. Según un estudio publicado a finales de 2024 por Youth Initiative for Human Rights (YIHR), en países como Albania, Macedonia del Norte y Serbia la decisión de abandonar el país también está condicionada por la corrupción, la delincuencia, la inestabilidad política y la falta de seguridad.
Desinformación y redes sociales
La era digital ha traído también nuevas formas de expresión nacionalista. A través de memes, vídeos de YouTube y publicaciones de TikTok, miles de jóvenes reciben y difunden narrativas identitarias en las redes sociales. Una de ellas se basa en el revisionismo y la reconversión de figuras históricas, y el ejemplo más conocido es el de Esteban Dušan en Serbia.
Este emperador del siglo XIV, conocido como “Dušan el Poderoso”, está considerado como uno de los gobernantes más destacados de la historia del país, lo que lo convierte en un objetivo idóneo para la reinterpretación nacionalista en el contexto político actual.
Dušan, que expandió significativamente el territorio serbio y promulgó un importante código legal, es visto por muchos jóvenes como un símbolo de grandeza nacional, y su figura histórica se presta a ser utilizada en narrativas nacionalistas modernas. Los recientes casos de violencia entre serbios y albaneses en Kosovo, como los enfrentamientos en Mitrovica en 2023, reflejan cómo el discurso nacionalista sigue influyendo en la percepción del “otro” como una amenaza.
Estos fenómenos se desarrollan en un contexto de crisis de la democracia representativa y desconfianza creciente hacia los partidos políticos tradicionales. Y aquí la desinformación y las redes sociales juegan un papel crucial. Plataformas como TikTok e Instagram se han convertido en vehículos para la difusión de contenido nacionalista, a menudo distorsionado y falso, que encuentra eco en una generación hiperconectada.
Varios grupos nacionalistas y supremacistas en los Balcanes utilizan las principales plataformas para difundir bulos y desinformación que rápidamente son vistos y compartidos por miles de personas, la mayoría jóvenes, el grupo social que más utiliza este tipo de aplicaciones. Sin embargo, los medios de comunicación tradicionales también juegan un papel crucial en la polarización.
En Serbia, por ejemplo, cadenas de televisión como Pink TV y Happy TV han sido criticadas por promover agendas nacionalistas, progubernamentales y difundir retórica antioccidental.
También hay miles de bots y cuentas falsas en redes sociales creadas únicamente para amplificar mensajes nacionalistas, especialmente en contextos electorales. Por ejemplo, durante las elecciones en Bosnia en 2022, se detectaron varias campañas coordinadas que difundían noticias falsas sobre supuestas amenazas a la identidad nacional de los distintos grupos étnicos que conviven en el país, y la OSCE lleva tiempo documentando un incremento de incidentes de discriminación y ataques verbales también entre jóvenes de distintas etnias.
Instrumentalización política y religiosa
Los partidos políticos están sabiendo capitalizar el resurgimiento del nacionalismo entre la población joven para fortalecer su base electoral. Según un informe del ECFR, partidos como el Partido Progresista Serbio (SNS) de Aleksandar Vučić utilizan una retórica abiertamente nacionalista para ganar el voto joven, apelando a la glorificación del pasado y a la defensa de la soberanía frente a la influencia de la Unión Europea.
También en Serbia, el SNS ha demostrado una habilidad notable para captar el apoyo juvenil en las urnas. Desde su llegada al poder en 2012, el SNS ha consolidado su posición casi hegemónica, en parte gracias a sus estrategias de captación de jóvenes a través de becas, programas de empleo público y campañas en plataformas digitales. Así, el partido ha logrado presentarse como una opción “conservadora y proeuropea” atractiva para muchos jóvenes.
“Utilizando narrativas nacionalistas, el partido del gobierno y sus satélites intentan movilizar el apoyo electoral de los jóvenes que han recibido una educación con un fuerte componente identitario”, insiste Jovanović. Aun así, en Građanske Inicijative son optimistas respecto a las protestas estudiantiles que han tenido lugar en Serbia en los últimos meses: “Es realmente esperanzador ver tanta movilización después de un periodo tan largo de estar expuestos a la toxicidad del nacionalismo en la esfera pública”.
En Croacia, el partido Unión Democrática Croata (HDZ) ha experimentado una transformación similar promoviendo iniciativas para atraer a la juventud hacia su discurso patriótico, con una estrategia de captación de votantes preocupados por la identidad cultural y la soberanía nacional.
En Bosnia y Herzegovina, la Alianza de Socialdemócratas Independientes (SNSD) del líder de la República Srpska (la República Serbia de Bosnia), Milorad Dodik, explota las divisiones históricas para mantener su relevancia política. Dodik promueve abiertamente la secesión de la República Srpska, alimentando tensiones interétnicas y desafiando los acuerdos de paz de Dayton. Hace unos años, un estudio de la organización independiente International Crisis Group ya advirtió de que estas estrategias no solo polarizan a la sociedad, sino que también socavan los esfuerzos de estabilización y reconciliación en la región.
