martes, 29 de abril de 2025

Vida y muerte sin nombre en un contenedor de Madrid, de Lourdes Barragán

Lourdes Barragán  Plaza de Prosperidad (Madrid) — 12 de marzo de 2025 

El temporal dio una leve tregua a Madrid después de más de una semana lloviendo. La ciudad amaneció esta mañana con el cielo despejado y algo de sol, para alivio de muchos paseantes. El mal tiempo ha encerrado a los vecinos en sus casas durante días y, sin embargo, ha tenido que ser horas después de que la gente volviera a pisar la calle cuando encontraron a una persona sinhogar dentro de un contenedor. Huía del frío, de la humedad y vivía entonces sus últimos momentos en el barrio de Prosperidad, Chamartín.

Se trataba de un hombre de 51 años que no tenía casa, según las primeras informaciones de la Policía Nacional. Nadie se dio cuenta de que estaba ahí hasta que abrieron el cubículo donde la gente tira ropa usada: alguien le encontró con el corazón parado y sin respiración. Los efectivos del Samur-Protección Civil no tardaron en llegar. Intentaron reanimarle con un masaje cardíaco durante al menos 30 minutos, pero ya era tarde.

La Policía Nacional lleva ahora la investigación, de la que hasta el momento solo ha trascendido que el individuo fue hallado sin signos de violencia aparente. Fuentes policiales explican a Somos Madrid que a priori lo que se baraja es que no haya sido algo provocado, sino que muriera por las condiciones de indigencia a las que parecía haberse visto sometido. Desde Emergencias agregan esta persona “no debía llevar mucho tiempo” en el contenedor, o al menos no lo parecía según el estado en el que le encontraron. Nadie de los alrededores conoce su nombre.

“Supimos que no había entrado para coger algo de su interior, sino que vivía ahí dentro, porque le hallaron con la puerta del cubo entreabierta. En esas circunstancias era fácil salir”, consideran. Aunque aún es pronto para sacar conclusiones, en un breve paseo por la plaza donde apareció se plantean algunas. “Yo he hablado con él, sé que llevaba ahí desde hacía al menos cinco días”, afirma Antonio, que charlaba con otros tres hombres en un banco de la zona horas después del sobresalto.

Todos aseguran vivir en la calle –como se presupone que hacía el fallecido– y dormir en las inmediaciones de esa misma plaza. Según su testimonio, la persona encontrada en el contenedor no frecuentaba la zona, pero sí llevaban unos días viéndole por allí. “Salía de vez en cuando y entraba para dormir o resguardarse del frío. Le dije que saliera de ahí, pero no hizo caso”, asevera Antonio.

De momento existe poca forma información oficial. Si el individuo frecuentaba o no los alrededores es una de las principales dudas que surgen ahora, pues otras cuatro personas consultadas –todas insisten en que estaban por allí cerca cuando llegó la Policía– niegan haberle visto antes o saber de él.

María y Remedios son vecinas y pasean por la plaza, que está muy cerca de su casa. Lo mismo que hicieron a última hora de la mañana, cuando hallaron el cuerpo. “Nos dimos cuenta de que algo pasada cuando empezó a concentrarse tanta gente en el mismo sitio. Lo encontraron dentro, a saber cuánto llevaría allí”, remarca una de ellas, que no llegó a vislumbrar a los agentes en ese momento.

Quien sí llegó a escuchar las ambulancias o las sirenas de vehículos policiales es Samantha, que trabaja en una pastelería de la zona. Su local y el contenedor de basura están frente a frente, aunque cada uno en un extremo de la plaza de Prosperidad. “Alguna gente empezó a llegar a la tienda con rumores, que siempre pasa cuando ocurre algo así. Uno me dijo que el que murió era un chico joven y resulta que no es así... a saber”, confiesa la dependienta.

Lo mismo dicen los camareros del restaurante La Prospe, que corona la plazoleta con una céntrica terraza. Ellos se enteraron del origen del “revuelo” tiempo después de ver a alguna gente de más por los alrededores. Sheila, una chica que acaba de cruzar la carretera después de cerrar su negocio –trabaja en un comercio al otro lado de la vía–, ni siquiera sabe qué ha pasado.

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Hace muy poco, el 10 de febrero, hallaron el cadáver calcinado de otro sintecho en Usera, bajo un puente peatonal de la calle Antonio López. Estaba muy cerca del río Manzanares y, en aquel caso, la investigación siguió el rastro de un posible homicidio. Diez días después encontraban el cuerpo sin vida de otro joven en el Pozo, Vallecas. En su caso había muerto a escasos metros de un centro de acogida.

Cientos de personas sin hogar han sido el arma arrojadiza de un reciente rifirrafe entre la empresa pública que gestiona los aeropuertos, Aena, y el Ayuntamiento de Madrid: los primeros dicen que los segundos deben hacerse cargo y estos últimos, que a quién hacen daño. Entre medias, más de 300 sinhogar buscan allí refugio cada noche, para resguardarse de las lluvias. Un lugar mejor que el contenedor de ropa usada donde este miércoles un hombre perdió la vida en Madrid.

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