El papel de las instituciones religiosas, especialmente de la Iglesia Ortodoxa Serbia, en la movilización juvenil también es muy significativo. En Montenegro, por ejemplo, la ley que regula la propiedad de los bienes religiosos desencadenó protestas masivas hace unos años con un fuerte componente identitario serbio. Estas protestas han sido aprovechadas por grupos radicales para expandir su mensaje nacionalista.
Un ejemplo de ello es Radovan Rakočević, un joven activista fundador de la rama local de la sociedad San Sava que lucha por la unión de Serbia y Montenegro. Rakočević utiliza las redes sociales para movilizar a otros jóvenes en torno a la idea de “una gran Serbia”. Las peregrinaciones a monasterios también se han convertido en espacios de socialización nacionalista. El monasterio de Cetinje, por ejemplo, es objeto de disputa entre la Iglesia Ortodoxa Serbia y la Montenegrina, unas tensiones religiosas que poseen un claro trasfondo político e identitario.
Entre la UE y la identidad nacional
El resurgimiento del nacionalismo en los Balcanes también supone un desafío para los esfuerzos de integración en la Unión Europea. La Comisión Europea ha señalado en varios de sus informes anuales sobre los países candidatos que el fortalecimiento de los discursos nacionalistas obstaculiza las reformas democráticas necesarias para la adhesión al bloque. Esto se manifiesta de manera particularmente notable entre los jóvenes, que exhiben actitudes aparentemente contradictorias entre la UE y su propia identidad nacional.
“Las narrativas nacionalistas en los Balcanes presentan a la UE como una entidad extranjera dominante con valores inmorales que intenta destruir a los países balcánicos y sus valores tradicionales”, asegura Jovanović. “Por otro lado, la UE tampoco ha sido demasiado útil a la hora de identificar y apoyar a esa masa crítica de manifestantes en las calles. Ahora tenemos una parte de la ciudadanía que comparte los valores de la UE y se manifiesta, pero no ve a Bruselas como un aliado en su lucha por un futuro democrático”, añade.
El último Barómetro Balcánico publicado por el Consejo de Cooperación Regional muestra que la mayoría de los jóvenes en la región desea unirse a la UE. Sin embargo, este entusiasmo se ve matizado por fuertes sentimientos nacionalistas. En países como Serbia existen grandes reservas sobre las concesiones políticas que implicaría la entrada en la UE, y existe una oposición mayoritaria al reconocimiento de Kosovo como condición para la adhesión.
En Croacia, según datos del Eurobarómetro, el 45% de los jóvenes ve la UE con escepticismo, lo que ha permitido a partidos como el HDZ presentarse como defensores de los valores nacionales frente a la “influencia extranjera”. En Serbia y en Bosnia, el 42% y el 28% de los jóvenes respectivamente perciben la UE como una amenaza a su identidad nacional.
En Kosovo también ha habido múltiples campañas en redes sociales que han promovido narrativas de que la UE favorece a Serbia en el proceso de adhesión, exacerbando el sentimiento de exclusión entre los jóvenes kosovares.
En Macedonia del Norte, las protestas juveniles contra el cambio de nombre del país en 2018 también evidenciaron cómo el nacionalismo sigue siendo un factor clave en la política regional a pesar de que los jóvenes tienen la mirada puesta en Europa.
Desde Bruselas se han lanzado varias iniciativas destinadas a fortalecer los lazos de la juventud balcánica con las instituciones comunitarias y promover una identidad europea más inclusiva. La percepción ambivalente de los jóvenes hacia la UE, vista tanto como una oportunidad de progreso como una amenaza a la identidad nacional, refleja la complejidad del desafío.
Una de estas iniciativas es el programa Erasmus+ que intercambia estudiantes de los Balcanes con otros de países miembros de la UE. La iniciativa Youth4Regions de la Comisión Europea representa otro esfuerzo significativo para involucrar a la juventud balcánica en el proyecto europeo. El programa ofrece a estudiantes de periodismo y jóvenes periodistas una semana de aprendizaje en Bruselas, donde visitan las instituciones del bloque y asisten a sesiones de formación y tutorías impartidas por periodistas experimentados.
Han pasado 30 años, y aunque las generaciones más jóvenes no vivieron las guerras de independencia de los Balcanes, es en ellos donde están resucitando las retóricas divisivas y de odio que nacieron de ellas. Es la paradoja de una generación hiperconectada, pero con un fuerte sentimiento identitario, que por un lado tiene acceso a información ilimitada a través de internet y las redes sociales, pero que son precisamente estas herramientas las que facilitan la difusión de narrativas nacionalistas y la formación de comunidades en línea que refuerzan identidades étnicas exclusivas.
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